Muere Joël Robuchon; nace el mito

Xavier Agulló

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La noticia me ha pillado con el paso cambiado, al leer el whatsapp de Romain Fornell: «Pobre Joël«. Me recordaba a continuación el chef de Caelis aquel día espléndido en el que Joël nos cocinó de forma privada en el palacete de Bruno Paillard, de quien fue varios años imagen, en Reims. Aquel día lo conocí en persona y en «close up», a Robuchon, más allá de su onírico parmentier y su crema de coliflor con caviar que ya habitaban mi recuerdo.

Joël Robuchon (izquierda) con Xavier Agulló y Bruno Paillard.
Joël Robuchon (izquierda) con Xavier Agulló y Bruno Paillard.

Aquel día, en el que Fornell y yo mismo tuvimos la oportunidad de ayudarlo en la propia cocina, el ya legendario cocinero francés me dijo que no entendía porque «a ningún español se le ocurrió hacer lo que yo he hecho: los «ateliers». Verdad. «Lo que estoy vendiendo es cocina y cultura española -añadió- con algunos toques de Japón». Ciertamente, Robuchon ha sido uno de los grandes difusores de nuestra cocina, de nuestras tapas, fruto de sus veraneos en España -tenía casa en Calpe-, y de su fascinación por las mejores barras de Alicante.

Y mucho más. Alguien es grande cuando vive su tiempo y lo comprende con generosidad. Así, no tuvo ningún empacho en decir, en la televisión francesa, en horario de «prime time», que «yo ya  no soy el mejor cocinero del mundo; el mejor es Ferran Adrià«, que fue uno de los puntos de inflexión para el gran estallido de nuestra cocina en el planeta. Alguien es grande cuando es capaz de rechazar las estrellas Michelin exigiendo un «aggiornamento» de la guía y más tarde, a partir de los nuevos presupuestos, conseguir más que jamás: Robuchon ha sido el chef con más macarons del mundo. Alguien es grande, en definitiva, cuando crea categoría, y Joël la creó.

Hoy, posteaba Ángel León, «el puré de patata será más Robuchon que nunca en Aponiente». Una metáfora de que Robuchon ha muerto, sí; pero no en nuestro imaginario. Más claro no lo ha podido decir Juan Moll, el español que fue su «master maître», su mano derecha, esta misma mañana: «Joël no ha muerto, porque los mitos no mueren jamás».