Universidad del sabor

No soy partidario de las bandas aunque sólo estén armadas de pinzas y espátulas y vistan con chaquetilla de chefwear. Rehúyo gregarismos, colegiaciones y congregaciones. Cábalas, secretismos y secretitos en reunión son de mala digestión, yuyu me da la demencia colectiva. Por favor, no me formen partidas, disuélvanse no más.

Diálogos de cocina 2009
Diálogos de cocina 2009

Sin embargo, soy consciente de estar muy equivocado. El mundo camina por otros derroteros y las organizaciones controlan y triunfan en todos los campos, también en el de la restauración y hostelería. La gastronomía es cosa de gremios. Miedo me da.

El de los cocineros ha sido el más espabilado, ha tomado la delantera a los demás grupúsculos del ambiente gastró. Se ha hecho con las riendas y tira de este carro más que nadie. Son los conductores, ideólogos y prescriptores de la más avanzada y actual culinaria y trabajan para convertirla en algo mucho más universal aunando esfuerzos de otras disciplinas hasta ahora ajenas y alejadas de su sinvivir. Esto han sido los Diálogos de Cocina, de Eurotoques, en los que han participado filósofos, científicos, sociólogos, médicos, etc., que han entonado el gaudeamus igitur y el sapere aude de la universidad del sabor.

Todo ha salido a pedir de boca y la satisfacción e incluso la euforia afloraba a los caretos y las sonrisas de los participantes. Disfrutemos del éxito del momento regocijémonos por el buen trabajo realizado. Es mucho lo conseguido. Andoni & Co forever.

Pero cuidado con el triunfalismo onanista, no empecemos a comernos los sexos, que diría el tarantinesco Sr. Lobo, que muy poquísimos son los cocineros preparados para dar este salto a una ilustración humanista que, por mortal de necesidad, necesita previamente de un plan, de una tupida red, donde aprender a caer antes de aprender a volar.

Esa red estratégica por programar no es otra que la educación y la formación, pues para ser pluridisciplinar, transversal y demás virguerías del tejido cultureta, primero hay que desincrustar la costra ignorante del fondo de las ollas y para eso hace falta tremendo empeño, mucho frotar y paciencia, enorme paciencia.

Queda mucha sangre por encebollar antes de que esa letra entre en sus meollas.