Minifundio atlántico

Cristina Alcalá

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Este fue el título de una interesante cata de algunos de los mejores y más personales vinos gallegos que se están elaborando actualmente. El sumiller Xoan Cannas (Restaurante Pepe Viera, Raxo), dirigió la degustación haciendo un recorrido sobre    lo  que podríamos denominar la nueva viticultura gallega. Vinos representantes de la esencia del minifundio que dibuja el paisaje de Galicia, y su “jardín botánico”, como bien definió Xoan.

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Xoan Cannas, Jose Luis Mateo, Rodrigo Méndez y Luis Anxo Rodríguez

Si el aislamiento geográfico de una región vitivinícola y una cultura del vino donde prevalece el autoconsumo durante décadas, es bien revisado por bodegueros que heredan la tradición de la tierra, puede dar como resultado la transformación de lo que han sido vinos “hechos para la casa” a otros cargados de personalidad. Esto es lo que está pasando hoy en Galicia, y en algunas otras regiones españolas. Si a esto le añadimos la férrea voluntad y creencia sin límites de sacar adelante proyectos inimaginables hace años gracias a unos cuantos viticultores conocedores de su tierra, y una coyuntura favorable por parte de un segmento del mercado en busca de vinos con identidad, tenemos las piezas necesarias para dar una vuelta de tuerca a la historia. ¿Quién se imaginaba tintos en Rías Baixas, blancos longevos en Ribeiro o extraordinarios vinos de variedades olvidadas?

Nuevos viticultores

 

José Luis Mateo (Quinta da Muradella) elabora en la D.O. Monterrei (Ourense) los vinos tintos con más personalidad de Galicia. Cuando uno los prueba jamás los olvida. Trabaja con pequeñas parcelas en zonas poco homogéneas donde incluso, y como mandaba la tradición, las variedades plantadas están mezcladas; cada cepa representa la manera natural en que se hacía el vino. Su interés: la búsqueda de la diversidad, “el vino de una parcela refleja mi concepción del vino y mi evolución personal”. Con la humildad que le caracteriza habla con mimo de las uvas que cuida y cultiva: Bastardo, Mencía, Monstruosa de Monterrei, Caíño Redondo y Longo, Brancellao, Sousón  o Arauxa, siempre bajo criterios de viticultura ecológica y biodinámica.

Luis Anxo Rodríguez es referencia en la D.O. Ribeiro. Recuerdo el primer vino que probé, A Torna dos Pasas Escolma Blanco (Treixadura, Lado, Torrontés y Albariño). Llevaba  más de cinco años en botella: impactante, diferente, único. Vino fermentado en barrica y con un excelente recorrido. Tanto sus vinos blancos como tintos, en su versión de jóvenes o selecciones, reflejan el trabajo del campo y sabor de la tierra. Vinos que en su máxima expresión evolucionan sorprendente bien con el tiempo, acentuando su elegancia y sutileza.

Los Goliardo que elabora Rodrigo Méndez (Forja do Salnés) en la D.O. Rías Baixas  son, como poco, atrevidos. Porque recuperar variedades tintas como Caíño, Loureiro y Espadeiro en una zona reconocida internacionalmente por elaborar grandes vinos blancos, solo se entiende cuando se conoce a su creador. Otro apasionado de su tierra que en al año 2005 decide recuperar las pocas cepas viejas y diseminadas por el Valle del Salnés. El resultado son vinos con encanto que conmueven.

También Ribeira Sacra comienza a mostrar otra cara en su viticultura. Alcouce (Chao do Couso), fortaleza y potencia de la Mencía, Mouratón y Garnacha, o Romasanta (Cía. de Vinos María Fechoría&Asociados), zumo de fruta roja de Mencía muy vieja, son dos ejemplos de este nuevo panorama en la viticultura gallega.

Todos ellos, y los que llegarán, escribirán una nueva historia de la viticultura gallega.