Unidos por Borgoña

Bodega Cigaleña y Restaurant Villa Mas tienen una bodega que por sí sola justifica una visita

Las puntuaciones, estrellas y soles de las guías de los restaurantes reflejan generalmente la calidad de la comida, del producto, la técnica del cocinero, el entorno, la sala y el servicio entre otras muchas cosas. Pero no recuerdo que en ninguna guía el restaurante obtenga una mayor puntuación por su bodega y por el tratamiento del vino.

Todo esto viene a cuento por dos de los restaurantes en que, además de comer excelentemente, tienen una carta de vinos tal, que ya sólo por la bodega, vale la pena hacer una visita. Me refiero a los restaurantes Bodega Cigaleña, en el centro de Santander, y el Restaurant Villa Mas, en la playa de S’Agaró en Sant Feliu de Guixols (Girona).

Los vinos que en estos dos restaurantes configuran la extensa carta, no son vinos muy conocidos o fáciles de encontrar en el mercado incluso a precios elevados. Me refiero a vinos borgoñones, auténticas joyas, que los propietarios de los locales, Andrés Conde y Carles Orta respectivamente, adquieren en Borgoña, para que sus clientes los puedan disfrutar.

Cuando hablamos de vinos borgoñones nos referimos a la zona vinícola más difícil de conocer de todas las existentes.

La razón, las complejas leyes hereditarias promulgadas por Napoleón III, obligaron a que cada finca se parcelase en partes iguales para cada uno de los herederos. Por ello, las propiedades se han dividido en numerosas parcelas, algunas tan pequeñas, que son simplemente una hilera de viña.

Recuerdo que tras haber probado un fabuloso Musigny en un restaurante parisino, al cabo de poco tiempo decidí conocer la bodega. En ella, y durante el recorrido, fui probando vinos de las propias barricas. Cada bodega posee terrenos en diferentes zonas. Algunas como es el caso de la Maison Louis Jadot eran 174 las referencias. Pero las barricas de mi muy deseado Musigny no aparecían. En aquel momento pregunté donde estaban aquellas barricas por las que hice el viaje y me contestaron: “La tiene detrás suyo» . Era sólo una barrica, de la cual no salían más que unas 500 botellas al año,- imposible comprar una botella- sólo algunos grandes restaurantes tenían el privilegio de adquirir una botella y los más estrellados hasta tres. Al solicitar catarlo, me contestaron con aquella frase muy francesa que tan bien expresan, tanto los franceses como las francesas y que duele al oírla: “Je suis desolé Monsieur».

Me dieron, eso sí, explicaciones del por qué no les era posible darlo a catar, debido a la poquísima producción, de modo que si a cada visitante se le daba a probar un poco y se le suma el que se pierde en «la parte de los ángeles», se quedaban sin una sola botella. Además de la desilusión por no probarlo, descubrí en aquel momento que los ángeles existen y que son unos grandes y afortunados bebedores de vino.

Restaurante Bodega Cigaleña

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Interior de la Bodega Cigaleña.

Si bien en la guía Gourmetur sólo aparece reseñado dentro de la sección «otras recomendaciones de interés» con la indicación de que es un restaurante clásico con magnífica bodega y en la guía Michelin lo sitúa en el puesto decimosegundo de los restaurantes de esta población, Bodega Cigaleña es muchísimo más. Es un museo del vino con miles de botellas tanto españolas como del resto del mundo guardadas en paredes y techos, especialmente de Borgoña. Se come estupendamente, su cocina es de mercado y tradicional, elaborada con productos de primerísima calidad. Me consta que vienen alemanes e italianos en vuelos de ida y vuelta, a diario para disfrutar del local.

Su chuletón de vaca gallega vieja es excelso, con muchísimo sabor, sus anchoas de las mejores que he comido, almejas a la sartén, rabas perfectamente fritas y cazuela de pochas, son algunos de los platos que uno debe probar.

Como los borgoñas son el santo y seña de la casa propongo estas recomendaciones según el momento:

Para una buena comida: Chablis Benoit et Droin G.C. 2005 blanco ( 48 € ) o bien un Volnay Compte Armand 1er Cru Les Fremietes 2004 ( 50€ ) en tinto.

Para un festín: Chassagne- Montrachet Domain Ramonet Les Ruchottes G.C. 2005 ( 66 € ) en blanco o un Nuits Saint George Priure Roch 1er Cru Corvee 1999 ( 90€) si prefieren un tinto.

Para un aniversario: Mersault Comtes de Lafon Perrieres 2006 ( 115 €)en blanco o Gevrey Chambertin Bruno Clair 1er Cru Clos Saint Jacques 2005 ( 112€ ) si la elección es un tinto.

Para una vez en la vida : Musigny Compte de Vogue blanco ( 155€ ) y en tinto un Bonnes Mares J. F. Mugnier 2002 (240€)

 

Restaurant Villa Mas

Se encuentra en una torre de veraneo burguesa del siglo XIX, situada frente a la playa de San Pol en S’Agaro (Girona), con una amplia terraza al frente, ideal para cenar en una calurosa noche veraniega o almorzar en los días de sol durante el otoño o invierno.

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Elisabeth Taylor en la playa de S’agaró, en 1959, en una escena de la película.

Esta playa fue mundialmente conocida, pues, en 1959 Elisabeth Taylor, la actriz más famosa en aquellos años , interpretó aquí una de sus mejores películas, De repente el último verano, junto a actores de la talla de Montgomery Clift y Katharine Hepburn , dirigida por Joseph L. Mankiewicz y guión de Tennessee Williams basado en su obra teatral. La película obtuvo varias nominaciones a los Oscar, entre ellos el de interpretación femenina de Taylor. Fue un gran éxito de crítica y público en todo el mundo menos en España, pues ni Elisabeth Taylor , ni Montgomery Clift, ni el rodaje en S’Agaró, ni la vistas de la Torre Villa Mas, no consiguieron que la censura autorizase su proyección en las pantallas de este país. Se estrenó comercialmente en 1976, 17 años después de su rodaje.

Cocina 100% mediterránea, Carles busca el buen producto no sólo en las lonjas sino a través de pequeños pescadores que lo pescan para él. La gamba de Palamós es sin duda el producto excelso, es la estrella que adorna este firmamento, como el vino de borgoña lo es en su bodega.

De los platos que ofrece Carlos distinguiría en primer lugar aquellos relacionados con la gamba, su trilogía y sin duda su arroz a la cazuela, platos que regalan al paladar más difícil. Asimismo excelentes las espardenyas con cremoso de patata, pesto de perejil y huevo soufle y unos adorables salmonetes con su consomé y verduritas.

Si nuestra ilusión es un borgoña, bien vale aparecer por el restaurante al menos media hora antes de empezar la función pues sólo leyendo la carta puedes perderte el primer plato. Aconsejo entrar en su web antes de ir y anotar las preferencias, elegir el vino y así empezar a disfrutarlo al llegar.

Son tantas las recomendaciones que simplemente anoto algunos de mis preferidos, aunque debo decir que todos son sobresalientes.

BLANCOS :

Mersault Comptes de Lafon, Poligny Montrachet Louis Carillon et fils Les Perrieres o Bernard Morey Les Truffierre son grandes vinos a precio inferior a 60€. A partir de aquí y sin pasarse, Bienvenue Batard Montrachet G.C. y Domain Ramonet G.C. son joyas a menos de 140€.

TINTOS:

Nuits Saint George Frederic Mugnier Clos la Marechale, un Vosne Romanée Domain Rene Engel o Chambolle Musigny Georges Roumier, son grandes vinos a menos de 65€.

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El restaurante Villa Mas, en la playa de S’agaró.

Ya un poco más sin llegar a 135€ se puede emocionar con un Gevrey Chambertin Louis Jadot Clos Saint Jacques, un Echezeaux Domain Jean Grivot, un Bonnes Mares de Bruno Clair o un Clos de la Roche Armand Rousseau y así hasta acabar con toda la carta.

La mejor descripción del vino de borgoña que conozco la hizo A. J. Liebling en su libro Between Meals: «El borgoña tiene la ventaja de un atractivo claro, directo, inmediatamente placentero y fácil de abarcar en un nivel primario. El borgoña es algo encantador si puedes encargar a otro que te lo compre».