Kimberly Jung, fundadora de Rumi Spice: “Cultivamos la paz con azafrán afgano”

Rosa Rivas

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Una compañía fundada por exsoldados de EEUU emplea a 300 mujeres y un centenar de campesinos y promueve un cultivo alternativo al opio.

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Rumi Spice es la marca de un azafrán que sabe a paz. Lo usan chefs como Thomas Keller, Daniel Boulud o Dominique Crenn. Nombres conocidos que colaboran con un proyecto de regeneración agrícola y de impulso a la autonomía de las mujeres, una vía para el empoderamiento de personas anuladas por la guerra y las dificultades sociales y económicas.

Vivir de cerca las circunstancias de esa gente que hace posible un producto como el azafrán, oro rojo gastronómico, es lo que impulsó a un grupo de exsoldados estadounidenses a crear una empresa con posibilidades de cambiar, hebra a hebra, dificultades adversas. “Ayudar a los agricultores, invertir con ellos, es un camino a la prosperidad y a la paz. Cultivamos la paz con el mejor azafrán”, resalta la ingeniera y licenciada en Negocios por Harvard Kimberly Jung, directora ejecutiva de Rumi Spice. Su trabajo fue expuesto el pasado año en Barcelona durante el congreso Parabere Forum, donde se abordó cómo se pueden alimentar cambios sociales con iniciativas impulsadas por mujeres.

El nombre de la compañía evoca al poeta persa del siglo XIII Yalal al-Din Rumi. Y siguiendo una de las frases del místico sufi, “donde hay ruinas existe la esperanza de encontrar un tesoro”, Kimberly Jung y sus socios Emily Miller  y Keith Alaniz decidieron optar por abrir vías positivas en terrenos devastados. Todos habían coincidido en Kabul y vivido el panorama afgano: Miller en operaciones de rescate, Alaniz trabajando con jefes tribales dentro del programa de desarrollo rural y Jung desactivando bombas sembradas por los talibanes.  A su vuelta de las zonas de conflicto, los veteranos del Ejército de EEUU crearon Rumi Spice en 2014 y se les unió la abogada de San Francisco Carol Wang. Su objetivo: asociarse con agricultores de Afganistán para producir en cultivos sostenibles azafrán de alta calidad y ponerlo en el mercado internacional.

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¿A dónde llega esta especia?

En Estados Unidos ya se están dando cuenta de que el azafrán afgano es uno de los mejores del mundo, probablemente el mejor. Cocineros con estrellas lo están apreciando por su calidad y por su aroma. Esperamos que pronto se reconozca su valor en todo el mundo.

Además del azafrán en rama, ¿comercializan más productos?

Sí. Vendemos a restaurantes, tiendas de alimentación y online en nuestra web. Ofrecemos tés, mermeladas, preparados para distintos guisos e incluso gominolas, unas “joyas doradas”. Lo más reciente es el azafrán como ingrediente de una cerveza artesana. Además, para que la gente aprenda a aprovecharlo mejor, colgamos en la web recetas de distintas culturas gastronómicas.

Parece que el azafrán posee mucho potencial…

Es cierto. Y tenemos más productos en mente, como mantequilla de azafrán, bebidas saludables… Queremos productos que faciliten al público su uso y entender cómo aplicarlos en sus platos.

Esta demostración de la versatilidad del azafrán ¿está incidiendo en la producción de Rumi Spice?

Desde 2015, el trabajo de nuestros proveedores va en aumento y supone ya el 5% de la producción total de azafrán afgano. “Gota a gota se hace un río”, que diría el poeta. Primero una docena de agricultores en la zona de Herat, luego una treintena, ahora un centenar, incluidos particulares y cooperativas.

Para garantizar la buena marcha de Rumi Spice ¿sus responsables viajan a Afganistán con frecuencia?

Tenemos personal sobre el terreno, conocemos a cada agricultor y cada familia involucrados en el proyecto. Nos movemos con facilidad en un mundo donde los negocios y tratos se basan en relaciones de confianza y amistad. Eso nos da ventajas.

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Y han logrado convencer a los agricultores de que trae cuenta cultivar azafrán.

Están comprobando que les da seis veces más beneficios que cultivar opio y además el dinero les va a ellos directamente, no a los talibanes. Frente al opio y a la marihuana, el oro rojo es una cotizadísima especia (la más cara del mercado) que también da dinero, pero no los problemas de una droga.

Otro asunto clave en la política emprendedora de Rumi Spice es facilitar el trabajo de las mujeres y que sean respetadas…

Es una prioridad. Empezamos con 60 mujeres y ahora tenemos más de 300. Ha sido algo muy importante que ellas tengan su propio sueldo y que no dependan de sus maridos. Además, las mujeres adquieren un protagonismo que no tenían. No solo manipulan con mimo las flores de azafrán, también se encargan de tareas de supervisión, de control de calidad y coordinación de equipos, por ejemplo que mantengan las manos y las ropas limpias, que se sigan los protocolos de la empresa…

Está satisfecha de los logros de Rumi Spice, ¿no?

Cuando trabajaba en Afganistán en la reconstrucción de los núcleos urbanos y rurales y en la destrucción de las rutas del opio establecidas como negocio talibán me enamoré de esta gente, pensé que merecían un futuro mejor y que debía ayudarles.

¿Qué está cambiando en las comunidades rurales gracias al azafrán?

El cultivo en las comunidades de Herat ha crecido más de un 50% desde 2016. Es un esfuerzo colectivo. Hay muchos agricultores que quieren cultivar azafrán porque se están dando cuenta de que es rentable. Los agricultores ven que si llevan a cabo una producción sostenible pueden hacer progresar a la comunidad.

¿Rumi Spice es una empresa social?

Puedo decir con orgullo que somos una B Corp, pertenecemos a una red mundial de empresas que trabajan por el progreso social. Es un movimiento global de más de 2.000 compañías en 50 países y 130 sectores. Las B Corp van más allá del objetivo de generar ganancias económicas e innovan para maximizar su impacto positivo en los empleados, en las comunidades que sirven y en el medio ambiente. La empresa se convierte en una fuerza regeneradora para la sociedad y para el planeta.

Y para aumentar ese impacto local ¿no les gustaría realizar todo el proceso de empaquetado y preparación de Rumi Spice en Afganistán?

Queremos hacerlo en un futuro próximo. De momento, gestionamos una factoría donde se preparan las hebras de las flores recogidas por los agricultores y cooperativas con los que trabajamos. El empaquetado del producto final se hace en Estados Unidos. Pero estamos contentos de que la producción y la exportación de azafrán ha conseguido afianzar la visión optimista de que dos países que estuvieron en guerra pueden establecer lazos comerciales en paz.

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