Tres carmenère que se atrevieron a salir del molde

Floresta, Wings y Cornellana representan a una nueva generación de vinos chilenos elaborados con la carmenère, su cepa emblema, para romper esquemas y abrir nuevos territorios.

Mariana Martínez

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Es el 24 de noviembre de 1994 y un joven francés visita un viñedo en el valle del Maipo. Esperaban los consejos del consultor, pero no la sorpresa de escuchar que aquel viñedo de merlot que creían mostrarle era en realidad de la variedad carmenère. Desde aquel día, los vinos de la cepa carmenère han dado un salto exponencial en los viñedos de Viña Carmen. en los pies de los Andes, y en Chile. No solo en cantidad. Chile pasó de tener cero hectáreas registradas a contabilizarla como la sexta variedad más plantada, según cifras oficiales de 2021.

Santa Rita Floresta, Wings y Cornellana volcano sedimentario.
Santa Rita Floresta, Wings y Cornellana volcano sedimentario, tres carmenère que se salieron del molde

De no haber una sola etiqueta, sus vinos pasaron a venderse cuatro veces más que los de cabernet sauvignon, al menos en tiendas especializadas donde los turistas definen la compra. En estos casi 30 años, sus vinos pasaron de ser considerados verdes, sin cuerpo ni prestigio, a sumar premios internacionales. Todo ello, gracias a lo que viticultores y enólogos han ido aprendido. Y justo, justo, cuando pensamos que entre la suavidad de sus exponentes de gama más alta ya no se podía hilar más fino, comienzan a surgir nuevos vinos, completamente diferentes, que desafían las lecciones aprendidas. Aquí les contamos de tres carmenère sobresalientes que se atrevieron a salir del molde.

 

 

Santa Rita Floresta 2021

Sin miedo a ser el primero

 

Sebastián Labbé, enólogo de la viña que es hermana mayor de Viña Carmen (donde el ampelógrafo francés Jean Michel Boursiquot descubrió la carmenère en 1994) nos cuenta que Floresta es una antigua línea que se reflotó buscando tener vinos más atrevidos. “La idea era que tuvieran algo distinto a partir de variedades clásicas”. Así fue como para su carmenère eligieron Apalta, en Valle de Colchagua, un cuartel de viñedos de familia Muñoz. Plantado en la década de los años 30 sobre un suelo de granito alterado, sin más riego que el de la lluvia y con mucha luz. Era el que, nos dice, siempre maduraba más temprano.

 

Durante el verano del 2017, año seco y caluroso en Chile, decidieron cosecharlo adelantado, tanto como un 17 de febrero. Hoy su vendimia sigue siendo temprana, destaca Labbé, aunque no tanto.  “En 2020 fue a fines de febrero y en 2021, una cosecha más fría, cortamos las uvas a inicio de marzo.  Si nos vamos al pasado, los carmenère se cortaban a fines de abril o en mayo”.

Santa Rita Floresta Carmenère
Floresta es más lineal, más flaco y más tenso; está el carácter herbal, a tabaco, bosque húmedo, a páprica.

El estilo de Floresta Carmenère (18.890 pesos; 21,7 dólares), explica, muestra algo del carácter herbal de la variedad, pero el tanino es a la vez tenso y sedoso, con acidez vibrante. Lo más singular es que la madera ya no es un elemento importante, porque se fermentó y guardó en recipientes de concreto, y solo posee un 12% de guarda en fudres viejos, “para darle más estructura en la mitad de su boca”. Además, en la mayoría de los lotes suman algunos racimos completos, sin despalillar para añadirle tensión.

 

Para entender mejor la particularidad del Floresta, debemos subir a Pewën, el gran carmenère de la bodega (59.900 pesos; 69 dólares), que proviene del mismo campo de Apalta, de viñedos con misma edad y también en secano. El suelo del viñedo de la familia Quijada es más profundo que el de Floresta, con el granito más descompuesto, y en consecuencia la viña es más vigorosa. Además, el sector es más ventoso y la uva madura más tarde. “En esta zona, que es cálida, la uva se cosecha más madura, lo que permite más extracción de las pieles y un 40% de guarda en barricas nueva, el 60% de ellas de segundo uso. Todo deriva en un estilo más clásico”. Así lo describe el enólogo: “Pewën es un vino más amplio en boca, con especies más dulces. Desde él mutamos a un estilo con las notas más a hierbas de Floresta, sin ser excesivas, porque las tiene; está el carácter herbal, a tabaco, bosque húmedo, a páprica…”.

Viejos Viñedos de Apalta.
Viejos Viñedos de Apalta.

La gracia de los dos lugares dentro de Apalta, agrega Labbé, es que la pirazina, responsable del carácter herbal, está y no es mala: “lo malo es la sobre maduración, porque pierdes acidez, y la sensación vibrante en boca. Con una fruta más crocante y fresca, los carmenère evolucionan en el tiempo mejor que los sobre maduros. Hay muchos vinos del mundo que no le tienen miedo al carácter fresco, no perfecto, que para mí agrega una rusticidad más interesante”. En degustación los vinos son tal como los describe: Floresta es más lineal, más flaco y más tenso. Pewën, en cambio, más envolvente, profundo y sedoso; un clásico carmenère de grandes ligas.

 

 

Montes Wings 2019

La unión de dos padres y sus dos hijos

 

Otro gran carmenère clásico de Chile es Purple Angel de Viña Montes (100.000 pesos; 115 dólares), seductor por su gran volumen y sedosidad en boca, lleno de capas aromáticas, al igual que Pewën, nacido de viñedos en suelos más profundos, en la parte baja de Apalta.

 

“Teníamos en la cabeza la idea de que los carmenère necesitaban suelos más profundos con más de 30% de arcilla y buen drenaje”, nos dice Aurelio Montes del Campo, hijo del fundador de la bodega y responsable de la grandeza de Purple, “sabíamos, que a la cepa le gusta el buen drenaje, pero no los suelos pobres”. De ahí, el atrevimiento del padre para plantar nuevos viñedos de la variedad en el sector más alto de sus campos en el Valle de Apalta, y sacar de allí Wings, el nuevo vino ícono de la bodega.

Montes Wings, 2021.
Wings busca linealidad y una acidez más punzante. A la vez, es más delicado.

Wings 2019 (69.900 pesos; 80,50 dólares) viene del cuartel más alto, a unos 350 metros sobre el nivel del mar, mientras la parte más baja del valle está a unos 200. “Cada 300 metros la temperatura promedio baja dos grados. Eso quiere decir que arriba, en una ladera, que además posee exposición al sur y viento sur-este, hay un grado y medio menos de temperatura que abajo”. Los cuartele son dos y tienen un poco más de arcilla que las laderas de donde proviene su otro ícono, el Montes Folly Syrah (95.000 pesos; 109 dólares). “A la variedad le cuesta más crecer en estos suelos más pobres y frescos, pero son los primeros que cosechamos. La única explicación es que sus rendimientos sean tan bajos y haya mejor exposición a la luz. Además, las pirazinas, que dan notas verdes y no queremos, se queman”.

 

El enólogo lo aclara, Wings no es Purple, no va a competir, busca ser distinto. “Si Purple es redondo, Wings busca linealidad y una acidez más punzante. A la vez, es más delicado. Por eso mismo no quería ponerle petit verdor en su mezcla, como sí tiene Purple. Al final, aunque mi papá no estaba de acuerdo en sumar cabernet franc, fue la mejor mezcla que elegimos a ciegas. El cabernet franc, conocido por ser el padre genético del cabernet sauvignon y también del carmenère, ganó su espacio solo.  Ganó rotundamente y el vino mantiene sus especias juguetonas, sin ser verde”.

Viñedos de Montes en Apalta.
Viñedos de Montes en Apalta.

El trabajo con la guarda en barricas de maderas, explica Aurelio junior, también es diferente. “Cambia el tipo de barrica. En ambos usamos 70% nueva y 30% de tercer uso, pero la gran diferencia es que con Purple usamos un tostado más agresivo y de poro extra fino; para Wings usamos barricas con tostado medio largo, lo que significa que se tuestan a baja temperatura pero por más tiempo. Eso aporta un tostado más sutil, y no se marca la madera. Si le pusiéramos la misma madera de Purple a Wings quedaría maderizado. Buscamos aportar más dulzor, para bajar su linealidad”.

 

En degustación, Wings llama la atención porque tiene el carácter de la carmenère, especiado, herbal, pero en boca es tenso y firme, de muy rica acidez final; cierto, con algo de dulzor. Aurelio diría que es más femenino, yo que atrapa por ser frontal, sin juegos de seducción.

 

 

Cornellana volcano sedimentario 2021

El poder de la roca

 

Muy cerca de Peumo, en el Valle de Cachapoal, donde cuentan que ya en 1968 Viña Concha y Toro identificó, separó y comenzó a multiplicar un cabernet sauvignon que durante el inicio de cada otoño mutaba sus hojas al color rojo carmín, se está gestando hoy uno de los carmenère más radicales de la loca geografía de Chile. Gonzalo Cárcamo, enólogo de Viña La Rosa (fundada en Peumo en 1824) conoce muy bien el lugar y sus mejores carmenère, nacidos de sus suelos profundos a ambos lados de la carretera que separa el valle de norte a sur. Por lo mismo, le tomó tiempo entender los carmenère de Cornellana, un pequeño valle cercano, que la viña empezó a plantar 25 años atrás, justo cuando él llegó a ser parte de la empresa familiar, la viña familiar más antigua de Chile.

Cornellana volcano sedimentario, carmenère
En boca toma la dimensión del sabor de una fruta roja, vibrante y con mucho agarre.

Al lado de árboles de mandarinas, de acidez deliciosa, paltos y ciruelos, entre empinadas laderas de suelos con rocas intrusivas y extrusivas (cuya lava se enfrió en el interior y exterior de la superficie, respectivamente), el campo de Cornellana, con un paisaje que da vértigo, tiene una condición muy diferente a Peumo.

 

“Aquí hubo vulcanismo submarino, y la roca emergió por choque de placas; las presiones deben haber sido terribles. Se siente en las vetas de rocas expuestas, chocando, de diferentes colores y texturas. La consecuencia más importante es que en el suelo hay muchos minerales; hierro, magnesio, zinc, boro… Ahora estoy metiéndome en este mundo mineral para entender el hilo conductor de los vinos, que ya muestran ser más austeros, con notas reductivas, con mucho sabor y un tanino muy fino, con mucho agarre. Ya sé además que el hierro tiene influencia directa con el ácido succínico, que es el principal responsable de la mineralizad en los vinos. Porque a mayor cantidad de hierro, se sabe que hay mayor cantidad de ácido succínico y a mayor cantidad de ácido succínico, mayor sensación de mineralidad en el vino”.

Viñedos de Cornellana.
El campo de Cornellana, con un paisaje que da vértigo.

La explicación de Cárcamo se siente en sus tres vinos nacidos de Cornellana: Cabernet Franc, Syrah y Carmenère. En el  Cornellana volcano sedimentario 2021 (22000 pesos; 25,30 dólares) se sienten particularmente las notas de hierro o sangre, sumado al carácter herbal característico de la cepa. En boca, toma otra dimensión: la del sabor de una fruta roja, vibrante y con mucho agarre. Hay calidez, cómo no, propia de un origen más cálido que Peumo, sumado a un año caliente y seco como 2020, pero no resta. “Haber aprendido que cosechar antes, explica Cárcamo, permite tener la mayor acidez natural, aporta equilibrio; también vinos más longevos”. Además, se siente que al vinificar y aguar los vinos en envases diferentes a la madera, como son las vasijas de gres, no hay dulzor de más, ni las notas especiadas que aporta la madera; muchas veces buscando tapar el verdor de la fruta. Es definitivamente un carmenère distinto, nacido de la roca. ¿Quién lo diría?

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