La cocina del Grand Hotel Central vuelve a hablar con Barcelona

Alberto Vicente sustituye a Ramón Freixa al frente del City Restaurant con una apuesta firme por la alta gastronomía

Barcelona construyó la Via Laietana para descongestionar el centro a principios del siglo pasado. La Barcelona gótica, la de los palacios señoriales y catedrales participativas se echaba a un lado para empezar a erigir una ciudad moderna, saludable, como preparándola para su renacimiento mundial de los años 90. Ahora, en pleno siglo XXI, esa calle de poco más de un kilómetro de longitud representa como pocas la historia de Barcelona. Enclavada en barrio antiguo, habla con turistas sin menostener a locales, recordándo mediante coches que no se ha perdido de siglo. Es localización imprescindible para vivir la ciudad, conectando su frente marítimo y olímpico con su eje central, dejando a los lados dos de los barrios eternos de la urbe.

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Y es en su epicentro, a pocos metros de la plaza de la Catedral y del Mercado de Santa Caterina, donde un hotel con espíritu – Grand Hotel Central– ha hecho renacer para la Barcelona actual su restaurante –City Restaurant-. Entre murallas y calles de siglo, su lujo bien entedido entronca perfectamente con la historia de la calle y la ciudad. Sentado en su comedor modelable de luz definida y direccional, y confort futuro, entiendes el porqué de la belleza y bienestar de una ciudad mundial de apenas 1,5 habitantes. Entiendes y te relajas.

Estás en pleno centro. Sabes que la calle es un ir y venir perpetuo de curiosos y trabajadores, de prisas y snacks, de sonrisas y lágrimas. Pero estás dentro del City y tu huevo a baja temperatura maridado en copa no te deja pensar en ello. Los colores pastel de las paredes y el hilo musical acorde que acompaña enfatizan la experiencia. La sumiller se acerca: “¿le apatece un tinto joven del Priorat? 100% Garnacha”. Por favor.

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Alberto Vicente

City Restaurant es la nueva apuesta de un hotel con sello Barcelona. Las cocinas del Grand Hotel Central, bajo la batuta de Sergi Fernández, contaron primero con la supervisión de Ramón Freixa. Amigo y colaborador de la cadena a la que pertenece el hotel (Unico), el chef catalán focalizó en Madrid a finales del año pasado, y Fernández apostó a lo grande. El hotel ya era cinco estrellas y su cocina seguiría el camino. Con nueva propuesta y decoración (obra de las interioristas Sandra Tarruella y María José Cabré), City Restaurant luce ahora como nunca, postulándose como una de las referencias de alta gastronomía en el centro de la ciudad.

La esencia que permanece

Es el nexo que emana el propio hotel entre todas las Barcelonas. Por situación, vistas y propuesta originaria, City es Barcelona medieval. De la fisonomía de esa Barcelona pretérita se puede disfrutar mediante cristales; de su arte gastronómico, mediante platos con sello de ciudad. Por confort y carta, City también es presente de ciudad internacional. La brasa y los tiempos de cocción, las técnicas adquiridas por su nuevo chef -un gigantón de metro noventa que sabe lo que hace- y la comidad y lujo demandables en un restaurante de alta gama te devuelven al presente.

El equipo de sala, comandado por la ex Petit Comitè Judit Serrano, te ha dado pistas. Explicaciones, servicio y atención medida. Epíteto excepcional del calor barcelonés, detalles que completan una propuesta que mira a los ojos del gourmet con confianza y seguridad en si misma. Como la que ha tenido Barcelona a lo largo de los siglos. Su comida, su arquitectura, su hospitalidad, su gente.

Alberto Vicente es el nombre del gigante, del valiente chef que capitanea la nueva nao. Con apenas 32 años, este barcelonés sabe de lujo y producto catalán (ejerció como jefe de cocina del hotel Majestic y del Petit Comité de Nandu Jubany), y ha trabajado junto a Fernández para presentar una carta de producto sin disfraces, tradicional y vanguardista, que permite el juego de cocinero entendido que esperas.

Huevo a 63º con guisantes, chipirones y crema de patata

La gastronomía que viaja

Su arte empieza tras una recepción atendida con copa de bienvenida. Ya centrado, viajas a la Barcelona de siempre mediante una sopa de cebolla renovada al horno de leña. Acabada en mesa, un huevo frito que no esperas se rompe con la cuchara. Después, texturas y sabores armonizan. El avión te recoge y cruza Gibraltar para presentar un taboulé orgánico con bogavante y eneldo, y te devuelve a la costas mediterráneas mediante un arroz meloso con gambitas y alcachofas a la brasa de punto perfecto. La merluza de pincho a la brasa con patatas y jabugo permite que vuelvas a jugar a texturas y densidades, entretenimiento sabroso que continua en boca con las albóndigas guisadas con foie y praliné de avellanas.

Es cocina permeable, gustosa y divertida, cocina con los pies en el suelo pero abierta a las mejores propuestas, como lo ha sido la ciudad. Cocina con sello que divierte hasta el final, con un juego de sabores para entendidos. ¿Identificamos productos en el postre? Es crema catalana, piña y coco. La culiminación del viaje. La explosión en la copa. El aterrizaje en la Barcelona mundial. Bienvenidos.

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