"Lo hemos conseguido, Xavi"

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Christian Escribà y Ferran Adrià, dos grandes amigos.

30 J. Cala Montjoi. El Bulli. Los mejores cocineros del mundo y algunos de los héroes de la historia de El Bulli ocupan el parking. En medio, Ferran, Juli, Albert. Los medios más influyentes del mundo disparan cámaras y recargan bolígrafos. Christian Escribà desvela su inmenso bulli de merengue blanco con un colllar de flores «by Patricia Schmidt». Ocupamos El Bulli: los comedores, la terraza -que se convierte en la madre de todas sala de prensa, con servicio de snacks, cava y cerveza-, la cocina, incluso los despachos.

Hoy no estamos en realidad en El Bulli. Hoy estamos en casa de unos colegas que cierran el chalet para trasladarse a una gran mansión. Por tanto, lo celebramos con ruido y risas. No hay preguntas, hay conversaciones. No hay puertas, hay entradas. No hay prisas, hay Mediterráneo.

Después algunos volvemos para la última cena que es la primera, la de la inauguración. Porque hoy, 30 J, festejamos El Bulli Foundation de 2014. Disfrutamos 50 platos exactos, los que sumados a todas las recetas de El Bulli arrojan la cifra de 1846, el año de nacimiento de Escoffier. En la cocina están Redzepi, Aduriz, Achatz, Andrés, Bottura, Roca, Albert, Cuspinera, Lutaud, Raurich, Xatruc, Puig Pey, Bosch. Recordamos platos legendarios. El tuétano con caviar. El reloj de las especias. Y otros. Y los últimos. Y hasta el número 1846, la versión bulliniana del «peach melba», que no es una deconstrucción, sino una declinación de una deconstrucción de una deconstrucción. Y salen todos a la sala. Y es el clamor. Y el estallido.

Y abrimos la puerta y el parking ya no es el parking, sino un club con luces de colores, islas con comida y barras de gin tonic. Y entonces Juli pinchando a los Stones. Y Andreu Buenafuente dialogando con las estrellas, hacia donde sube el pastel volador de Christian con todos los deseos. Y los gin tonics. Y la nostalgia que se cuela entre los cipreses.

«Lo hemos conseguido, Xavi». Me abrazo con Ferran; y en este abrazo breve pero infinito están los kikos en el foie gras y aquella noche de bolsillo compartido y Oriol resolviendo el aire y aquel agosto en que cazábamos cabezas en el Pasarela y las «muntanyetes» de Juli y aquella rubia llorando ante el salmonete vestido de Gaudí y los pulpitos inexistentes y tantas conversaciones densas en la mesa de la entrada y el cenicero lleno de la cocina y la infusión de jamón y el suquet del mediodía y una mañana trepidante en casa de Christian y muchas sobremesas extravagantes en el Bel Air y las piedras contra el mar en cala Montjoi esperando la tercera y el descubrimiento de las texturas en la menestra y l’Hort del Minguet con los «Luíses» y al gran Antonio templando chocolate en la flamante cocina y unos fines de año de glamour y rock and roll en el casino con Marta y Juli y Jacques Maximin y las vacas en la carretera brumosa y la cocina del Mediterráneo y el Jeep Willys y la provocación de la espuma de humo que ya nos proyectó a lo desconocido y Juli Capella hace 30 años en la mesa de la ventana y Christian catando whiskies after hours en la imperial y aquella hostia que me di con el coche en la entrada del Rachdingue y los gazpachos improbables y los ojos de Ferran presentando un nuevo plato y la Borgoña contada por Juli y el arrebato intuitivo de Albert y la primera espuma de judía blanca y la yema de huevo y mi hijo con Isabel en el Acuario y una noche legendaria con Toni Gerez y tantas cervecitas con Xavi Sagristà y las tardes innombrables en Talaia con Carles Abellán y la primera cena con Damián y comiendo snacks y diseñando la primera incursión periodística de Ferran en el Acuario y los primeros congresos de Vitoria -«tío, una pasada»- y la Wurlitzer de Juli y el flash de Robert Crumb y aquel big business que nunca hicimos y esa primera asesoría en el Samoa y devorando marisco en Lo Viejo de Donosti y el ravioli líquido y las piruletas y el huevo caramelizado y los nuevos lavabos y las mesas vacías y el «quito el pan del menú pero no lo escribas que los panaderos se van a cabrear» y el falso spaghetti de dos metros y la piña colada texturizada y el spray con olor a kashba y las alitas de pollo en la Universidad y los «mejores bikinis del mundo» chillados por Juli frente al puerto olímpico y el aire de zanahoria que me enseñó una tarde Albert y la sferificación y haciendo surf en la isla sumergida con Albert y Paco y los paisajes dulces y helados de Albert y la primera cita en Portaferrissa y la xantana y la incomprensión y la lucha y las horas y Rafas y los tiempos duros y los tiempos fáciles y Lavazza y aquel avión privado a Brasil y el Cirque du Soleil y la boda de la hija de Julio Iglesias -«gracias Juli por aquella exclusiva»- y las mariscadas sin fin en el Rías y el jacuzzi de Charlie Watts y el vídeo prohibido de los Stones y el abrigo de Armani y una tarde lluviosa y feliz en el paraninfo de la Universidad de Barcelona y un tren que pillé por los pelos para llegar en hora a Kassel y las gelatinas calientes y los crocantes y Viladecavalls vestida de boda de Juli y Marta y la reina de corazones repartiendo colores en la de Ferran e Isabel y el parking piedra a piedra a mano y las algas frescas y Agustí y David y Fredi y el Gosset y los gin tonics complejos y José Andrés convocando a Júpiter-que nos acompaña al mar negro y vinoso- y los gin tonics y las risas y las risas y las risas.

Llegando a Barcelona un último rayo de sol destella en el capó, cegando por un momento la ciudad. Y en el blanco fulgor del horizonte, súbitamente, se diluyen las nostalgias y comprendo y brillo yo también en el futuro. 2014.