Michelin: más de lo mismo

Más de lo mismo. Y encima, con discursos tan cursis e hipócritas como “la Península Ibérica vive un creciente interés por la cocina que se ve reflejado en el aumento continuo del turismo gastronómico. Nuestros inspectores han constatado, un año más, que el saber hacer de los chefs sorprende en cualquier rincón con propuestas diversificadas, buscando en la excelencia de los productos, las técnicas depuradas y el cuidado en las presentaciones las claves de su cocina”. Pues…

¿Y Andoni? O Sant Celoni, o Àbac. En definitiva, un criterio errático y profundamente injusto. Sé perfectamente que Michelin es una empresa privada y que, naturalmente, tiene todo el derecho a juzgar y premiar sin ni tan siquiera tener que dar explicaciones; pero es vergonzoso ver que sus normas se aplican de distinta manera aquí: sólo hace falta visitar algunos “estrellados” franceses para corroborarlo. Todo ello me lleva a pensar que acaso hay algo más que naufragio conceptual en la confección del pódium español, y que las “normas” que se aplican aquí son bastante menos laxas (y generosas) que las utilizadas en otros países. ¿Por qué? Leyendo un enjundioso artículo dedicado a la cocina española y publicado en Le Monde hace un par de años, se puede adivinar una clave. Entre otras consideraciones negativas, la autora decía que “qué se creen los españoles, con sólo 40 años de historia gastronómica, frente a los franceses, con 300”. Ya ves…

La noche de anteayer, pues, fue otra escenificación del desatino. Cierto que debemos alegrarnos por los “macarons” más que justificados a restaurantes del poderío culinario de Coque, Disfrutar u Hoja Santa, que nos emocionamos con la vuelta al “candelabro” del gran Marcelo Tejedor y que vibramos con todas y cada una de las distinciones concedidas. Pero no nos creemos que, tanto por calidad intrínseca como por comparación, no haya ningún nuevo tres estrellas y haya sido tan parca la segunda. Y, desde luego, resulta siniestro que un gran restaurante como Zuberoa no tenga las tres estrellas que se merece, o que un creativo “off shore” de tanta personalidad como Jordi Herrera (Manairó, Barcelona) haya perdido el astro. El barco de la Michelin navega sin gobernalle…

Y el año que viene, más de lo mismo. Fijo.

[related_post themes=»flat»]