Quién iba a decir que la alta cocina se apuntaría, como las grandes firmas de ropa, a la moda de los «outlet», esas tiendas en las que las principales marcas venden con rebaja sus creaciones de otras temporadas. Eso es lo que hace el cocinero Ricard Camarena, del Arrop (Gandía), en el restaurante que ha abierto con unos amigos en Valencia. En el  Fudd ), por 21 euros, los clientes disponen de un menú diario que incluye cuatro platos, dos postres y bebida. La oferta varía a diario y se actualiza cada semana con los platos que en Arrop van eliminando de la carta.La última colección de invierno que Camarena luce aún en su escaparate de Gandía -a precio de nueva temporada- presenta propuestas atractivas como los guisantes de Llavaneres con caldo de cebolleta verde y trufa; la pescadilla a la llama con patata chafada y jugo de judía verde, inspirado en el tradicional «bullit» valenciano; el calamar con «sang y ceba», que curiosamente no tiene entre sus ingredientes ni sangre ni cebolla, o el cabrito lechal infusionado al carbón, que por la insistencia de los clientes se ha convertido en un clásico que sobrevive a cada renovación de la carta.

Camarena se inspira en las recetas tradicionales de la Safort para hacer una cocina sabrosa y original (a pesar de que para mí en ocasiones se le va la mano con la sal). No intenta centrar el protagonismo en el producto principal, que ya da por hecho que ha de ser excelente, sino repartirlo entre cualquiera de los ingredientes o de las formas de preparación que utiliza, con acierto. Pero la cuestión, como he apuntado antes, es que este cocinero, que ya cuenta con su primera estrella Michelín, ha apostado por buscar nuevas vías que pueden ser útiles ahora que se acercan las vacas flacas.

La idea de Ricard y sus amigos me parece atractiva, sobre todo porque su trabajo ya es, de por sí, interesante. No estaría mal que se montaran nuevos «outlets» gastronómicos para que algunos platos de cocina creativa llegaran a más gente, siempre y cuando éstos ya merecieran la pena en su día y hayan resistido el paso del tiempo. En cualquier caso, si la fórmula no llega a cuajar, si la alta cocina con descuentos no se pone de moda, lo cierto es que, para bien o para mal, seguirá habiendo muchas otras maneras de degustar viejas obras de los  grandes chefs sin pisar sus comedores. Pero ahí ya entramos, como en la moda, en el terreno de las falsificaciones. Y ya se sabe que tal como las marcas más lujosas se exponen a ese riesgo con sus chaquetas, sus bolsos o sus relojes, tampoco los grandes cocineros lo tienen fácil para librarse del copión, ya sea anónimo o con nombre y apellidos. Pero ese ya es otro asunto.