Señora Ruscalleda

Es fantástico que los restaurantes de Joan Roca y Andoni Luis Adúriz ocupen el segundo y tercer puesto entre los mejores del mundo. Celebro también la presencia de Arzak en el top ten y la de otros nombres como Berasategui, Etxebarri, Sant Pau, Akelarre o Quique Dacosta en la famosa lista de Restaurant. No me extenderé recordando, como se ha repetido estos días, que esa presencia demuestra que la cocina de vanguardia española mantiene, de momento, su liderazgo. Se han señalado también, especialmente después del interesante artículo publicado por Lisa Abend en The New Yok Times, los aspectos que deberían mejorar en las votaciones, sobre todo para asegurar que quienes participan en ellas hayan comido en los establecimientos elegidos en el periodo que se les exige.

Pero hoy quiero fijarme en otra cuestión: la nueva categoría de premio, esponsorizado por Veuve Cliquot, a la mejor chef femenina del mundo, que se ha entregado a Anne-Sophie Pic. ¿Vieron que el nombre de Carme Ruscalleda no aparecía entre las finalistas? A esta magnífica cocinera le han preguntado en innumerables ocasiones si se había sentido discriminada por el hecho de ser mujer y trabajar en un mundo predominantemente masculino, a lo que siempre ha contestado que no. Ella juega en la misma categoría que sus colegas, independientemente de su sexo. Y esta vez no ha querido hacer una excepción participando en un juego que ha empezado premiando a la mejor cocinera femenina y que podría seguir, en próximas ediciones con un premio al mejor chef negro o al mejor cocinero asiático.

Ruscalleda compite, como los demás, en los valores de calidad, ideas, servicio y equipo humano. Y sabe que si la señora Cliquot aún viviera, preferiría que la valoraran por su champaña que por su sexo. Un brindis por ambas. Esta vez con cava.