"Últimos bares con Teresa", la evolución de Barcelona a través de sus bares

Los bares, también los restaurantes, pueden servir de ejemplo perfecto para auscultar la evolución, el paso del tiempo y el estado de una ciudad. Quién, cómo y dónde. Vocabulario, bebidas y maneras de servir. Un aguardiente, un saludo, un cuba-libre, un frac o un chupito. Nomenclator volátil –caduco o moderno- de la vida en el bar que se pierde y se gana con el paso de los años. Usos y costumbres que indican y que hablan de las características de la sociedad que los habita. Diferencias plausibles que hablan de cómo se vive, fáciles de identificar para quien tiene una edad, tampoco complicadas para quienes usamos libros.

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Ésta ha sido la excusa utilizada por el colectivo Cultibar para hablar de diferencias y encontrar similitudes, para conocer las realidades que presentaban los bares de la Barcelona de mediados del siglo pasado y compararlas con su estado actual, para encontrar su esencia, la base del porqué los utilizamos. Y es fácil: la vida pasa en los bares. Allí comentamos, discutimos, arreglamos, nos enamoramos y rompemos. Sirven para cerrar un acuerdo laboral o para sentenciar tu vida amorosa. Para celebrar un nacimiento o un título de liga, y para llorar una pérdida o un penalty. Da igual tiempo, tapa o bebida.

Con esta premisa, el libro de Juan Marsé «Últimas tardes con Teresa» simplemente nos ha servido de guía. La novela escrita por el escritor del Guinardó en los años 60 pero ambientada en los años 50 refleja una historia de amor imposible entre un buscavidas del Carmelo y una universitaria burguesa de Sant Gervasi. Una historia de sueños y anhelos (personales, amorosos y políticos) entre dos Barcelonas diferentes pero complementarias, mundos opuestos que Marsé plasma mediante personajes al límite que también se encuentran en los bares.

Ultimos bares con Teresa

La historia evoluciona en el barrio obrero del Pijoaparte con el Delicias y el Tíbet, en la zona de confort del entorno de Teresa Serrat con el Bar Escocés de Mandri o el Bagatela de Tuset o por el Raval interclasista del extinto Saint Germain des Prés o el presente Pastís. Algunos han cerrado, otros han cambiado de nombre o propuesta, pero cuatro permanecen al pie del cañón para hablar del paso del tiempo y el cambio aparente de culturas en la ciudad. Son testigos inmutables de una Barcelona cambiante, que hablan del ayer y del hoy a través de sus propietarios.

“Antes habría gente que aquí no se atrevía a entrar”, “este es un reducto de los que queda de aquella Barcelona divertida”, “nos hemos transformado de cara al turismo” o “hasta aquí los taxis no querían subir. Decían que era peligroso” son frases que aparecen en el documental y que sirven de radiografía de una ciudad a través de sus bares. Porque en el libro, como en la vida, los bares son un escenario más.

 

Os ofrecemos a continuación el documental «Últimas bares con Teresa» (9:45min):

 

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