Yo también quería ser actriz

Me encontraba en un taxi, dispuesta a disfrutar una suculenta zarzuela de pescado cocinada por el nuevo grupo de cocineros de Barceloneta Cuina, que el lunes se presentaban en el restaurante Lluçanès, cuando me comunicaron que el colega  experto en espectáculos que debía cubrir la información sobre la actuación teatral de Santi Santamaria, no iba a poder asistir. Así que le pedí al taxista que me dejara en el teatro Romea y cambié la zarzuela por otro género que no sabría clasificar exactamente.

Cartel promocional de la fábula representada en el Teatro Romea
Cartel promocional de la fábula representada en el Teatro Romea

Allí me encontré al chef subido al escenario, declamando con buena dicción y divertido, sin ánimo de disimular la gracia que le hacían sus propias bromas: la historia, escrita por él mismo, contaba en tono de humor el caso, que situaba en el siglo pasado y en la zona del Montseny, de una vaca frisona de cuyas ubres un buen día empezó a brotar champán. Ésta y su propietario se volvieron famosos en el mundo entero donde todos querían sacar provecho del fenómeno. Hasta que otro día el prodigio se acabó y volvió a dar leche. Al analizarla, se descubrió que unos residuos químicos que habían contaminado el ferraje habían sido los causantes de esa falsa ilusión del champán, que en realidad nunca había sido otra cosa que leche alterada.

Escuché atenta tanto la actuación de Santamaria como la intervención de sus amigos -algunos leyeron textos conocidos, otros supongo que de su propia cosecha o cocinados por el chef-. Al salir, no tenía muy claro si la cocina de vanguardia era la vaca o la ubre, si Ferran Adrià era el pastor, la vaca o la misma ubre. Más bien diría que había momentos en que eran una cosa u otra, según requería el guión.

Se me abrió el apetito pensando en el pescado de la lonja barcelonesa y en los deliciosos espaguestis a la carbonara que, casi adolescentes, preparábamos con mi amigo David en el terrado del Romea donde su madre, actriz, tenía una minúscula casita que a mí me encantaba y donde, a veces, comíamos antes o después de ir -gratis- al teatro. Y seguí regresando al pasado: y me acordé de cuando iba a las monjas y me encantaba escribir dramas o comedias y luego protagonizarlas en el teatro del colegio, que me parecía maravilloso. Entonces, lo confieso, yo también quería ser actriz.