El desaguisado - Fernando Huidobro

Con estos articulillos venustos y venusinos que me publican en estas páginas de gastronomía vengo ensalzando las maravillas de la cocina, las bondades de las cosas y las gentes del comer y los parabienes que todo ello conlleva, haciéndolo machaconamente como si lo hubiera aprendido en viernes. Pero me he percatado ahora, es decir, tarde, mal y por necesidad y agotamiento de ideas, que hay una veta inexplorada a la que acogerse: el intacto filón del reverso tenebroso.

 Sí, aunque algunas malignidades de la vida culinaria hayan sido ventiladas en los medios, véase el provocado y malintencionado incidente Santamaría versus el mundo mundial y algunas otras, en realidad son sólo una facción del mal, la parte broncosa y rosada de la cosa. Pero como ustedes se pueden imaginar esto es únicamente la punta del iceberg, por debajo subyace el mogollón, la pringá grasienta y sangrienta de los que pringan y sangran en y alrededor de los fogones. 

Si atendiéramos a la información habitual, tendríamos que pensar que todo lo que se cuece en esta olla comunal es gloria bendita: comilonas, viajes, congresos, entrevistas, comedores llenos, fotos, maravillosas recetas, buen rollito, diversión y disfrute. Nada más lejos de la pura y sacrosanta veritá.

El desaguisado existe. Es el horror de las cocinas, la restauración, la hostelería, la gastronomía y sus mil y una caras sombrías: la dureza del trabajo en cocina, los horarios, los gritos y la tensión, la provisión de productos y la pelea con los proveedores, el aprendizaje, los stages, la conservación y la reposición, la puesta al día y la renovación, los clientes y sus exigencias, las inversiones, el personal y sus sueldos, las relaciones públicas, los malos rollos, lo que sale mal, los fallos, la sala, los vinos y la sumillería, el estocage, la carestía y los precios, la carta, las broncas, la ausencia de reservas, las críticas y los críticos, las guías, que te pongan a caldo, el local, sus dimensiones, decoración y ubicación, la rutina y el agotamiento de ideas, la desgana y la desidia, … la lucha, la pelea, el miedo al fracaso y el fracaso mismo. Hasta el éxito pesa. 

Créanme, no es fásil. Es un mundo difichile, un futuro incherto.