Oviedo descubre la ciencia de la cocina - Redacción

Redacción

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Por qué se corta la mayonesa, cómo es la piel de una cebolla vista al microscopio o qué pintan tienen las células que componen el jamón serrano pueden parecer cuestiones más próximas a la gastronomía que a la Universidad, pero su respuesta está en la ciencia. Una disciplina capaz de transformar la vida cotidiana y que puede ser «divertida», según pudieron comprobar ayer los curiosos que se acercaron al Edificio Histórico de la Universidad de Oviedopara vivir «La noche de los investigadores». Pero además de la diversión, este proyecto de la UE, que implica a 250 instituciones europeas, esconde otro objetivo: «Fomentar la cultura científica en los jóvenes», en palabras del rector de la institución académica asturiana, Vicente Gotor, que acompañó a quienes ayer descubrieron la ciencia que se esconde en la cocina.

Oviedo fue, junto a Madrid, Alcalá de Henares, Móstoles, Fuenlabrada, Gerona, Murcia, Burgos, Las Palmas de Gran Canaria y Santiago, una de las diez ciudades españolas que ayer participaron en este proyecto. «Aquí lo hemos orientado, desde el punto de vista científico, comparando la investigación con la cocina», explicó el vicerrector de Investigación, Santiago García Granda. Otro químico, como el rector, que en sus años de estudiante tuvo que sufrir el apodo de «cocinero», por dedicarse a una especialidad que, a partir de diferentes ingredientes, obtiene un producto nuevo. Lo mismo que en la cocina, de ahí el título elegido para la actividad celebrada en Oviedo: «Cena con la ciencia».

A través de cuatro actividades diferentes, el público -en su mayoría niños- se mostraba sorprendido por la trascendencia científica de asuntos aparentemente normales. La bocas se abrían al ver la cantidad de bacterias que crecen en los dedos cuando no se lavan las manos. Seres que se transmiten a los alimentos «si los cogemos con las manos sucias», advertía a los pequeños aprendices de científicos uno de los investigadores encargados de los experimentos.

En 45 minutos, menos de lo que dura una clase en el colegio, los niños aprendieron de forma práctica cómo la pasta de dientes bloquea los ácidos que favorecen la aparición de la caries dental. También descubrieron el aspecto que tiene, a través del microscopio, el polen de la flor del manzano o los cristales que se forman al disolver azúcar en el agua.

Una de las actividades que congregó a un mayor grupo de seguidores fue la denominada «Química entre fogones». «¿Cómo saber si una fruta tiene almidón?», preguntaba la investigadora. La respuesta, «diez gotas de agua del grifo y una de desinfectante», suficientes para volver azul -a causa de la presencia de este hidrato de carbono- un pequeño trozo de plátano.