Coma Coffee Roasters, la otra sorpresa de Andorra

El café de Coma Coffee Roasters es una de las sorpresas de esta nueva Andorra que visito. La responsable es Claudia Coma, la cuarta generación de una familia de tostadores de café que empezó tostando los domingos en las plazas de los pueblos, y hoy mantiene dos líneas de trabajo. Un café, El Conseller, para el mercado local y los café de origen de Claudia, destinados por el momento a la exportación. Francia e Italia son sus mercados principales.

Ignacio Medina

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Claudia Coma tuesta pequeños lotes procedentes de los cuatro continentes cafetaleros.

Una de las sorpresas de esta nueva Andorra, en la que se venden más joyas que electrónica y se va hablando menos de los bancos, es su café. El que se cultiva muy lejos de allí -el cafeto más cercano crece en Adeje, Tenerife, a 2294 kilómetros en línea recta- y Claudia Coma se ocupa de tostar y a veces mezclar para conseguir sus blend en la planta de Coma Coffee Roasters, en Andorra La Vella. Encontré a Claudia con su cafetera junto a la entrada de Andorra Taste, y me quedé enganchado a sus cafés y su discurso pausado, sereno y realista. La familia Coma tuesta café en Andorra desde hace cuatro generaciones, para un mercado condicionado por la costumbre y el bajo nivel de exigencia; Claudia volvió a Andorra y dejó la restauración para dar un cambio de rumbo a la estela familiar. El santo y seña es simple, aunque se entienda como un atrevimiento en un mercado tan peculiar como el andorrano: calidad.

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Claudia Coma es la creadora de Coma Coffee Roastr.

El primer café que pruebo hace saltar las alarmas. Viene de Costa Rica y ha sido cultivado y procesado exclusivamente por mujeres en Terrazú (San José), al sur de la capital. La rareza ya no está solo encontrar un micro tostador de cafés de especialidad en Andorra La Vella; se duplica cuando encuentras un café de mujeres en su gama de productos. Dos rarezas ya no son casualidad. Es serio y amable a la vez, ofrece notas como achocolatadas que se mezclan con frutas y especias. Más de lo que llegaré a probar hasta la vuelta a Lima.

 

Hay una peculiaridad que distingue esta muestra de café, elaborada a partir de la variedad caturra. Es un honey amarillo. Significa que la cereza del café ha sido semi despulpada antes de y fermentarla extendido al sol; una fermentación natural con menos pulpa. De los tres honey -amarillo, rojo y negro- es el que menos contacto tiene con la pulpa, pero asoman las notas melosas que nacen del proceso. La bolsa explica el origen del grano, la historia del productor, el lugar donde cultiva y sus características. Han sabido entender el último giro de un mercado que quiere ir más lejos de la etiqueta que distingue al producto orgánico. Ahora busca identidad y responsabilidad por encima de lo otro.

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Controlando el tostado de un café.

Todo son sorpresas en esta historia. La del bisabuelo con el que arrancó la saga, tostador ambulante que ejercía en las plazas de los pueblos y prosperaba, como luego hizo su abuelo, aprovechando los vaivenes de guerras y entreguerras. Cuando el conflicto era en Europa, vendía en España, cundo el disparate cruzaba la frontera, el café era en España vendían en Francia.

Me da tiempo a probar dos cafés más entre los diez que ofrece el catálogo de la empresa. Uno viene de Brasil, de Mantiquira de Minas, y el otro es un blend de Brasil, orgánico mexicano y supreme Colombia. Me quedo con ganas de probar el resto de la gama; el orgánico de México, el colombiano de Villaventura, en Huila, un Sumatra Mandelhing, un Australia Skybury, un Ruanda Ingagi y un Kenia Massai AA. Por el momento miran más al mercado exterior que hacia casa. La gama es muy dinámica.

 

“Compro máximo dos o tres sacos, para tener mucha rotación poder ofrecer cafés de orígenes diferentes”. Por el momento, se maneja en los cuatro continentes cafetaleros (Europa solo puede presumir de la rareza de Adeje, en Canarias). ¿Qué busca en cada lugar? “Depende del proceso de fermentación, pero los africanos tienen un punto de acidez muy limpio que me gusta, en Centroamérica son muy florales y Sudamérica proporciona la elegancia”.

 

Hace un año y medio, la Comunidad Económica Europea firmó un tratado de libre comercio con Andorra, que abre la puerta de la exportación a los productos del principado. Fue importante para empresas como Coma Coffee Roaster, la micro tostadora de Claudia, que ha podido buscar clientes en Francia e Italia. Empezaron en febrero y van abriendo camino.

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Mesa de cata en Coma Coffee Roaster. Foto: Coma.

Claudia es cocinera de formación. Trabajó con Nando Jubany y Carles Gaig antes de volver a Andorra y abrir su propio restaurante. Cinco años después, los hijos y los horarios la acabaron llevando al negocio familiar. “Cuando empecé a tostar descubrí otra pasión”, me dice mientras compartimos uno de sus cafés. Andorra es un país pequeño y, por lo que veo, con poca cultura alrededor del café, acostumbrado a tostados altos y mezclas con torrefactados. Claudia es optimista. “Poco a poco va cambiando. En las grandes ciudades están abriendo muchos micro tostadores y cafés de especialidad, y eso acabará llegando a Andorra”. Por ahora “el recibimiento no ha sido malo, pero la gente no está acostumbrada, por eso intento exportar. Necesitamos un poco de tiempo. Cada día se habla más de café de especialidad y las grandes marcas de café van sacando gamas más premium y eso acostumbra al mercado. Además, Andorra se ha abierto mucho y hay mucha gente que viene de fuera, viaja y está acostumbrada a tener cafés de especialidad”. Su objetivo es abrir un café de especialidad en Andorra

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