Silencio, naturaleza, paz… esas serían las palabras que definirían el entorno de la bodega Can Marlès. Un proyecto que este año se apunta al enoturismo y que ofrece no solo actividades relacionadas con el vino sino también alojamiento rural en un paisaje idílico.
Can Marlès se ubica al abrigo de las montañas de Montmell, en Tarragona, a unos diez km del reconocido Monasterio de Santes Creus -y su ruta del Císter-, y a unos 20 km de Valls, cuna del calçot -producto emblemático de la cocina catalana que inicia ahora su temporada y que, por tanto, es protagonista de una amplia y sabrosa oferta gastronómica, las famosas calçotadas-. Si a esto le añadimos que el paisaje cuenta con varias opciones para disfrutar de la naturaleza -excursiones a cuevas y pozos, espeleología, rutas para hacer a pie, en bici o a caballo y una flora donde especias como la lavanda, el tomillo o el eneldo crecen casi en cualquier rincón- y lo unimos a las actividades de la bodega –catas, almuerzo entre viñas, conciertos al atardecer, degustación de productos…- es innegable que el lugar es único para disfrutar del vino y la naturaleza y desconectar.
Argumentos no faltan. La propuesta enoturística de Can Marlès ha ido creciendo a medida que sus propietarios iban descubriendo lo que el entorno paisajístico podía ofrecer a los amantes de la naturaleza. Además, la finca cuenta con una ventaja: unas antiguas masías que están rehabilitando para convertirlas en el espacio idóneo para descansar y vivir la experiencia rural. De hecho, ya hay dos listas. Una que, por ahora, destinan a organizar comidas, catas y algún concierto y la otra, con capacidad para seis personas, equipada con calefacción y cocina y además, situada junto a una elegante piscina. En éstas, y en las futuras, se cuenta –y contará- con wi fi durante el día. Una opción también para aquellos que busquen un entorno tranquilo para trabajar y dejarse llevar por las musas. La rehabilitación de las masías sigue una premisa básica: respetar su arquitectura y estética original (y así potenciar su integración en el paisaje). Eso sí, están equipadas con las comodidades del presente. En proyecto hay una tercera, con capacidad para doce personas, cuyas obras están previstas que finalicen a principios del año que viene. Cerca de ella, se construirá un helipuerto que servirá tanto para facilitar las tareas relacionadas con el entorno natural (bomberos, servicios sanitarios…) como para aquellos que busquen un plus de exclusividad. Se pueden alquilar durante todo el año.
La bodega y los vinos
La finca cuenta, actualmente, con cinco hectáreas de viñas (aunque el objetivo es ir aumentado el área de cultivo) donde crecen chardonnay, sauvignon blanc y tempranillo. Estas tres variedades de uva dan lugar a sus tres monovarietales. Los vinos están adscritos a la D.O. Penedès y tienen una producción de unas 12.000-15.000 botellas. Todos son ecológicos. A destacar que en 2010 el chardonnay ganó la Hoja Dorada en la edición Vinum Nature, con la puntuación más alta entre los vinos de su categoría, y en 2013, junto al tempranillo obtuvieron la medalla de plata en el Concurso Internacional de Bruselas. A modo de peculiaridad, la bodega convive con un grupo de alpacas que reside junto a las viñas, una «familia» que suele llamar la atención, sobre todo, de los más pequeños.
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