El barón de la Sonsierra - Redacción

Redacción

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Benjamin de Rothschild
Benjamin de Rothschild

Le apasiona la caza mayor: posee una finca de 350.000 hectáreas en Mozambique donde corren antílopes, elefantes y leopardos. En el salón-bar africano de su palacete del lago Leman (donde la emperatriz Sissí pasó su última noche antes de ser asesinada por un anarquista italiano en 1898 y donde cuelgan cuadros de Velázquez y Picasso) se suceden las cabezas de hipopótamo y de antílope y los colmillos de elefante. Algunas piezas han sido cazadas por él mismo.

Le encantan los coches: con 21 años se compró un Porsche especulando con las cotizaciones del cacao y del café. Además de varios Ferraris ‘customizados’, nuestro hombre pertenece al exclusivo club de ferraristas que compran los coches rojos rodados en los grandes premios de Fórmula 1. Tiene ya los que manejaron Massa y Schumacher y pronto caerá alguno de los empleados por Fernando Alonso… De vez en cuando, los pone a 350 por hora en circuitos oficiales.

Lleva la navegación en la sangre: su antepasado, el barón Adolfo de Rothschild, se hizo construir en 1876 un vapor para pasear a la buena sociedad europea por las aguas del suizo lago Leman. A la pequeña goleta a vapor, ‘Gitana I’, no le faltaba carácter: durante una prueba batió el récord mundial de velocidad de la época al alcanzar 20,5 nudos. Su descendiente es propietario del Gitana Team, veleros que ostentan el récord de la travesía del Atlántico y que compiten en la Vendée Globe y en campeonatos para multicascos.

Le gusta el mundo del vino: posee el 10% del mítico Château Lafite Rothschild (en Pauillac, cada botella de su 2005 se vende a 1.007 euros), propiedades en Burdeos y Saint-Émilion y bodegas en Argentina y Sudáfrica. Ahora acaba de asociarse con Vega Sicilia para producir vino de Rioja.

Este hombre multifacético, que no tiene móvil y adora los cómics, se llama Benjamin de Rothschild (Neuilly sur Seine, 1963), es hijo del banquero Edmond de Rothschild y de la actriz Nadine Lhopitalier, está casado con Ariane y tiene cuatro hijas muy rubias. Preside el grupo financiero LCF Rothschild dedicado a la gestión patrimonial de grandes fortunas y al manejo de activos financieros (unos 100.000 millones de euros en 2008). El pasado año, Benjamin de Rothschild estaba considerado como la 22ª fortuna de Francia, con unos 2.000 millones de euros de patrimonio.

«Benjamin de Rothschild se dirigió a nosotros hace siete años, con la idea de hacer juntos un vino en España. Le propusimos hacerlo en Rioja, un lugar donde nosotros queríamos estar presentes. Le hablé de que se necesitan muchos años, no menos de doce o catorce, para hacer las cosas bien. Me respondió que no tenía prisa», sonríe Pablo Álvarez, director general de Vega Sicilia al recordar aquellos primeros encuentros con el banquero.

Hoy, la sociedad conjunta es la primera propietaria en una de las comarcas más reputadas en el mundo del vino y tiene previsto invertir 26 millones de euros en Rioja en los próximos años. Los zapatos de Rothschild han pisado ya en un par de ocasiones las viejas viñas plantadas en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja) y en Páganos (Rioja Alavesa) y se han cubierto del blanco polvo de sus majuelos.

Siete años de misterio

Pablo Álvarez confirma que la nueva bodega (para la que aún no hay una ubicación definitiva) se centrará en producciones «cortas» (unas 350.000 botellas anuales) y aplicará un concepto «bordelés» de marca. La bodega ‘Benjamin de Rothschild y Vega Sicilia’ creará una primera etiqueta «preferente» y un segundo vino. «Y la uva que no nos sirva, se eliminará», apunta Álvarez.

Han sido siete años de misterio. Siete años en los que, unos anónimos y acaudalados compradores, han ido haciéndose, de forma discreta pero implacable, con pequeñas fincas en la comarca riojana de la Sonsierra. Pagaban bien. Muy bien. A 90.000 euros la hectárea. Han comprado algo más de cien, pero han necesitado cerrar setenta operaciones, tan repartida está la buena tierra en Rioja. «Y sabían bien lo que buscaban», dice un vecino de la comarca. Cepas de mediana edad, viñas maduras o viejas, no demasiado productivas, pero de gran calidad y asentadas sobre terreno de cascajo, canto rodado y graveras. Majuelos con personalidad y buen drenaje. Setenta de esas hectáreas están en San Vicente de la Sonsierra y, el resto, en la zona de Ábalos, en Rioja Alavesa.

Chateau Lafite Rothschild 1999
Chateau Lafite Rothschild 1999

«Si vienen a San Vicente es porque saben que aquí está la mejor uva de la Rioja», se esponja Benjamín Romeo, patrón de Bodega Contador y cuyo Contador 2006 (707 euros/botella) fue calificado con 100 puntos por la guía ‘The Wine Advocate’, de Robert M. Parker al igual que su Contador 2005. «San Vicente es el patrón de todos los viticultores del mundo… por algo será», señala Romeo.

«La llegada de grandes bodegas que quieren hacer las cosas bien es una buena noticia y un reconocimiento a una zona excepcional como la Sonsierra», apunta el enólogo Marcos Eguren, del Grupo Eguren, también en San Vicente. Una de sus propiedades, la bodega Numanthia-Termes, en Toro, fue adquirida hace tres años por el primer grupo mundial de lujo Louis Vuitton-Moët Hennessy (LVMH), por unos 25 millones de euros. Palabras mayores y toda una demostración de cómo saben hacer vino las gentes de esta zona.

Juan Carlos López de Lacalle, otro 100 Parker con su Viña El Pisón 2004, elaborado en la cercana Laguardia, se suma a la bienvenida de sus colegas. «Son gente con músculo y saben dónde vienen», precisa.

Así que, en poco tiempo, las curtidas gentes de la Sonsierra, podrán cruzarse en la barbacana de la iglesia de Santa María la Mayor con todo un personaje como Benjamin de Rothschild. El financiero se define como un tipo «sin ego», poco amigo de frecuentar a banqueros y políticos así que lo tendrá fácil con los cordiales riojanos. Sus pasiones diversas tal vez le sirvan para escapar de ese mundo terrible. El propio banquero refirió al periodista Patrick Bonazza una anécdota feroz. Su padre, el banquero, murió una medianoche de 1997. A las 8 de la mañana del día siguiente, cuando su desaparición no era todavía oficial, Benjamin recibió en su casa la visita de dos agentes de Sotheby’s y de Christie’s que le propusieron hacerse cargo de las obras de arte del finado. «Aquello me trastornó», recuerda. Quienes le conocen le definen como un tipo solitario y salvaje, un carácter marino. «No soy muy sociable», admite.

Su biografía está llena de momentos que rozan el esperpento. En una ocasión, y mientras probaba un visor láser en su casa parisina (en la misma calle del Elíseo, sede del palacio presidencial francés), la Policía creyó que manejaba un arma y fueron a por él. Benjamin temió por su vida. Luego, presentó una denuncia contra los agentes.

«Si lo lee mi padre me deshereda»

Mal estudiante, coleccionista de liceos en su juventud, se formó en el mismo internado de Ginebra donde se educan ahora sus cuatro hijas. Para un trabajo de filosofía preparó una redacción con el título ‘¿La injusticia reside en un injusto reparto de la riqueza o en el mal uso que se hace de ella?’. Le pusieron un sobresaliente 18 sobre 20, pero todavía ríe cuando lo recuerda. «Si mi padre lee aquello, me deshereda», dice.

Ligado al mundo del vino y propietario de una participación en Château Lafite junto a David, Edouard y Eric (aunque sea su tía Philippine la que está detrás del mítico Mouton Rothschild), participa con la familia Rupert en viñedos de Sudáfrica y con Laurent Dassault (el industrial aeronáutico) y el enólogo Michel Rolland en bodegas en Argentina. Ahora, el financiero francés acaba de establecer lazos con otra familia integrante de la exclusiva liga ‘Primum Familiae Vini’ como los Álvarez, de Vega Sicilia. En pocos meses, Benjamin de Rothschild será todo un barón de la Sonsierra. «Y que todos lo veamos», pone el punto final el bilbaíno Pablo Álvarez.