Durante tres décadas, el Valle chileno de Casablanca, ubicado en la Región de Valparaíso, entre la cordillera de la Costa y el Océano Pacífico, se ha contado a través del sauvignon blanc que domina el paisaje costero desde la década de 1990. Chardonnay y pinot noir acompañaron ese relato con la promesa de un estilo borgoñón adaptado al clima frío chileno. Pero, en paralelo a ese éxito, el valle también ha enfrentado años complejos: sequías persistentes, heladas tardías, problemas de corredura, reducción de superficies plantadas y un enoturismo menos dinámico.
En ese contexto, un movimiento silencioso comenzó a gestarse. Cuatro enólogos que fueron encontrando en el malbec —junto con el syrah y el cabernet franc— un nuevo lenguaje para Casablanca. Una identidad tinta moderna, costera, floral, tensa, capaz de mostrar otra cara de un valle que busca renovarse. Cuatro proyectos distintos, pero unidos por una misma intuición.
La Trampa y el giro filosófico: Alberto Guolo en Casas del Bosque
El malbec llegó a Casas del Bosque por obra de Grant Phelps, quien plantó media hectárea en una ladera protegida del sector Las Dichas, el rincón más frío del valle. Fue una apuesta casi experimental, pero el viñedo planteó un desafío enorme: una variedad vigorosa en un clima frío, muy sensible a heladas primaverales y correduras, con rendimientos que podían variar drásticamente dentro del mismo cuartel.
Alberto Guolo encontró la clave separando esa media hectárea en dos mundos: arriba, suelos pobres y rocosos que producían fruta más concentrada; abajo, un vigor desbordado por acumulación de humedad y materia orgánica. El malbec obligó a pensar la gestión cuadro por cuadro: riego independiente, manejo de canopia, desbrotes diferenciados. En 2019 y 2020 solo utilizaron la parte alta; hoy, con aprendizajes acumulados, el cuartel completo llega a calidad para La Trampa.

Guolo describe el malbec de Casablanca como una variedad aromática, floral, vibrante, pero algo más corta en boca. “Solo, le falta un peldaño”, admite. En el syrah —variedad con larga historia en la bodega— encontró un socio natural. Syrah y malbec juntos, dice, permiten “elegancia sin peso”, un vino más etéreo y tenso.
El año 2021 fue decisivo: lluvias mal manejadas y un equipo agrícola en transición produjeron un malbec débil, sin la identidad que buscaban. Fue el inicio de un quiebre conceptual: La Trampa dejó de ser solo un vino y se transformó en una idea, un personaje imaginario que guía las decisiones hacia un estilo costero, floral, de tensión, sin dulzura, sin pesadez. Los depósitos de concreto importados desde Francia han sido clave en esa evolución.
Casas del Bosque redujo de 240 a 140 hectáreas en los últimos años, no por producir menos, sino por falta de agua y por la necesidad de priorizar la alta gama. En ese contexto, plantar dos hectáreas adicionales de malbec —y también cabernet franc— es una señal de convicción. “Me alegra ver que otros enólogos del valle se subieron al carro del malbec”, dice Guolo. “Siento que tiene mucho potencial para Casablanca, especialmente en mezcla.”
Loma Larga y la mirada pionera: Tamara Baeremaecker
Si hay una bodega que anticipó el movimiento tinto en clima frío, esa fue Loma Larga. Mucho antes de que el valle imaginara esta segunda capa de identidad, ya estudiaban a fondo suelos, climas y exposiciones para apostar por malbec, syrah y cabernet franc. Las primeras plantaciones tintas datan de 2001: syrah y franc en exposiciones norte, y malbec en un sector de suelos franco-arenosos que ofrecían mejor aireación para una variedad sensible.
La propiedad, completamente en laderas, está protegida por cerros que generan un microclima sin vientos fríos de la tarde. Ese resguardo ha sido clave para que estas variedades maduren sin perder frescor. Durante años llegaron a manejar 140 hectáreas, pero hoy trabajan con 70, enfocadas en calidad y en abastecer su producción al 100%.

El malbec de Loma Larga se expresa con frescura crocante, jugosidad, tanino sedoso y un perfil floral que lo distingue del estilo argentino. Para Tamara Baeremaecker, se trata de un vino amable, que destaca tanto en su versión monovarietal como en mezclas. En Quinteto, su ensamblaje clásico, el malbec aporta fruta fresca y esa nota floral que equilibra la estructura del syrah y la verticalidad del cabernet franc.
“Hay lugar para tintos en Casablanca”, afirma Tamara. “Son frescos, frutales, jugosos, muy amables. Y como valle somos un territorio chico; trabajar juntos es natural”. De hecho, participó en las reuniones donde los enólogos discutieron la idea de una marca colectiva basada en malbec, un intento de replicar el espíritu colaborativo de VIGNO.
Loma Larga mantiene 5 hectáreas de malbec, además de sus monovarietales de syrah y cabernet franc, todos en clima frío costero. Su historia demuestra que la identidad tinta del valle tiene raíces más profundas de lo que parece.
Matetic y el “triunvirato fresco”: la visión de Julio Bastiás
Cuando Matetic plantó su campo de San Antonio (comuna de Casablanca) en 1999, ya estaban convencidos de que el syrah podía tener un futuro extraordinario en clima frío. Plantaron los primeros clones franceses de Chile en esa variedad, y también probaron carmenere y cabernet sauvignon, que no funcionaron. El malbec, en cambio, mostró desde temprano notas violetas, especiadas y un paladar graso, señales de adaptación al clima costero.

La nueva generación de plantaciones —entre 2017 y 2018— cambió el panorama por completo. Injertos limpios, porta injertos modernos, manejo biodinámico, zonificación de riegos y suelos graníticos dieron forma a un proyecto más ambicioso: un vino nuevo que saldrá al mercado en 2026 bajo línea Matetic.
La mezcla: 1/3 merlot, 1/3 malbec, 1/3 cabernet franc.
“Es un triunvirato muy bueno”, explica Julio Bastiás. El malbec entrega floralidad y grasa; el franc aporta tensión; el merlot —hoy mucho más cualitativo gracias a clones 347 y 348— ofrece frutosidad limpia y sin deshidratación, problemas comunes en las plantaciones antiguas.
Para Bastiás, estos tintos representan un estilo más moderno que el syrah clásico del valle: vinos tensos, especiados, frescos, sin renunciar a densidad. “El clima costero da una expresión difícil de encontrar en zonas cálidas”, dice. Y agrega algo clave para el futuro del valle: “Este malbec es más vendedor que el syrah. Puede seducir al consumidor y refrescar la imagen de Casablanca, que hoy está alicaído por falta de agua y por un enoturismo menos atractivo”.
Casa Tinta y la precisión del malbec costero: Ricardo Baettig
Ricardo Baettig, enólogo de Viña Morandé, vio en Loma Larga la pista inicial. Ellos tenían tintos que funcionaban bien en clima frío, y eso alimentó su propia inquietud. Morandé contaba desde 2004 con franc, merlot y syrah, pero faltaba una variedad que aportara otro tipo de energía. El malbec apareció como la respuesta.

Plantado en 2012 en suelos rojos del sector Ovalle, el malbec mostró aromas florales, estructura compacta y alcohol moderado. Baettig lo asoció de inmediato a viñedos de altura en Mendoza. Sin embargo, necesitaba más volumen y redondez, por lo que comenzó a mezclarlo con syrah; y para dar verticalidad, usa siempre un pequeño porcentaje de cabernet franc.
Así nació Casa Tinta, que en sus primeras cosechas tuvo entre 68% y 78% de malbec. Un vino moderno, frutal y jugoso, que ha logrado buena recepción en crítica y en el canal on trade. “Me interesa que mis vinos sean ricos, bebibles”, dice Baettig. “Este malbec de clima frío lo logra: es atractivo, profundo y muy fácil de tomar.”
Casablanca también ha sufrido sus años difíciles, pero Baettig ve en estas variedades un camino claro: “El malbec es vendedor, más accesible que el syrah. Y nos permite mostrar algo distinto de Chile”.
Una identidad tinta que emerge
Aunque las reuniones para crear una marca colectiva no llegaron a puerto —faltaban hectáreas y no todos podían comprometer plantaciones—, la conversación dejó algo instalado: Casablanca tiene un potencial tinta subestimado, especialmente en clima frío.
En un valle golpeado por heladas, sequía y años de incertidumbre, estos vinos son aire fresco. No buscan reemplazar al sauvignon blanc, sino ampliar el relato: mostrar que el valle puede dar tintos de tensión, florales, modernos, profundos, distintos al resto del país.
Un malbec costero.
Un syrah floral y etéreo.
Un cabernet franc vertical.
Un valle de Casablanca que se reinventa desde las sombras del clima frío.
