Los momentos que más he disfrutado en el mundo del vino han sido, sin ningún tipo de duda, cuando he participado en una cata a ciegas. No existen reglas para realizar este tipo de catas: las más habituales suelen ser las denominadas “verticales”, cuando se cata una misma marca de diferentes añadas, o “horizontales”, cuando son de una misma zona pero de la misma añada.
Sin embargo, se realizan en escasas ocasiones y, durante el último año, han sido muy pocas las que he asistido… Hay personas que no se atreven, a otras les infunde mucho respeto, quizás por el absurdo miedo a quedar mal; a mi no solo me encantan sino que me convierto en aquél que disfruta jugando al póquer, aún perdiendo todo lo que tiene.
En una cata se mezclan tanto el placer por el vino, como los conocimientos, la memoria, los recuerdos y, todo ello, acompañado por cierto aire de misterio. La más famosa es la que cada año realiza Vila Viniteca, alternativamente en Barcelona y Madrid, que además del placer por los grandes vinos que ofrece, el otro aliciente son los tres grandes premios que perciben los ganadores.
El Celler del Cava, en el local histórico de Terrassa donde oficia Alex Illa, ha sido, para mi, el más emblemático, pues la mayoría de las catas a ciegas que he realizado han tenido lugar allí.

Catando Burdeos
La primera cata que explicaré se realizó un día de primavera, creo recordar que de 1999, y se trataba de una vertical de Burdeos de la mítica añada 1982, para mi la más grande añada que he conocido.
Fue 1982 una vendimia excepcional, muy abundante y récord hasta aquella fecha. Quizás, salvo la excepción de la zona de Graves y de Margaux, todas las demás zonas elaboraron sus mejores y complejos vinos entre 1961 y 2000, tanto en tinto como en blanco. Hoy, casi 30 años después de su elaboración y habiendo degustado grandes añadas (tales como 1986, 1989, 1990,1995, 1996, y 2000), considero 1982 como mi mejor referencia, la perfección.
En el Medoc, salvo Margaux, se elaboraron los mejores vinos. Aunque la posterior evolución de Pomerol y Saint Emilion haya sido más lenta, se encuentran en estos momentos jóvenes, algunos incluso cerrados, y pueden evolucionar gratamente hasta posiblemente 30 años más.
La cata propuesta por Alex Illa, consistió en los siguientes vinos, al lado se indica su precio de salida.
- Château Lafite Rothschild – 35,00 €
- Château Leoville Les Cases – 10,00 €
- Château Cheval Blanc – 35,00 €
- Château La Lagune – 5,00 €
- Château Canon – 7,00 €
- Château Clos Estournel – 10,00 €
- Château Mouton Rothschild – 35,00 €
- Château Latour – 35,00 €
- Château Pichon Longueville Comtesse de Lalande – 8,00 €
Aunque hoy 35,00 € pueda parecer una cantidad irrisoria para cualquier Grand Cru, hace 28 años se trataba de 5.823 ptas., que para la compra de un vino era una cantidad considerable. ¿Cuánto valen hoy en día?
En las botellas existentes en la cata -Château Latour, Château Mouton Rothschild, Cheval Blanc o Château Lafite Rothschild-, el precio actual es de unos 1450€, por lo que el aumento ha sido de un 3.857% sobre su valor inicial. Cualquier persona que hubiese invertido en comprar 10 cajas de cada Grand Cru tendría hoy la vida económicamente solventada .

Recuerdo la cata intensísima y la mayoría creímos que la mejor botella era Château Lafite Rothschild. Cuando el papel de plata que envolvía la botella desapareció, se vio con natural sorpresa que era un Château La Lagune, un Haut Medoc, un 3eme Cru Classé de la calificación de 1855, vino que he tenido la ocasión de degustar recientemente y que seguía estando esplendido, untuoso, fino, con presencia aún de taninos femeninos y buena acidez. ¡Y era el mas barato!
El segundo vino más votado fue también, sorprendentemente al igual que La Lagune, un Château Canon, 1re Cru Classé clase B de Saint Emilion, situada la finca en la entrada del village cercano a Château Angelus. Lo recuerdo perfectamente, por su finura, elegancia, graso, pero a la vez potente y delicado. El tercero en la votación fue un Château Lafite…
Catando Ribera del Duero
Esta fue realizada en el presente año 2010, en la misma sala que el anterior y la cata consistió en vinos de la Ribera del Duero.
Los seleccionados por Alex Illa fueron los siguientes:
- Pesquera, añada 2004, reserva.
- Pago de los Capellanes, añada 2007, crianza.
- Pago de Carraovejas, añada 2007, crianza.
- Emilio moro, añada 2007, crianza.
- Alion, añada 2005, reserva.
- Viña Sastre, añada 2007, reserva.
- Antonino Izquierdo, añada 2006, reserva.
- Tinto Valbuena 5º año, añada 2004, reserva.
- Flor de Pingus, añada 2006, reserva.
- Finca Torrederos, añada 2004, reserva.
Este ultimo vino lo había probado en una reunión familiar y, aunque era una bodega poco conocida, me causó una buena impresión, la suficiente como para solicitar que fuese incluido y poder determinar cual era su posición entre los grandes.
La cata consistió en que de un grupo de cuatro vinos, sabiamente escogidos por Alex Illa, se fuese eliminando la mitad e inmediatamente se diera a conocer el nombre del eliminado… Mi sorpresa iba en aumento al ver que tras varias eliminaciones, Torrederos iba superándolas. Finalmente, ante la sorpresa general y mía en particular, fue Torrederos el más puntuado, entre los 12 aficionados que celebramos la cata.
Podría citar muchos más casos parecidos a estos dos ejemplos, pero el resultado general de las catas a ciegas, me dice que jamás se puede subestimar un vino por su procedencia, marca, precio, añada o lo que sea… Siempre nos puede una sorpresa que no olvidaremos .
Es la grandeza de estas catas…