Mont Bar, el restaurante con alma de bar y dos inesperadas estrellas Michelin

No sonaba en ninguna quiniela, así que a todo el mundo pilló un poco por sorpresa cuando Mont Bar se convirtió en uno de los cuatro restaurantes que conseguían su segunda estrella Michelin

Iker Morán

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También les pilló por sorpresa, aseguran, a Iván Castro (creador y director de sala), Kasaundra Williams (creadora y directora de operaciones) y el chef Fran Agudo, al frente de la cocina.

 

El perfil bajo de este restaurante con alma de bar —o bar con espíritu de gastronómico— había hecho que a muchos se les olvidara que desde la guía de 2023 luce una estrella, y que en estos dos años ha sabido un notable paso adelante que (aquí sí) los inspectores han sabido ver y valorar a tiempo.

 

Pero basta sentarse a la mesa o, mejor aún, en la barra de Mont Bar, para entenderlo. Entre brindis y felicitaciones, Castro, Williams y Agudo insisten en que su único empeño es hacerlo cada día mejor. Todo el mundo dice lo mismo, efectivamente. Pero no es ningún secreto que hay casas que mueven todas las fichas posibles para seguir el supuesto guion de la Michelin y otras a las que los reconocimientos les llegan de una forma más natural.

 

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Otra alta gastronomía

El particular carácter del local —con espacio para sólo 20 personas, aunque no suelen sentar a más de quince, nos cuenta Castro— o esa apariencia informal de un bar de vinos, aquí es compatible con una sala impecable y a la altura de la propuesta.

Hablamos de un ticket medio por encima de los 200 euros, y dos menús degustación a 185 euros el de clásicos de la casa y 215 euros el Mont, algo más largo. También hay opción de carta y, por supuesto, una bodega de vinos muy bien cuidada. Jugar la baza de “bar de barrio” queda bonito para los titulares y para llamar la atención, pero aquí es hacer trampa y, tal vez, crear una expectativa en el comensal que luego no se cumple.

 

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Porque Mont Bar es un restaurante gastronómico, solo que menos encorsetado en sus formas o en el espacio. Y no se trata sólo de poder comer en la barra. Salvando las distancias y el estilo, Amelia, en San Sebastián, también tiene una barra frente a la cocina, por poner un ejemplo en esta categoría de dos Estrellas. Es, sencillamente, ese carácter acogedor de un bar, que aquí ha sabido trasladarse a un ambiente evidentemente lujoso, pero sin perder la esencia.

 

De hecho, la segunda estrella para Mont Bar no sólo ha sido la sorpresa de este año, sino también un mensaje que muchos han leído y celebrado en clave aperturista por parte de la guía. Una suerte de bar de vinos con un gran nivel de cocina puede tener esta categoría. Parece lógico, pero hasta ahora también parece que no éramos conscientes de ello.

Snacks y platos de autor

Reflexiones y supuestos mensajes al margen —cómo nos gusta hacer como que entendemos los criterios y designios de Michelin—, ¿Qué se come en Mont Bar? La cocina de Fran Agudo es de sobra conocida en la ciudad desde hace años. También su querencia por los snacks, esos bocados que perfilan la primera parte de un menú degustación y que llevan a recordar los años de Agudo al frente de la cocina de Tickets.

 

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Así que el inminente cierre de Teatro Kitchen Bar, heredero de aquel Ticket, deja a Mont Bar solo en esa defensa del denominado finger food como parte de la alta gastronomía. Un formato que a veces no se considera como parte de esa cocina de producto de la que tanto se habla pero que aquí se reivindica como tal.

 

Ya sea en bocados como el rico sándwich de piel de pollo y calamar o el mochi de sobrasada ibérica y queso mahón (sí, un mochi caliente y salado), o de otras propuestas más singulares, como comerse en un ceviche de lubina y aguacate en una tostada. Hay que reconocer el mérito de Agudo para saber convertir en algo apetecible e interesante bocados que como el ceviche o la ventresca de atún —aquí ahumada y con piñones— suenan ya un tanto repetitivos y aburridos.

 

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Ya en la parte de los platos, la secuencia se mueve entre un impecable y elegante clasicismo (rodaballo a la beurre blanc y caviar, pichón en dos cocciones con cacao…), y platos de identidad más local como un mar y montaña de altos vuelos a base de gamba roja y pollo de pagés, o propuestas tan otoñales como la crema helada de setas, portobello y trufa, que podría funcionar también en la parte de los postres.

 

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La transición a lo dulce es paulatina, con un cóctel firmado por Sips, tercera mejor coctelería del mundo, y un rico corte de helado de arroz con alga nori y caviar. Producto y temporada, de nuevo, en las castañas con mandarina y avellana que marcan el punto final de un menú muy bien equilibrado entre lo creativo y los sabores bien definidos, con protagonistas claros en cada plato y elementos muy bien razonados.

 

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¿Un dos estrellas? Eso dicen los inspectores, que algo saben del tema y a veces son capaces de ver o marcar tendencias sin tener que hacer esperar años. Pero, más allá de reconocimientos y sorpresas, la noticia es la excusa perfecta para volver por Mont Bar y recordar lo bien que se come y lo a gusto que se está en esta esquina del Eixample