Kisko García no es un dios; pero sí un gran maestro

Miles son los chefs y cocineros que he conocido y he descubierto en mis 41 años de vida profesional en el sector de la restauración del  mundo. Algunos de ellos, se han mostrado de una manera endiosada, subidos de tono, queriendo o pensando que son dioses vivientes, o siendo muy arrogantes. De todo he visto en el sector de la restauración.

Kisko García. Foto: Pilar Rius
Kisko García. Foto: Pilar Rius

Por supuesto, que también me he encontrado con otros que su cultura les hace ser humildes, cercanos y próximos. Una manera de ser muy loable que denota la fuerte personalidad que tienen estos cocineros. Alguien me dirá: “es su carácter”. Sí, es cierto. Pero acostumbra a suceder que los endiosados se llegan tanto a creer que lo son que al final la “divina providencia”, por decirlo de alguna manera, los decapita sin piedad.

En mí último viaje a la capital de los Califas, Córdoba, he tenido la suerte de conocer y convivir durante unas horas con uno de los jóvenes talentos de la restauración cordobesa, Kisko Gracía. Kisko me ha demostrado que con la sencillez y la humildad se llega mucho más lejos que queriendo ser un dios viviente.

La calidez humana, la amabilidad, la educación y el respecto de García, son valores perennes irrenunciables en el cotidiano comportamiento de un chef y de una persona en su día a día. El éxito no solamente llega por ser un genio de los fogones, sino por ser una persona íntegra en modales y educación. En el restaurante Choco, de Kisko García, he encontrado a este gran maestro de las artes de la cocina y de la sociedad cordobesa. He descubierto y he disfrutado de los sabores del menú “Barrio antiguo” ¡Un canto al paladar y a la historia de Córdoba en el plato! Kisko no es un dios, pero los platos que conjuga con las materias primas, son, o pueden ser, considerados como cantos celestiales.

El menú “Barrio antiguo” lo tiene estructurado sabiamente, en 7 estrofas gastronómicas. A la “Infancia” le dedica tres bocados “súper”: un cucurucho de verduras de la Vega; una tartaleta de caviar; y una empanadilla de atún. A la “Iluminación” le da luz en la mesa con un ave en manteca; y una mantequilla de cabra. A la “Ofrenda a la lluvia”, hace lo propio con un salmorejo montado de tomates verdes, jurela y jalapeño; y un gazpacho frío, quisquillas al natural y maíz. El  “Renacer gracias al mar, la tierra y el fuego”, lo interpreta con una ostra en blanco yodado; un choco en amarillo; y un potaje  de puntillón y bacalao. Con “Las marismas y la cocina de mi abuela”, ingenia una pepitoria de conejo; y una royal de rabo de toro. La sexta estrofa, “Antes de llegar”, es un guiño a los postres, con cerezas, yogur y vino. Y, para poner punto final a este sinfónico-gastronómico menú, la última nota del menú, “Encontré el tesoro”, con la debilidad, de “Ruina”.

Foto: Pilar Rius
Foto: Pilar Rius