Durante todo el año, pero muy especialmente en la temporada veraniega, uno de los mayores peligros de los restaurantes está en las sugerencias del día. Esa lista de platos que no aparecen recogidos en la carta y que el propietario del establecimiento o el camarero recitan de viva voz a los clientes. «Hoy, además de la carta, tenemos…». Hay una parte positiva. O al menos debería serlo. Esas recomendaciones se supone que obedecen a que el cocinero ha conseguido en el mercado uno o varios productos especiales, «del día».
Pero no siempre es así. En ocasiones las propuestas responden más a la necesidad de vender algo que no ha tenido salida en su momento y que se intenta colocar al cliente despistado (o relajado, en el supuesto de que esté de vacaciones). En estos casos el gran problema radica en los precios. Con una carta delante podemos calcular lo que nos vamos a gastar en función de nuestro presupuesto.
Cuando el camarero de turno nos recita de corrido sus platos fuera de carta, el riesgo de que la factura final se dispare de forma incontrolada es muy alta. Sobre todo porque esas sugerencias del día suelen estar centradas en mariscos y pescados (esas «gambitas fresquísimas», esos «percebes que nos acaban de llegar», ese «besugo de Tarifa» que a veces ni es besugo ni nunca conoció Tarifa) cuyos precios en época estival alcanzan cifras disparatadas.
Además de con los platos, también ocurre, aunque es menos frecuente, con los vinos. Por suerte no siempre es así. Hay restaurantes donde al anunciar verbalmente las sugerencias añaden su precio. Algo que debería ser obligatorio y que al permitirnos saber a qué nos enfrentamos evitaría disgustos al final de la comida o de la cena. Existe una versión escrita, esas terribles siglas PSM (precio según mercado) que parecen cosa del pasado pero que me encuentro todavía en muchas cartas. Algo que, como ocurre con las sugerencias recitadas, carece de sentido en un tiempo en el que imprimir a diario una hoja de papel en la que se incluyan las propuestas del día y sus precios resulta tan sencillo.
En cualquier caso, cuando le reciten de viva voz una lista de sugerencias del día no tenga reparo en preguntar cuánto les van a cobrar por las que le apetezcan. Se evitará así sorpresas desagradables cuando le presenten la cuenta final.