Michelin 2015

Xavier Agulló

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Mucho rollo… Pero no salimos del hoyo

Ya me resulta cansino el recalcitrante tratamiento errático -por no decir fementido y caprichosamente punitivo- de la guía Michelin en España. Sí, sí, ya sé que el libro rojo es de una marca de neumáticos privada y que, por tanto, pueden puntuar como les dé la gana, y hasta pueden cambiar de criterio sin tener que dar ninguna explicación. El problema es entonces, empero, su lógica, su credibilidad. ¿Nos creemos lo de muchos de los anacrónicos triestrellados franceses? ¿Qué Alemania nos supere? ¿El encumbramiento killer de Diverxo? ¿El único macaron de Zuberoa? ¿El olvido de Sant Celoni? ¿Lo reciente de Abadía Retuerta en vez de la tercera a Mugaritz? Sólo hace falta atender a los últimos comentarios de los Michelin al respecto de Andoni para entender el discurso Michelin: “este chico lo hace bien; ya le llegará” o “es que su menú -el 2014- no tiene sabor”. En el primer caso, estamos ante una falta de sensibilidad -llegando incluso a la humillación- palmaria; en el segundo, ante la total ignorancia organoléptica. Y es un guía privada, OK. Pero yo no me la compraré. Porque no me la creo. Porque cuando dice que me desvíe estoy perdiendo gasolina y tiempo (y gomas), y porque cuando me desvío con otras guías -léase World’s 50 Best– tengo muchos más números para acertar.

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Presentación de la guía Michelin 2015 este jueves.

Y seguimos en la incompetencia (término que uso porque soy un individuo privado con criterio privado). Y seguimos generando, año tras año, literatura y analíticas (¿se puede analizar el caos?) con las migajas de una empresa que nos ningunea con el añadido de la incoherencia respecto de otros países. Nos alegramos por Ángel, por Albert y los Iglesias, por Aitor, por Diego y por Avillez (Bel Canto, Lisboa). Todos ellos se merecen las estrellas. Y por todos los demás que han salido titilando de la gala. Pero una vez más nos sentimos viajando en la entropía y destrozando silogismos. Y, en esta edición 2015, con más tacañería global que nunca.

Mientras, nosotros seguimos cabalgando otros caminos con los ojos en el horizonte soleado y la polvareda detrás. Pero todo esto parece ajeno a los Michelin. Ellos ven otro mundo (tienen todo el derecho, reitero, mas no la razón) fundamentado en intereses espurios y en, digámoslo, una pertinaz suspicacia hacia España. Creo, a estas alturas, que ya nunca conseguiremos con la roja la justicia distributiva que merecemos y que sí tenemos en otras clasificaciones más abiertas y contemporáneas.

Y yo preocupado…