¿Quieres saber (y disfrutar) lo que es el esquí gastronómico? Primero, olvida todo lo que sabes: el fast food adocenado, los insulsos platos combinados, las bebidas en plástico… Y sueña en una nieve teñida de cavas y champagnes, de salmones exquisitos y jamones míticos, de ostras delicadas y chuletas maduradas, de quesos y foie gras… Ahora abre los ojos. Estamos en la estación de esquí Grandvalira (Andorra), la primera que ha apostado por la gastronomía en pistas y cuyo innovador proyecto, Snow Club Gourmet, ha cambiado tanto el disfrute del esquí como el concepto mismo de “estación”. Esta fue la cena de celebración del tercer aniversario de la nueva singladura…

Tres años han pasado desde que Àlex Orúe, profeta de las gastronomías imposibles, llegara a Andorra, a la macro estación Grandvalira, la segunda más potente del sur de Europa. Allí, rodeado de cumbres y picos, de lagos y bosques, de pistas y senderos, con nieve por todos lados, tuvo una visión. Sin caerse de los esquís, empezó a dibujar el paisaje de su imaginación. Con todo encajado, fue entonces cuando este gurú dio con la compañía perfecta: la propiedad de Grandvalira. Flechazo. Convencidos todos juntos de que la utopía era posible, se pusieron. Y nació, tras haber reformado y recreado todos los puntos culinarios de la estación, el Snow Club Gourmet, una propuesta de fines de semana gastronómicos (compaginando con el esquí) accesible con la membresía pero, desde ahora, también sin ella, simplemente adquiriéndola. Tres años han pasado y, este pasado fin de semana, se ofició el gran aniversario con una cena imposible en las alturas. Una efeméride que se hizo coincidir con la próxima epifanía de Grandvalira: la celebración de la Copa del Mundo de Ski Alpino en esa estación los próximos 11-17 de marzo (los grandes del esquí y los aficionados jamás comerán mejor…). Cita en el restaurante Pi del Migdia, en la zona El Tarter, Grandvalira. A 2.100 metros de altura. Es preciso pillarse el telecabina para acceder, porque se encuentra en la misma base de las pistas, al lado de los remontes. La luna casi llena reverberando el blanco de la nieve en las montañas…
El primero que me encuentro, en el restaurante convertido en gran salón ubérrimo de caprichos y viandas por arte de Snow Club Gourmet, es Javier de las Muelas. Buen presagio, je, je. “Me he sumado al Club -dice con esa sonrisa traviesa- y, además, hoy voy a presentar el cocktail oficial del Campeonato del Mundo”. El siguiente “tropiezo” es con Paco de la Rosa, el “Torelló man”, que también estrena esta noche: “una edición especial del cava Torelló, 13.000 botellas de un brut especial de 2013, etiqueta única y con un coupage singular que sólo se podrá tomar aquí, en Grandvalira, en Pyrenées, el hotel Hermitage y el hotel Naudi, los dos en Soldeu”. Si esto empieza así…

Lo siguiente, el carrusel de la cena, ya pertenece a otro mundo, ese universo gourmet creado por Àlex y transmitido por el chef de Grandvalira, el afinado Xavi Solé… Manan sin cesar el Torelló y el Veuve Clicquot… Unos toques, sólo para desentumecer el estómago, de jamón Joselito. Estiramientos con novedades de La Catedral, hoy representada por el hijo del gran Cayo, Francisco Martínez: pochas a la navarra, de textura irresistible, a pelo y con muslitos de codorniz; extraordinarias verdinas con suquet de sepia, por los dioses; tomate en emulsión de tomate… ¡Y esos puerros! Comienzo la carrera hacia el éxtasis, una carrera que pocos podrían acabar…
Foie gras a la sal de Coll Verd. Pero, espera: “anchoa de pato”, trampantojo sorprendente con carne de magret de pato macerado. Creo que afuera golpea el frío. Carlos Piernas (Carpier)se afana con una cartografía del salmón ahumado que se va llenando de cada una de las partes, el lomo, la ventresca, el toro… El tartare se sirve sobre la piel crujiente del pescado. ¡Hola! Es Thierry, el hombre que trae el refinamiento con sus ostras, esas especiales Poget. Thierry, viejo amigo, acaba de abrir en la calle París de Barcelona su BOB (Barcelona Oyster Bar) y ya estás tardando. Siento que el mar me envuelve: al lado, Premium Shellfish me abraza con sus bogavantes y vieiras (excelente el bocata). Lo de Toxogitxu, ya sabes, la txuleta (gallega y elaborada a la vasca en vivo) lo dejo para un poco más tarde, ya me entiendes. Unos embutidos italianos de Garda, sí, por favor. Y mejor con el pan de Xevi, Tríticum, que me sigue alucinando con su receta con tomate. Esta mañana me lo crucé esquiando, a Xevi…

Pues tras las carnes, tiempo para los quesos afinados de Xavier de Toulouse, y ni te cuento. Sin embargo, lo que parecía un final -barbaridad de quesos- lo debo posponer porque no voy a ser yo quien niegue los chocolates ensoñadores del gran Enric Rovira, no. Y ahora ya soy todo de Javier de las Muelas y su cóctel, desvelado por fin: el Grandvalira. Me lo sirven en cristalería de hielo. En realidad, es un homenaje al paisaje que nos rodea. A las nieves, los bosques, los aromas de las bayas… Con la sutileza (no exenta de punch) de Javier, por supuesto. Te lo regalo: 2 gotas Droplets Orange Blossom Honey; 5 gotas Droplets Mediterranean Rosemary; 0,5 sirope de leche de almendras; 1cl azúcar de caña; 2 cl zumo de limón; 3 cl Martini Riserva Speciale; y 3 cl Bombay Sapphire. Decóralo con grosellas y pétalos.
Una explicación: todas estas marcas (y otras como Jean Leon, Caviaroli, Halen Môn, Tartuflhange, Acquerello y Angulas Roset) son la “despensa oficial» de los restaurantes, terrazas y refugios de Grandvalira. Ni una tontería, amigo. Y un detalle más por si no te has quedado antes: en cada uno de los puestos estaban los máximos responsables de cada marca. En la cumbre, en la cumbre.
Créeme, no fue una cena. Ni una bacanal. Al final, tampoco una imposibilidad. Fue pura magia gastronómica.