Perfil . PAU ALBORNÀ
Pasión periodística
y gastronómica
La historia que tuve la suerte de vivir y compartir con Pau Albornà, como periodista, colega y amigo, fue ciertamente corta por culpa de un inesperado y fatal giro en la Diagonal de Barcelona, pero de esa infrecuente intensidad que crea cementos más sólidos que el tiempo y que, de forma viva y sin nostalgias, permanece recurrentemente en el recuerdo.
Aunque debo decir que a Pau lo conocí incluso antes. Cuando su madre, Roser Torras, hizo team con él en el primer concurso de “Pa amb tomàquet”, en el que compitió, todavía niño, con el propio Ferran Adrià. Desde aquel momento, ya siempre estuvo presente en mi vida de un modo u otro. La adolescencia y los inconformismos, la decisión de estudiar periodismo, a la que no soy ajeno, las primeras prácticas en Grup Gsr…
Pau –“Pauet”- demostró muy pronto, tras acabar la carrera, que lo suyo no eran ni la complacencia ni la contemporización. Comenzó en Grup Gsr, donde tantos ratos de pláticas técnicas y gastronómicas y literarias gastamos, y, a pesar de ser “el hijo de la jefa”, aprendió y aprendió (raramente rápido) y nunca consintió el menor trato de favor. No sólo esto: él siempre fue el que, ante cualquier disyuntiva periodística, y hasta estratégica, en aquel incipiente “7 Caníbales”, peleaba por mantener la pluralidad, la objetividad y la actitud estrictamente periodística.
Pau –“Pauet”- demostró muy pronto, tras acabar la carrera, que lo suyo no eran ni la complacencia ni la contemporización. Comenzó en Grup Gsr, donde tantos ratos de pláticas técnicas y gastronómicas y literarias gastamos, y, a pesar de ser “el hijo de la jefa”, aprendió y aprendió (raramente rápido) y nunca consintió el menor trato de favor. No sólo esto: él siempre fue el que, ante cualquier disyuntiva periodística, y hasta estratégica, en aquel incipiente “7 Caníbales”, peleaba por mantener la pluralidad, la objetividad y la actitud estrictamente periodística.
Pau, era, para los que trabajábamos con él, una constante lección de pasión periodística, de honestidad sincera, de autenticidad inquebrantable. Ahí estaba su enseñanza. Pau me enfrentaba en cada texto, en cada comentario, al periodismo de verdad, del cual, como es sabido, los profesionales de largo recorrido vamos dejando jirones por el camino. Pau no. Pau -cuando empezó a editar “7 Caníbales”, cuando inició su serie de entrevistas (el formato en que se encontraba más feliz, como lo atestiguan sus muchos trabajos en esta web), cuando se hizo cargo de la dirección ejecutiva y cuando, muy especialmente, comenzó a desarrollar ambiciosos proyectos de fondo- fue siempre un periodista de pura cepa, sin condescendencias: un periodista sin adjetivos que no pasaba por el aro.
A Pau no le gustaban ni las críticas snob ni las frivolidades: él se convirtió, trabajando sin mirar el reloj, en un maestro en la investigación de las fuentes, de la entrevista en profundidad, del reportaje currado… Pau disfrutaba trabajando la información, contrastándola, moldeándola con un estilo que poco a poco lo iba definiendo como un escritor dotado; Pau vibraba con el conocimiento que, fruto de sus viajes y de su entusiasmo por la cocina (heredado de su madre, Roser), lo llevó a gestionar este 7 Caníbales desde la humildad (siempre se dijo discípulo), pero también desde la fuerza, y propulsarlo al liderazgo de la prensa gastronómica digital.
Pau, sí, llevaba el periodismo en la sangre. En Londres, durante las primeras celebraciones de los distintos “50 Best Restaurants”, siempre fue él el primero en saber quién era el vencedor, cada año, y jamás delató a sus fuentes: su compromiso inalienable con la deontología profesional, un norte absoluto en su vida que tantas veces nos hizo enrojecer de vergüenza a los “olvidadizos”, le impidió revelar esa información privilegiada.
Esa generosidad, esa responsabilidad, fue una de tantas enseñanzas que en sus pocos años de trabajo nos regaló a todos. Trabajar con Pau fue volver a la emoción del periodismo vivo, directo, eléctrico.
Fogoso, presuroso, tenaz, sólido, cañero, insobornable. Periodista, “casteller”, “diable”, barcelonista a muerte, catalán sin fisuras, todo, siempre, con el mismo arrebato.
No debe extrañarnos entonces, con estos mimbres, que con sólo un viaje que pudo realizar al gran festival gastronómico de Vico Equense (Italia) su organizador, el conocido chef Gennaro Esposito, tras conocer el fatídico accidente en la Diagonal que nos lo arrebató, le dedicase un olivo-santuario en la cima de sus huertos, desde donde el recuerdo de Pau brilla para siempre sobre el Tirreno napolitano…
Y nos hace brillar a todos nosotros aquí, en 7 Caníbales.
A Pau no le gustaban ni las críticas snob ni las frivolidades: él se convirtió, trabajando sin mirar el reloj, en un maestro en la investigación de las fuentes, de la entrevista en profundidad, del reportaje currado… Pau disfrutaba trabajando la información, contrastándola, moldeándola con un estilo que poco a poco lo iba definiendo como un escritor dotado; Pau vibraba con el conocimiento que, fruto de sus viajes y de su entusiasmo por la cocina (heredado de su madre, Roser), lo llevó a gestionar este 7 Caníbales desde la humildad (siempre se dijo discípulo), pero también desde la fuerza, y propulsarlo al liderazgo de la prensa gastronómica digital.
Pau, sí, llevaba el periodismo en la sangre. En Londres, durante las primeras celebraciones de los distintos “50 Best Restaurants”, siempre fue él el primero en saber quién era el vencedor, cada año, y jamás delató a sus fuentes: su compromiso inalienable con la deontología profesional, un norte absoluto en su vida que tantas veces nos hizo enrojecer de vergüenza a los “olvidadizos”, le impidió revelar esa información privilegiada.
Esa generosidad, esa responsabilidad, fue una de tantas enseñanzas que en sus pocos años de trabajo nos regaló a todos. Trabajar con Pau fue volver a la emoción del periodismo vivo, directo, eléctrico.
Fogoso, presuroso, tenaz, sólido, cañero, insobornable. Periodista, “casteller”, “diable”, barcelonista a muerte, catalán sin fisuras, todo, siempre, con el mismo arrebato.
No debe extrañarnos entonces, con estos mimbres, que con sólo un viaje que pudo realizar al gran festival gastronómico de Vico Equense (Italia) su organizador, el conocido chef Gennaro Esposito, tras conocer el fatídico accidente en la Diagonal que nos lo arrebató, le dedicase un olivo-santuario en la cima de sus huertos, desde donde el recuerdo de Pau brilla para siempre sobre el Tirreno napolitano…
Y nos hace brillar a todos nosotros aquí, en 7 Caníbales.
SOBRE LA FIRMA
Xavier Agulló
Periodista y crítico gastronómico, realizó estudios de arquitectura antes de lanzarse a las arenas mediáticas. Ha trabajado en todos los medios, diarios, revistas, radio, TV e Internet, dirigiendo revistas y programas. Más tarde, se especializó en lifestyle, y lleva años dedicado a la gastronomía tanto en lo periodístico como en lo personal. Es Premio Nacional de Gastronomía 2006 (Mejor Labor Periodística) y 2009 (como miembro del equipo de Metrópoli-El Mundo) por la Real Academia de Gastronomía de España. Actualmente es crítico gastronómico para El Mundo, El Economista, la guía Lugares Divinos y la guía italiana Identità Golose. Colabora en Vino y Gastronomía y diferentes revistas del sector, escribe en la revista de diseño italiana Abitare y es también consultor para diversas empresas relacionadas con la gastronomía. Es el creador de la revista digital de metagastronomía Cookcircus.