Crear, cuidar, nutrir, restaurar

Crear es femenino

Cuidar es femenino

Nutrir es femenino

Restaurar es femenino

Cooperar es femenino

La ecología es femenina

La empatía es femenina…

 

La competitividad es masculina

La destrucción es masculina

Las listas son masculinas

El sometimiento es masculino

La naturaleza es machista

Las normas son masculinas y la mayoría de las mujeres que triunfan lo hacen adoptando esas normas y actuando de acuerdo con ellas.

 

Crear, cuidar, nutrir, restaurar. Nuestra profesión se configura alrededor de acciones fáciles de entender que avanzan encadenadas unas con otras. Son la base de nuestro trabajo, nuestro oficio, nuestra profesión y todas son intrínsecamente femeninas, pero la paradoja ha querido que las mujeres no tuviéramos cabida en un ejercicio que se sustenta sobre principios femeninos.

 

La restauración no tiene un techo de cristal, más bien es de acero inoxidable. Las mujeres, todas, compartimos los continuos obstáculos, las abusivas desigualdades, la misma gran dificultad para desarrollarnos como profesionales en cualquier sector, pero me atrevo a afirmar que estas dificultades son todavía más notorias en la restauración. Nuestro techo de acero inoxidable ha quedado bruñido y ha sido abrillantado con el sudor de los casi siempre ilusos e ilusas aspirantes.

 

Vivimos en sistemas diseñados por y para los hombres. Se mire como se mire, patriarcado en estado puro. No puedo ignorar, ni tampoco olvidar, la herencia marcial que subyace en la estructura y el trabajo que se desarrolla en una cocina ¿existe algo más masculino que lo militar?  Es un entorno hostil en el que deberíamos integrarnos y al que se espera que nos adaptemos si, por suerte o por desgracia, nuestra pasión o nuestra vocación se sustenta en el cuidar, el alimentar, el nutrir, el restaurar. El mundo al revés. De vuelta a los actos femeninos que son el principio y el fin de y nuestra bella profesión… después de ser revisados, tamizados y sistematizados desde la masculinidad.

 

La masculinidad está matando esta profesión como está matando el mundo.

 

Estamos en crisis. Vivimos una profunda crisis sistémica. Nuestro sector está tan en crisis que peligra su continuidad y se cuestiona cada día, el relevo generacional está en serio peligro. La especie humana está en crisis y con ella nuestra existencia. Ni siquiera en este contexto, hemos reparado en que el solo hecho de no dar lugar a la mujer en el liderazgo se está desperdiciado el 50% del talento del mundo. Y es muy probable que la solución resida en este 50% talento desperdiciado.

 

Soy mujer, blanca, occidental, formada, libre, emancipada y, lo he demostrado, valiente. Soy parte de la élite y aun así me costó encontrar un lugar, mi lugar, en el oficio que hice mío. He pasado de todo desde que decidí dejar mi anterior profesión e incorporarme a él. En ocasiones tuve inseguridades, no me sentía aceptada, y a menudo me resultaba un mundo extraño, aunque era el mío. No me sentía alineada. Formo parte de él, pero lo veo de forma diferente: he articulado mi propia manera de estar en la profesión. Supongo que mi condición de autodidacta me ayudó a crearme un lugar propio que se concreta y se alimenta a partir de ser y actuar desde lo femenino.

 

Desde esta y otras perspectivas, no he seguido las normas. Algunos pueden ver esta forma de entender mi carrera como un obstáculo para ejercerla y desarrollarla. Nunca perdí de vista mi condición de mujer y mi feminidad y siempre he cuestionado que debiera actuar desde los principios de la masculinidad, adaptándome a ellos, siguiendo unas reglas que anulan mi condición, porque esa es la única forma posible de sobrevivir en esta profesión.

 

Para que esto suceda debemos empezar a ejercitar la feminidad que todos tenemos. En ocasiones el género nos confunde. Poco recorrido nos queda si no tratamos el mundo desde la feminidad. La creación es femenina, cuidar es femenino, nutrir es femenino, la empatía es femenina, restaurar es femenino, conciliar es femenino, la ecología es femenina y todos son actos fundamentales para asegúrenos un futuro posible en nuestro hogar, el planeta tierra. Todo eso se aplica a nuestra noble profesión que es la restauración, y va siendo hora de cambiar la mirada y aprender, hombres y mujeres, a mirar desde lo femenino. El cambio real y necesario se hará cuando reescribamos las reglas y estas deben hacerse desde una profunda feminidad. Es un reto colectivo y las mujeres debemos liderar este cambio, porque el futuro será femenino o no será.

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