Un sorbito de "Jampán"

Ham&Champ. Parece un nombre chino, pero es como se llama un nuevo dúo gastronómico que se ha presentado estos días en Madrid. Es una alianza entre dos grandes, «el mejor jamón del mundo», Joselito, y el legendario champán Dom Pérignon. La famosa paleta de cerdo ibérico y las burbujas francesas icónicas del lujo se han posicionado en un gastrobar, Sula (www.sula.es), donde público sibarita se da cita desde por la mañana hasta bien entrada la noche. El atractivo ahora es degustar una tapa de jamón Joselito Gran Reserva de 60 meses con una copa del Dom Pérignon Vintage 2000. Tan ricamente.

Champán y jamón, todo un lujo
Champán y jamón, todo un lujo

Lo de hacer un corner de jampán ya estaba hace tiempo en mente del ilustre jamonero José Gómez Joselito (cuyo exquisito producto está en las cocinas vanguardistas, incluidas las de Adrià, Arzak, Aduriz, Acosta, Ruscalleda…). En 2004 tuvo una reunión en París con el enólogo Richard Geoffroy, chef de cave de Dom Pérignon, y el maridaje jampenero se le quedó en el paladar y en la intención de comercializarlo para llegar a otras bocas.

Joselito ha podido materializar en España lo que él llama «su visión» y quiere internacionalizarla por otros lugares del mundo donde se da cita el  glamour internacional. Pero hablando de «visiones», quien suscribe este texto tuvo unas hace más de tres años, y también en París. Una: en la inmensa zona gastronómica de las Galerías Lafayette, donde un modelazo alto (¡sí!) estaba cortando jamón con un arte que me hizo frotarme los ojos varias veces. Y en el mismo plano general, mis ojos toparon con una torre de botellas de champán, en el espacio dedicado a la bodega. La foto de jamón y champán (más el cortador de pasarela) se me quedó grabada.

Segunda visión: en la Place des Vosges un grupito de hippy-chics se disponía a refrescarse (era verano) sobre la hierba del recoleto parque del Marais. Llevaban una dos botellas de champán y unas copas de cristal en la mano como quien lleva el bolso. «¡Qué ideales!», le dije a mi acompañante, que me acompañaba en plan discreto bebiendo una botellita de Perrier.  Pero la visión parisina de anuncio terminó bruscamente: en cuestión de minutos (y creo que hasta avisados por los restaurantes de la plaza) unos gendarmes les requisaron a los hippy-chics su alijo alcohólico. Pas de botellón.

Debo confesar (ahora que no me ve ninguna autoridad de mi ciudad) que yo misma he hecho botellón de champán. Y como soy castiza lo hice en el centro histórico, con vistas a la sierra y a varios hitos monumentales. Como finolis (en recuerdo a aquellos pobres parisinos y porque mi acompañante de 2009 tiene su indudable glamour) yo también llevaba una botella de champán y unas copas en la mano, como si fuera un superbolso de Chanel.

Y ya que voy de confesiones (perdona, Joselito). Me encanta lo del nuevo corner de Sula, pero en mi casa y en la de mis amigos gurmés (y en los momentos-refrigerio de los congresos gastronómicos) llevo ya tiempo mezclando el jamón con el champán y con el cava, que a la carne del cerdo todas las burbujas le sientan bien.