Hacia las 19h, los pasillos de los seis salones de Alimentaria se vaciaban. Era el primer día de feria y, a esa hora, coger un taxi no era fácil. Gran Vía llena, buses copados y hombre y mujeres con la acreditación aun colgando esperando un tren en Europa-Fira. Para muchos, habían sido horas de pie, caminando por inacabables pasillos en busca de tal empresa, tal reunión, tal conferencia. Con los deberes medio hechos, al menos de primer día, salían del complejo para también comerse Barcelona. Para ellos, para todos -“nos hubiera querido invitar a todos los participantes”-, Alimentaria había organizado en la terraza del Hotel Alma Barcelona la “Gastronomy night” -según título oficial-, la excusa para seguir con el networking sólo cambiando bolígrafos o tablets por vinos o cócteles.

Por el hall del hotel empezaban a desfilar tarde –“nos ha costado encontrar taxi”, “el parking de feria es demasiado grande”- algunos de los protagonistas. “Han sido en total unas 500 personas, entre compradores, chefs, productores, empresarios y prensa los participantes, una selección que deberá crecer en futuras ediciones”, comentaba Toni Valls, director de la feria. “Esta fiesta debe servir para distender el ambiente y para encontrarnos en un ambiente diferente. Barcelona también es distensión, fiesta, buen tiempo y el simple hecho de disfrutar de la charla”. Habrán sido más de una las reuniones nocturnas de los participantes. Ésta era una más, la oficial, la otra cara de Alimentaria.
En el patio del hotel, también de pie –era una cena informal y debía ser así, pero a última hora ya no quedaban sofás libres en el hall del hotel-, los participantes comentaban entre mesas altas y bajas de embutidos, quesos, salmones u ostras. Todas de empresas participantes en el salón. Además, un ejército de camareros desfilaba bandejas con coca de Folgueroles con tomate, croquetas de pollo rustido, arroz de alcachofas y sepionetas o nueces de macadamia y chocolate blanco que restauradores como Carles Gaig, Nandu Jubany, Silvia Hofmann, Fina Puigdevall o Igor Zalacaín, del restaurante Arzak, comentaban.
Entre ellos, con acompañantes, con periodistas, con representantes de empresas como Riedel, Joselito o Codorniu. Al lado, Nan Ferreres, directora del CETT –presente en Alimentaria con alumnos diseminados por todos los pabellones-, reía y argumentaba calidades, como también hacía Susana Farrerons, responsable de Comunicación del restaurante Disfrutar. “Mis jefes tienen ponencia mañana –por este martes- y me han enviado de portavoz”, reía. Son las ventajas de las fiestas nocturnas. El trabajo se disfraza de cordialidad y copas de vino, pero sigue activo, muy activo.

El vino fue otro de los protagonistas de la noche. Con gran surtido, la oferta provenía de las bodegas y empresas que participan en el espacio de reflexión, divulgación y negocio alrededor de la enología española de Alimentaria, el Vinorum Think, en Intervin. “Es un sector muy importante y tenemos que presumir de él”, comentaba Valls. Algunos de las eminencias del sector, que participan en el foro, estuvieron también presentes en la fiesta. El ex sumiller del Bulli, Ferran Centelles, o los reconocidos críticos Nick Lander o Jancis Robinson departieron entre jamones, quesos y copas de vino. En catalán, castellano o inglés. Congreso internacional.
“Somos una fuerza agroalimentaria de primer orden y esta fiesta sirve para sacar músculo, y para dar las gracias a quien la hace posible”. El director no paró de encajar manos y dar besos. “Debemos estar orgullosos de feria y de ciudad, del potencial agroalimentario y económico que tenemos. Espero que Alimentaria siga creciendo, como también lo debe hacer esta fiesta”. Mientras charlaba con un servidor, cuatro copas chocaban y brindaban tras él por la noticia. “Alimentaria es Barcelona y tiene vocación de ciudad. Es un gran evento y es nuestro”, cerraba su speech. El mundo nos mira, también cuando nos divertimos.