Argentina y la nueva era del vermut

El vermut argentino dejó de ser un recuerdo de abuelos para convertirse en un símbolo contemporáneo de encuentro. Martín Auzmendi, cofundador de La Fuerza Vermut, explica cómo esta bebida histórica se volvió tendencia

Mariana Gianella

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El vermut argentino dejó de ser un recuerdo de abuelos para convertirse en un símbolo contemporáneo de encuentro. Esta bebida de vino y botánicos está experimentando un renacimiento en la escena global. Lejos de ser un vestigio del pasado, se consolidó como aperitivo moderno y versátil, con un crecimiento constante en producción y consumo en diversas latitudes. En esta entrevista, Martín Auzmendi, socio fundador de La Fuerza Vermut, explora cómo esta bebida histórica se transformó en una tendencia sólida.

 

En pleno auge de la frase de El Eternauta “Lo viejo funciona, Juan”, podemos decir que aquel vermut a las siete de la tarde asociado a la mesa del bar de los años 60, hoy funciona más que nunca. El vermut argentino es de esos mares que suben y bajan pero nunca se retiran del todo. Uno de los ideólogos de esa reinvención es Martín Auzmendi, socio fundador, junto a Julián Díaz, Sebastián Zuccardi y Agustín Camps, de La Fuerza, proyecto que desde hace casi ocho años empuja el vermut local a una nueva dimensión.

 

“El consumo creció y no sólo en volumen», dice Martín. «Se sumó gente nueva, desde los que dejaban la cerveza o el gin, hasta los que lo tomaban en su juventud y hoy lo redescubren. El vermut es una tendencia, no una moda. Y eso cambia todo”.

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Martín Azurmendi, uno de los socios y fundadores de Vermut La Fuerza. Foto: Vermut La Fuerza.

Detrás de ese crecimiento hay una base concreta: productos que no se limitan a replicar fórmulas, sino que exploran el sabor del lugar. La Fuerza nació con esa idea. Y lo sigue haciendo con vinos orgánicos, hierbas locales, barricas recicladas y una filosofía de elaboración que privilegia lo real frente a lo artificial. “Usamos vinos que nos gustan, sin madera, varietales que expresan fruta. Nada que no quisiéramos tomar nosotros. Y lo mismo con las hierbas: muchas son silvestres y las recolectamos nosotros mismos”, cuenta Martín.

 

La escena se expande

 

En el país hay decenas de proyectos, desde Rosario hasta Cuyo, desde Buenos Aires hasta el norte. “Lo más interesante —dice Martín— es que hay productos genuinos naciendo en todas partes. Y que el vermut puede ser tan diverso como lo permiten las hierbas, los vinos y la curiosidad de quienes lo hacen”.

 

Esa diversidad es también una libertad. Hoy no hay una forma única de hacer vermut, ni una receta hegemónica. Hay quienes lo piensan seco, oxidado, dulzón, amargo, filtrado o turbio. Y quizás este sea el dato más relevante de esta foto actual. Hay vermuts que nacen de naranjos o de hojas de olivo, miles de estilos nuevos y una comunidad de productores latinoamericanos que ya empieza a pensarse en red. En 2024, se realizó el primer Encuentro Vermutero Latinoamericano. Llegaron productores de Chile, Bolivia, México, Perú, Brasil, Uruguay. Todos con proyectos jóvenes e identidad propia. Una señal de que algo más grande está ocurriendo.

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El vermut ha rejuvenecido no solo modernizando su imagen, sino abrazando corrientes actuales del mundo del vino como la expresión de la fruta y del entorno a través de la selección de botánicos. Foto: Vermut La Fuerza.

También el mundo gastronómico abrazó este renacer. Martín, que trabajó años atrás en cartas de aperitivos para restaurantes, lo sabe de cerca: “Hace diez años era raro ver vermut en una carta. Hoy está en todas. Desde la alta cocina hasta las pizzerías”.

Ese lugar ganado no es casual. Tiene que ver con el sabor, sí, pero también con la versatilidad y la capacidad de regular el alcohol. El vermut se adapta a distintos momentos, estilos de consumo y platos. Puede acompañar una pizza o un asado, puede ser parte de un cóctel o tomarse solo con soda. “Esa posibilidad de elegir cuánto querés de vermut y cuánto de otra cosa es clave. Un 70-30, un mitad y mitad o un 20-80. Todo está bien. Y eso conecta con cómo queremos tomar hoy”, continúa Martín.

 

El vermut en el mundo

 

A nivel mundial, el mercado del vermut, si bien no es el de mayor volumen, muestra una tendencia en alza. En 2023, el comercio mundial de vermut alcanzó los 760 millones de dólares, ubicándose en el puesto 972 de 1217 productos registrados, con un crecimiento de las exportaciones del 6.54% entre 2022 y 2023. Italia, con 301 millones, se mantiene como el principal exportador, seguido por Francia (129 millones) y España (71.5 millones). Los principales importadores son Alemania (102 millones), Rusia (68.3 millones) y Estados Unidos (66.2 millones).

 

Este crecimiento se apoya en varias tendencias: la búsqueda de bebidas con menor graduación alcohólica, el auge de la coctelería clásica y la valoración de productos artesanales y con arraigo local. Desde 2012, se estima que se han creado cerca de 100 nuevas marcas de vermut a nivel global, lo que evidencia la confianza y las altas expectativas. Según datos del International Wine and Spirit Report (IWSR), la categoría vermut ha mostrado un crecimiento promedio del 10% desde 2018.

 

En Argentina, el vermut tiene una profunda historia y un arraigo cultural ligado a la inmigración italiana y española. Históricamente, el «vermucito» con soda siempre fue un ritual ineludible. Hoy, esta tradición, se va fusionando con innovación para posicionar a la Argentina como el principal productor en América Latina. Algo que va muy de la mano de la elaboración del vino. En 2023, la producción argentina de vermut alcanzó los 7.6 millones de litros, registrando un crecimiento acumulado del 8% en los últimos cinco años (entre 2018 y 2023). Marcas históricas como Cinzano mantienen su liderazgo, y a la par, el mercado fue testigo de la irrupción de numerosas marcas premium y artesanales que exploran la riqueza de botánicos autóctonos y vinos de origen.

 

Buenos Aires, Rosario y Mendoza son puntos clave en el consumo y la producción, con una creciente escena de bares y coctelerías que lo tienen como protagonista. La Fuerza, ingresó por primera vez en el Top 10 Trending Brands de la categoría Vermouths a nivel global, ocupando el puesto número 10 en el reporte de Drinks International 2025.

 

Si vamos a la posición del vermut en el panorama general de las bebidas alcohólicas, la cerveza sigue siendo, por lejos, la bebida alcohólica más consumida a nivel mundial, seguida por el vino y las espirituosas como el vodka, el whisky y la ginebra. El consumo de vermut, aunque menor que el de las grandes categorías, se destaca por un crecimiento sostenido y una renovada valorización en el segmento premium. Su atractivo radica en la versatilidad, una menor graduación alcohólica en comparación con los destilados y la tendencia global hacia bebidas más ligeras y sofisticadas.

 

El vermut como paisaje

 

Hablar de calidad, en este contexto, es hablar de coherencia. De hacer un producto que tenga sentido desde el origen, no desde el marketing. “Para nosotros calidad es usar vinos reales, botánicos naturales, aguardiente propio. Nada industrial. Pero más allá de eso, es hacerlo con honestidad, sin buscar parecerse a nada”, asegura Martín.

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La Fuerza se ha convertido en referencia de la nueva cultura del vermut en Argentina con un proyecto que incluye buscar la expresión del entorno con el uso de botánicos locales. En la imagen, el equipo fundador. Foto: La Fuerza.

La marca sigue lanzando nuevas ediciones, explorando regiones, y colaborando con cervecerías como Juguetes Perdidos o Strange Brewing, ensayando variantes con vinos de San Juan, y preparando una nueva edición de Proyecto Local.

 

La apuesta de La Fuerza fue desde el inicio crear un vermut que cuente una historia. “Nos gusta esta idea de ser contemporáneos. Nos interesa traer el pasado pero sin ser nostálgicos, traerlo al presente”, explica. Por eso, cada etiqueta tiene su propio camino. Desde el clásico rojo y blanco, hasta versiones como Primavera, Sideral o Proyecto Local, que nacen del juego entre vinos, botánicos, barricas y tiempo. Sideral, por ejemplo, es el resultado de una prueba: añejar el vermut en barricas usadas de vino. El resultado fue tan inesperado como potente. Luego decidieron volver a usar esas barricas —ya aromatizadas por el vermut— y extender la crianza. “Nunca sabemos qué nos vamos a encontrar, pero ese es el punto. No hacemos una fórmula para copiar, hacemos pruebas para descubrir”, resume.

 

En ese camino, La Fuerza se convirtió en un laboratorio de sabores. Pero también en un puente: entre productores y consumidores, de Argentina y del mundo. Hoy exportan a Estados Unidos, Brasil, Perú, Uruguay, Inglaterra, España y Francia. No es poco. “Queremos que, así como se piensa en Argentina cuando se dice vino, Messi o carne, también se piense en vermut”.

 

 

Mientras la foto se revela en diálogo con un gran cambio en los hábitos de consumo, es válido pensar que las bebidas también son el emergente de la necesidad de las comunidades por organizarse y ver valor en su producto local. A veces perdemos esto de vista mirando los espejitos (ya no tan coloridos) del marketing. Es increíble lo potente que puede ser un fenómeno cuando surge de la amalgama social y no tan solo del mercado.  “Las tendencias se quedan si hay buenos productos- culmina Martín- buenas ideas y con gente comprometida”.  Será cuestión no solo de ver si lo viejo funciona; sino también de verificar lo vivo, lo latente, lo que envuelve a ese momento que se repite por pasión, mucho antes que por deber.

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