De fantasmas y de sabios

Ferran Centelles

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La ilusión de “Ebbinghaus” es un efecto óptico que altera la percepción real de las dimensiones. Lo presentó el psicólogo Hermann Ebbinghaus (1850-1909) y pretendía demostrar como las influencias externas pueden modificar la visión de una realidad concreta.

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La ilusión de “Ebbinghaus”.

Por eso, la sensación que se tiene al mirar el círculo central de la izquierda de la imagen es que es más pequeño que el círculo central de la derecha. Se trata de una percepción falsa ya que, en realidad,  los dos círculos centrales tienen el mismo diámetro.

El ejemplo anterior nos sirve de excusa para proponer un ejercicio de extrapolación al mundo del vino. Sólo hay que sustituir los círculos centrales por personas, por las personas que aman y viven el mundo del vino con pasión, ya sean aficionados o profesionales (enólogos, sommeliers, viticultores, periodistas especializados, etc). Así, en esta ilusión nosotros estaremos ocupando el círculo central y a nuestro alrededor se hallaran los círculos exteriores que serán las circunstancias y los conocimientos globales que tenemos sobre el vino.

Si los seis círculos exteriores los numeramos y los dotamos de contenido significativo, podríamos configurar el siguiente esquema:

  1. Viñedo / Viticultura
  2. Vinificación / Estilo
  3. Análisis Sensorial / Valoración
  4. Mercado / Negocio del Vino
  5. Diversidad Geográfica
  6. Empatía hacia el interlocutor

Estos seis puntos revisten, a mí entender, la misma importancia. Profundizar en todos ellos nos permitirá entender mejor el vino y, por tanto, aumentar su calidad en caso que seamos productores o disfrutar más de él en caso que seamos consumidores.

Y volviendo a la imagen, observamos que cuando los círculos  externos (nuestros conocimientos) son más pequeños o limitados da la sensación que nosotros (el círculo central) somos más entendidos, tenemos más facilidad para sentenciar  y pontificar sobre aromas, sabores, calidades y virtudes de los diferentes vinos que probamos. Parece como si el desconocimiento nos hiciese ser atrevidos y nos diese más osadía y capacidad de juzgar.

Al contrario, cuando los círculos exteriores son más grandes, cuando aumentan los conocimientos y se abren puertas desconocidas, entonces la ilusión nos hace ver el círculo central (la persona) más pequeño. Y resulta que reflexionamos más antes de hablar, descubrimos que nuestras verdades no son las únicas y tenemos la sensación de saber menos de lo que sabemos en realidad.

Y resulta que si aplicamos el juego visual que hemos propuesto a las personas que conocemos y con las que nos relacionamos, se cumple la norma, generalmente. Sólo hay que tener paciencia, conversar unos vinos y esperar que los círculos exteriores se desvanezcan para que aflore la verdadera personalidad del sabio que tenemos frente a nosotros, que nos orienta y nos da su opinión de manera discreta, afable y desinteresada. Aunque también puede suceder (sucede más de lo que desearíamos) que quien está enfrente sea un “fantasma” (en sentido figurado) que ha adquirido cuatro conceptos y los adorna con palabras huecas.

Para no ser tildados de fantasmas, la cuestión radica en considerar que no lo sabemos todo, sentir que no llegaremos a entender el mundo del vino en toda su plenitud e intentar aumentar los círculos exteriores que son los que en realidad vale la pena cultivar.

Un par de apuntes, o tres, para terminar.

Uno sobre el ejemplo propuesto para comentar que sirve para otras profesiones, para otras personas y que aquello realmente válido es el estilo que le demos a nuestras vidas.

Otro para puntualizar que ser fantasma no es malo per se. Da un poco de pena, eso sí, pero malo, malo no es.

El tercero… bueno el tercero lo dejo para otra ocasión. Tiene que ver con el engranaje siguiente:

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¿Cuál será el tercero?