Degustación en las alturas

EasyJet inaugura su nueva ruta Barcelona-Burdeos con una cata de vinos a 10.000 m. de altura. Lluis Ariza y Ferrán Centelles lo relatan

 

(I) Lluis Ariza

A finales de abril recibí una de las más insólitas invitaciones de mi vida: la celebración de una cata de vinos a bordo de un avión de EasyJet a 10.000 m. de altura con motivo de la inauguración de su nueva ruta entre Barcelona y Burdeos. Además, la degustación sería presentada por el sumiller Ferrán Centelles, un gran amigo personal. En el escrito me preguntaban: ¿Qué te parece? ¿Te apuntas?

Burdeos

En mi opinión, es una ruta imprescindible y más para una persona como yo, que siempre he considerado Burdeos como mi segundo lugar de nacimiento, hace ya más de veinte años, durante un lluvioso día otoñal en el Château Palmer, uno de los «châteaux» más seductores de la zona de Margaux. La idea del nuevo trayecto me parece magnífica, sobre todo para los muchos aficionados al mundo del vino. Pronostico un éxito rotundo a esta iniciativa.

A partir de hoy y en poco más de una hora y media, disfrutaremos de zonas emblemáticas como Margaux,  Pauillac, Sant Emilion y Pomerol. Tendremos el placer de conocer los castillos donde se elaboran los más afamados vinos del mundo, tales como Lafite Rothschild, Latour, Margaux, Mouton Rothschild, Haut-Brion, Cheval Blanc o Ausonne, entre muchísimos otros; cuando hasta ayer debías realizar 700 km de una autopista cara, plagada de radares y prestando atención a no sobrepasar los 130Km/h, pues un gendarme te aguarda a la salida del peaje con aquella sonrisa burlona que empieza diciendo: «Monsieur…a pagar o a la ‘gendarmerie'»

Naturalmente me apunté y, antes de embarcar, recordé aquel 11 de noviembre de 1992, cuando casualmente entre las dos visitas programadas a Château Lascombes y Cos d’Estournel, nos dejó un tiempo libre que nos animó a solicitar la entrada sin cita previa (hoy sería imposible) al conocido Château Palmer, uno de los más seductores del Medoc. Todo fueron facilidades y nos permitieron participar en la cata junto a unos catadores holandeses. De aquel paladeo recuerdo uno de la añada 1953 que rozaba la perfección. También probamos entonces unos vinos jóvenes de 1989 y 1990 que, con el paso de los años (justo lo que necesitan los grandes bordeleses) se han convertido en dos de las mejores añadas que he probado nunca de este «château». Podría seguir explicando muchas historias de Burdeos y de Château Palmer, pero quisiera acabar con el recuerdo al entonces enólogo y gran amigo Sylvain Dechelotte.

Y mientras el avión despegaba puntual de Barcelona, las dos cordiales azafatas de vuelo, como auténticas sumilleres, entregaban a los viajeros las copas (eso sí, de plástico) para catar un vino bordelés a más de 10.000m de altura.

Sin título

(II) Ferran Centelles

Fue una sorpresa inesperada y muy agradable llegar a la terminal y encontrarme con el estimado Lluís Ariza junto con varios amigos periodistas que me acompañarían en esta «degustación en las alturas« de la mano de EasyJet.

Antes, en el aerobús que me acercó desde Plaza de España al aeropuerto, tuve tiempo de repasar mentalmente algunas de las catas más inverosímiles en las que había participado. Palacios reales, museos de arte, cocinas, barcos…éstas ya tenían una X en mi «check list«, pero ¿en un avión?… no me lo esperaba, la verdad.

Sentía curiosidad por analizar las diferencias entre la percepción del vino en tierra comparándola con la percepción a 30.000 mil pies de altura (es muy graciosa la expresión que marca las distancias en “pies”, me los imagino todos juntos en línea recta y no puedo evitar una sonrisa… Intentad dibujarlo y lo entenderéis…)

Recordé también que días antes topé con un artículo de la fantástica periodista Amaya Cervera (por favor, no os perdáis su web www.spanishwinelover.com) en el que junto con José Luis Casado y Gonzalo Verdera de Todovino (cómo echamos de menos la guía roja con la que nos deleitaban años atrás), explicaba una experiencia similar en la que ella había participado. Sus consejos me dieron algunas pistas y me sirvieron de inspiración a la hora de preparar la degustación. También encontré algunos estudios realizados que apuntan que la sequedad del ambiente y la diferencia de presión atmosférica podían hacer perder el 30% de la capacidad de percepción de nuestras papilas.

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Ya en el avión, comprobé cómo a los condicionantes anteriores se le sumaban otros que impidieron una cata tan rigurosa como habría deseado: las copas eran de plástico y, en un vuelo de unos 50 minutos, entre el tiempo del despegue y el aterrizaje solo quedaban unos escasos 20 minutos para servir el vino a los asombrados participantes y poder realizar la cata.

Para el trayecto Barcelona – Burdeos escogí un vino al cual tengo un cariño especial, el Pas Curtei de la bodega Alemany i Corrió, elaborado a partir de variedades tan bordelesas como el cabernet sauvignon y el merlot (eso sí, con un toque de cariñena). Se trata de un vino que había probado el día anterior en tierra y que se mostraba voluptuoso y maduro, con una tanicidad firme y un alcohol generoso. En el aire lo percibí más secante y amargo, parecía más delgado y acídulo y, sobre todo, menos aromático, como si la fruta dulce se hubiera escondido.

Para el trayecto de regreso de Burdeos a Barcelona me decanté por un Château Cap de Faugères, un vino de una zona histórica bordelesa, las Côtes de Castillon, que colinda con la famosa región de Saint-Emilion. El vino, probado en la oficina en el ensanche barcelonés, a nivel del mar, se percibía equilibrado, delicado y suave, mucho más especiado que afrutado y arquetípico de lo que se espera de un Burdeos de nivel medio. En tal altura se notaba todavía más especiado y algo menos elegante, pero mantenía perfectamente la calidad.

Una vez repasadas ambas notas de degustación, me aventuro a dar algún apunte que podéis tomar en consideración cuando queráis tomaros una copa «on air»:

  • La mayoría de aerolíneas suelen tener una selección bastante corta de vinos, pero ésta suele estar bien cuidada y firmada por algún nombre relevante del mundo del vino.
  • Escoger los vinos menos tánicos y más afrutados porque aguantarán mejor la modificación de percepción.
  • Un vino bueno en tierra también lo será allí arriba.
  • La aromaticidad se verá algo reducida.
  • Si escogéis vinos refrescantes, vuestro paladar os lo va a agradecer; la acidez se pone en valor en un entorno más seco.

    Finalmente, sólo afirmar mi convicción de que en esta ruta nos vamos encontrar regularmente a muchos amantes del vino. Y es que plantarse en Burdeos, una de las capitales mundiales del vino, en menos de una hora es una tentación irresistible.»Santé et bon vol!»Ferran Centelles 1