Diez mujeres y ocho proyectos de vino y vida

Los tiempos en los que las mujeres eran invisibles en el mundo del vino han quedado atrás para siempre. Por fortuna, tampoco se toleran ya actitudes como la que vivió la Master of Wine Caroline Gilby en una visita a Burdeos a principios de los noventa cuando al subirse a un autobús lleno de hombres trajeados del mundo del vino le recibieron con el comentario: “oh look – totty”, una palabra tremendamente ofensiva que despoja al colectivo de mujeres de identidad para considerarlas solo un objeto sexual.

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A pesar de los indudables progresos en el reconocimiento de la aportación de las mujeres al sector del vino y de su creciente y normalizada presencia en todos los ámbitos, —fue fantástico ver dos mujeres en el podio de los ganadores de la Cata por Parejas de Vila Viniteca, un evento predominantemente masculino—  todavía hay mucho margen de mejora.

Hoy, Día de la Mujer, escribimos sobre ocho productoras de vino luchadoras, valientes, comprometidas con su entorno y creadoras de vinos con alma y calidad. Ellas enriquecen el mundo del vino y lo hacen más diverso e interesante, no por su género, sino por su talento y su personalidad.

 

Bàrbara Mesquida Mora, Mallorca

Biodinámica convencida, Bàrbara Mesquida Mora fue una de las primeras productoras de España, y la primera de Mallorca, en conseguir la certificación internacional Demeter. De tradición vinícola familiar pero ahora con su propio proyecto independiente, Bàrbara tiene sus 20 hectáreas de viña en Porreres donde cultiva principalmente variedades locales como prensal, giró ros, callet, mantonegro o la uva tinta de ciclo largo gargollasa, que ha injertado sobre cepas de merlot. Es una variedad que todavía está conociendo y le da mucho trabajo pero probablemente en el futuro también muchas satisfacciones por su carácter mediterráneo y sus buenas aptitudes para afrontar el cambio climático.

Por su insularidad y el consumo local gracias al turismo, los vinos mallorquines son en general poco conocidos en la península pero merece la pena buscar etiquetas de Bàrbara como sus Acrollam (Mallorca al revés), Terna (un vino naranja de giró ros y premsal elaborado con pieles) o el que lance al mercado con gargollasa.

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Beatriz Herranz, Barco del Corneta, Valladolid

Vallisoletana de nacimiento pero curtida en los viñedos de garnacha de Gredos, Beatriz Herranz regresó a su tierra natal en 2010 para cultivar viñas de verdejo en Cantarranas, un paraje a 700 metros de altitud del que guarda bonitos recuerdos de los momentos pasados en familia durante la vendimia.

En menos de 10 años, Beatriz ha visto como sus verdejos consiguen brillar con luz propia entre esa masa de elaboraciones correctas pero desalmadas que te encuentras en los supermercados y barras de bar de media España. Su éxito no deriva ni de fórmulas mágicas ni de grandes presupuestos de marketing sino de respetar la identidad de la variedad, del suelo y del clima y de elaborar los vinos con honestidad. ¡Ah! Y quienes crean que trabajar de forma artesana se traduce siempre en precios desorbitados para el consumidor deberían comprar una botella de su Cucú, a menos de 10 €: pura frescura y expresividad.

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Carme Casacuberta y Carlota Pena, Vinyes d’Olivardots, Empordà

La pasión por el vino llevó a Carme Casacuberta y su marido Antoni Pena, a comprar en 2002 un viñedo en Capmany, en el Alt Empordà. La idea era elaborar vinos para ellos y los amigos, pero poco a poco ese proyecto casero acabó transformándose en un trabajo a tiempo completo para Carme, quien con 40 años decidió abandonar su trabajo como química para estudiar enología, plantar viña en ecológico, construir una bodega en el centro del viñedo y hacer vino para ganarse la vida.

Desde 2016 le acompaña en esta aventura su hija Carlota, a quien una niñez y adolescencia entre viñas y barricas no le disuadieron de continuar los pasos de su madre, con quien dice trabajar muy a gusto. “De ella lo he aprendido todo. Además, tenemos opiniones muy parecidas sobre como queremos hacer los vinos”, asegura Carlota, que incorporó prácticas biodinámicas en la bodega y en sus 10 hectáreas de viñedo propio hace dos años. Allí conviven viñas viejas y plantaciones nuevas de variedades blancas y tintas del Empordà como la garnacha blanca, tinta y rosada, y la cariñena blanca, tinta y gris más algo de syrah y cabernet en terruños diversos.

En total tienen una docena de vinos en el mercado, pero el primero que madre e hija crearon juntas fue Olivardots Rosa d’Amphora, una original y fresca cariñena gris de viñas de 80 años macerada con sus pieles y criada en tinaja que solo cuesta 12 €.

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Carmen Ferrer y Pili Sanmartín, Bàrbara Forés, Terra Alta

Nacida en Gandesa (Tarragona) en 1828, Bàrbara Forés fue la tatarabuela de la viticultora y bodeguera Carmen Ferrer y la mujer que da nombre a esta casa artesana que fue pionera en su zona en la producción de vinos con garnacha blanca. Desde 2014, también está en el proyecto su hija Pili Sanmartín, quien ha recuperado elaboraciones tradicionales en Terra Alta como los brisados (blancos fermentados con sus pieles) o el uso de las tinajas y que es una abanderada de la agroecología.

Madre e hija son también pioneras en la recuperación de la morenillo, una variedad que cayó en el olvido por su bajo color, tanino y graduación alcohólica pero que hoy en día se valora precisamente por estos atributos despreciados tras la filoxera. De momento elaboran con ella El Templari, en coupage con garnacha, y el espumoso ancestral En Moviment, que pertenece a una gama de cinco vinos creados por Pili que ella define como “vinos salvajes movidos por la intuición”. Como su propio nombre indica, En Moviment es un proyecto que está vivo y en evolución.

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Carmen Pérez Garrigues, Viña del Lentisco, Rioja

El meandro que forma el río Ebro en Laserna, Rioja Alavesa, da nombre a la finca San Rafael, un viñedo que ha sido cultivado por la familia Pérez Villota desde hace cuatro generaciones. Carmen Pérez Garrigues, ingeniera agrónoma y mujer viticultora, es quien se encarga de su cuidado desde hace 20 años, cultivando las uvas que hasta 2013 se destinaban a Contino (su padre, Ricardo Pérez Villota, fue co-fundador de esta bodega junto a Cvne) y que hoy llenan las botellas de Villota, la nueva marca familiar que pone el acento en la selección y la calidad.

De momento tienen dos vinos en el mercado, Villota Selección blanco (100% viura) y tinto, que mezcla las cuatro variedades tintas principales de Rioja, a los que en breve se sumarán ediciones limitadas de garnacha y graciano y el Viñedo Singular Viña Gena, con el que homenajean a la bisabuela de Carmen.

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Iria Otero, Vinos con Memoria, Galicia

Comparte nombre con una It Girl famosa por ser “mujer de” y por acaparar los primeros puestos de las búsquedas en Google de su nombre, pero nuestra Iria Otero poco tiene que ver con ese mundo de papel couché, estilismos y stories en Instagram. Viguesa de nacimiento, a Iria le enganchó el vino en su juventud y tras estudiar Farmacia en Galicia y enología en Logroño, se quedó en Rioja a trabajar durante seis vendimias. De vuelta en Galicia, trabajó para varias bodegas en Rías Baixas y Ribeira Sacra hasta que en 2015 decidió lanzarse por su cuenta y hacer su primer vino en Rías Baixas, llamado Sacabeira, con un perfil fresco y atlántico y una excelente evolución en botella.

Poco a poco ha ido expandiendo su proyecto y ahora elabora dos vinos de producción limitada en Ribeira Sacra (Finca Penediños y Cruce de Caminos) y en Ribeiro, a donde se mudó en 2018 con su marido y sus tres hijos dejando atrás la vida en la ciudad. No se arrepiente de nada: ahora vive encima de su bodega en Leiro, un pueblo junto al río Avia donde cultivan viñas en ambas orillas y de las que ha nacido A Seara, su primer blanco de la zona que mezcla treixadura, godello, loureira y torrontés y se elabora en hormigón, un material tradicional en la zona. Sus parcelarios, incluido un tinto de sousón y caíño, llegarán al mercado en breve.

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Verónica Ortega, Bierzo

Gaditana instalada en el Bierzo, Verónica Ortega es una viticultora tremendamente preparada y uno de los grandes valores de esta pequeña denominación puntera en la clasificación de los vinos por su origen. Antes de llegar a Valtuille de Abajo, su pueblo de adopción, trabajó con algunos de los elaboradores más prestigiosos de Francia y España: Romanée Conti (fue la primera mujer que trabajó en bodega en toda la historia de la firma) y Domaine du Compte Armand en Borgoña, Domaine Laurent Combier en Crozes-Hermitage (Ródano) o Daphne Glorian y Álvaro Palacios en Priorat. En el Bierzo comenzó a elaborar en casa de otro grande, Raúl Pérez, pero desde 2012 cuenta con su propia bodeguita, donde elabora media docena de vinos frescos, finos y con el carácter propio de este valle repleto de viñas viejas de mencía y diversidad de suelos y orientaciones.

Su última creación se llama Kinki, un tinto ligero y seductor de una parcela con viñas viejas en el pueblo de Cobrana que mezcla mencía con un 25% de variedades blancas y que cría en ánfora y barrica.

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Vicky Torres, Matías i Torres, La Palma

Aunque la viticultura que practica Vicky en teoría no cumple los requisitos aceptados para definirla como “heroica”, es difícil no recurrir a ese adjetivo cuando se visitan las espectaculares fincas que cultiva en el norte y sur de la isla de La Palma, rodeadas por la inmensidad del océano Atlántico. En sus viñedos en pendientes vertiginosas o batidos por los vientos alisios, con rendimientos escasos y sedientos de agua tras la prolongada sequía que sufre la isla desde hace varios años, Vicky echa mano de su experiencia,  intuición y sensibilidad para elaborar unos vinos honestos y de gran pureza que reflejen el  terruño del que proceden.

A pesar del carácter artesano de su proyecto, la gama de vinos que elabora esta mujer, galardonada en varias ocasiones por su compromiso con lo rural y la biodiversidad, es diversa y cambiante, y adaptada a la realidad que le impone el viñedo y el clima. Hasta que pueda volver a elaborar su parcelario Las Machuqueras, merece la pena probar su listán blanco Las Migas, una mezcla de distintas parcelas del sur de La Palma, y su listán blanco solera 2013, un vino que gustará a los amantes de Jerez y Jura.

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