Un paseo por la región vitivinícola más grande de Francia
Sus paisajes logran transportarnos en el tiempo hasta la Edad Media, reviviendo continuamente la historia de Francia. A través de los 1013 kilómetros del río más largo de Francia, compartiendo aventuras y cuentos de hadas con Tintín y La Bella Durmiente (concebida por Charles Perrault en el mismo Château d’Ussé) y completando su magnitud con un espectáculo vitícola, que aunque no tan antiguo como el de Borgoña, ya hace siglos que decora de forma majestuosa las laderas del río Loira.
El río Loira, discurre prácticamente desde el centro de Francia, hasta su desembocadura en el Atlántico, conformando el, personalmente aún desconocido, Valle del Loira, al menos si al mundo del vino nos referimos. Hablamos de la única zona de Francia donde se elaboran vinos de todos los tipos, desde el Cremant de Loire (espumoso), pasando por blancos, tintos, rosados y terminando en sus fabulosos dulces de Coteaux du Layon.
La región está dividida en cinco grandes zonas a las que podríamos recordar fácilmente con un acrónimo algo desagradable, “NASTY”, empezando en el Atlántico: Nantes, Anjou, Saumur, Touraine, Y viñedos centrales… Esta región es, ya a día de hoy, reconocida mundialmente como una de las precursoras de la agricultura biodinámica. Una fórmula basada en las teorías del fundador de la Antropofosía, Rudolf Steiner. Maridando la alimentación de los cultivos mediante abonos naturales, junto con la disposición astrológica de los conjuntos planetarios, teniendo gran importancia el estado de la fase lunar y, por supuesto, evitando estrictamente el uso de productos químicos como los fertilizantes y pesticidas.
La verdad es que resultaría bastante complejo tener un preferido entre sus grandes vinos, debido a la gran complejidad de sus estilos. Pero desde mi punto de vista, las variedades autóctonas siguen robándome el corazón. La Chenin de Savennières y Vouvray, una uva muy sensible al paso del tiempo que pone en total entredicho el gran tópico de “el vino tinto con el tiempo mejora”, puesto que en el caso de la Chenin el efecto es el mismo incluso vinificada como espumoso. El Sauvignon Blanc de Pouilly-Fumé y Sancerre, dos estilos completamente diferentes gracias a la aportación de las barricas en Pouilly-Fumé y su escasa utilización en Sancerre, y únicamente separadas por el paso del río entre ambas apelaciones. La Cabernet Franc de Saumur donde reside uno de mis vinos preferidos: Clos Rougeard, la región de Le Cadre Noir, la escuela de hípica más importante del mundo situada a pies del Château de Saumur, uno de los más antiguos de la región, una uva tinta que agradece de forma extraordinaria el paso del tiempo en botella y, como no, la variedad para el aperitivo, el Muscadet de Sevre et Maine, una total desconocida que expresa y demuestra en el paladar toda la riqueza en minerales y fósiles marinos de los subsuelos de Nantes, antiguamente totalmente cubierta por el Atlántico.
No puedo despedirme sin agradecer las fabulosas visitas y maravillosa acogida que tuvimos en las bodegas de Patrick Baudouin, Mark Angeli, Richard Leroy y Langlois-Château, que lograron transformar nuestro viaje en una experiencia única a través de siglos de historia. Como dicen ellos: «Pas bras pas Chenin».