En el aniversario de la muerte de Juli Soler, recuperamos unas líneas que le dedicó nuestro caníbal Salvador Garcia-Arbós:
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Durante muchos años, a las ocho y media de la mañana, Juli Soler llamaba a sus amigos el día de su cumpleaños, fuera lunes o domingo: x años en cada pierna, x años en cada oreja, x años en cada huevo… con el tono clásico y universal del «Cumpleaños Feliz». Este año no nos ha llamado, y Marta ya nos dijo que ella no lo haría. Lo dijo el día mismo del emotivo funeral de Juli en el monumental Cementerio de Terrassa.
Marta, su esposa, ya nos dijo que ella no podría de ningún modo continuar la tradición diaria de Juli, padre de Pancho, de Rita y de Júlia, e hijo putativo de Marketta Schilling, la esposa del doctor Hans Schilling, que bautizó un chiringuito de una cala de Roses con el nombre de la raza de sus perritos gordos.
El 4 de julio del 2015, Juli terminó el tabaco. Al día siguiente, 5 de julio, Juli Soler dejó de fumar. El pletórico y nervioso Juli tenía Winston por todas partes. Y donde él estaba había cobertura para fumar un pitillo, un puro, un caliqueño o una pipa. La señal de la cobertura ya la sabéis: se ponía el paquete en la oreja y decía aquel “¡tranquilos, hay cobertura!”.
Recuerdo a Juli fumando. La foto que acompaña este texto es de Francesc «Met» Guillamet, el fotógrafo que catalogó los 1.846 platos bullinianos. Vemos a Juli fumando en la cocina de elBulli, de cuando el mejor restaurante del mundo estaba en la cala Montjoi de Roses y de cuando la cobertura era universal. Aún así, el “puta” siempre tenía cobertura.
Entre cigarrillo y cigarrillo, este camarero nacido el 31 de mayo de 1949 en Terrassa –“mala raça”–, seductor, simpático, enrollado y transversal, revolucionó la sala y el servicio, en la misma medida que Ferran Adrià, el cocinero que él llevó a Montjoi, cambió la cocina para siempre.
Un brindis con champú por la buena cobertura.