Casa de Chá da Boa Nova. Déjà vu entre rocas y atlánticos

Ostenta una estrella Michelin pero no será éste el principal argumento para visitar el restaurante Casa de Chá da Boa Nova que el chef Rui Paula capitanea en Leça de Palmeira, Oporto. Antes, comentar que podría ser uno de los restaurantes donde disfrutar de la primera puesta de sol de Europa, que sorprende su menú recién formulado y que mira casi totalmente a ese Atlántico que asoma o que el simpático Costa es miembro del jurado de Masterchef Portugal. Argumentos que sirven y que se completan con otros tantos, listado global que vuelve atrás con sorpresa. Bom proveito.

Casa de Chá da Boa Nova. Porto
Casa de Chá da Boa Nova. Porto

El edificio es Monumento Nacional

Primera gran obra del prestigioso arquitecto portugués Álvaro Siza, el edificio que alberga el restaurante data de 1958. Originalmente nació como casa de té, aunque cayó en desuso hasta que el propio Siza lo recuperó en 2014 acondicionándolo como restaurante. Según la crítica, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura integrada en el paisaje, al levantarse desde las rocas a tocar del Océano Atlántico como una extensión natural del paisaje. Declarado Monumento Nacional por el Gobierno portugués, su entrada desde el interior gusta, su comedor orientado al mar, impresiona.

Una propuesta de menú degustación adaptable y con conciliación laboral

Porque el Atlántico baña casi literalmente la sala. A colación, a finales de 2018 el chef cambió el formato y pasó de presentar tres menús a hablar por boca de uno que sólo cocina el mar, encontrando carne solo en atrezzos. Un menú de 21 platos (160€) sin pan que el chef entiende por secuencias y que puede convertirse y adaptarse en otro de 6 y 12 pases (90 y 120€, respectivamente), “donde hablando con el cliente yo le elijo los platos que más le van sin que pierda la lógica”. Estos menús se prescriben eminentemente para comensales de reserva tardía, para que los servicios no se alarguen sine die.

 

El producto manda

Si te decides por el largo, a modo de entrantes, los primeros platos (“cantos” los llama el chef) hablan de producto: tostada con mantequilla de algas; huevo, gamba y panceta; vieira y remolacha con salsa de remolacha y frutos rojos; tartar de atún y ostra, o almeja a Bulhao Pato. Producto y sabor encontrado en matices. Divierte. Rui Costa juega con el mar y lo trabaja con cocciones (dos versiones del pulpo) o amigos (carabinero con texturas de zanahoria y jugo de sus cabezas), y hasta se sumerge en él para llegar a Brasil.

Brasil presente

Porque Portugal es también Brasil. Además de lengua y pasado, ambos países comparten gustos y platos, y Casa de Chá da Boa Nova te lleva al nuevo continente mediante un salmonete con anacardo y mandioca (ambos productos 100% brasileños) o su versión de la feijoada, con tripas de bacalao. En medio, el único aporte animal aparente: lascas de wagyu en los langostinos con kimchi. No se había echado de menos.

 

Las ventanas se retraen en el suelo

Estabas distraído mirando al mar de cerca desde ese comedor que lo integra a través de su terraza, sin ella si el día acompaña y la ventana baja. Porque la ventana –casi pared por su dimensión- sube y baja, hasta enconderse en el suelo. Siza, en el edificio original, ya diseñó una gran ventana retráctil, creando un todo entre sala y entorno. Tras la reforma de 2006, la ventana sigue subiendo y bajando para sorpresa y “wow” del comensal gracias a un sistema hidráulico, que sustituye la manivela de sus principios. Piensas en cómo reaccionarían los visitantes en los 60 con tal ingenio y vuelves a abrir la boca, y sonríes.

El déjà vu

La sonrisa se alarga cuando degustas y levantas la vista del plato. Sí, el mar; sí, las rocas. Y sí, Ferran Adrià. El genio de elBulli estaba comiendo al lado. ¿ElBulli? Mar, rocas, diversión. Remotamente pero alguna similitud estética guarda Casa de Chá da Boa Nova con el extinto restaurante de Montjoi. Salvando todas las diferencias y una península entera. En esas anda la mente cuando vuelves a retrotraerte. El camarero te ha servido el décimo octavo plato. ¿Pero este eclair de mejillones y texturas de coliflor no lo habíamos probado ya? Muérdete la lengua. La sonrisa volverá al probarlo. No se había ido. Adrià guiña el ojo desde su mesa. Obrigado.