Comer en un 'hawker'

Tribuna

Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Un reconocimiento de la Unesco a tradiciones y conocimientos populares. La pasada semana, el organismo internacional anunció 32 nuevas incorporaciones a una lista que se aproxima al medio millar. Entre los recién proclamados, dos directamente vinculados con la gastronomía.

Comer en un ‘hawker’ 0

Uno es el cuscús, ese plato a base de sémola tradicional del norte de África que en España, denominado alcuzcuz, fue habitual hasta el siglo XVII y que ahora ha regresado tímidamente de la mano de los restaurantes marroquíes. El otro, los ‘hawkers’ de Singapur, esos peculiares espacios que agrupan a los mejores puestos de comida callejera, que allí está prohibida en las calles, con mesas comunes donde disfrutarla.

Constituyen un auténtico espectáculo de cocinas china, malaya o india para comer a cualquier hora, desde el desayuno hasta la cena. Se pueden probar en ellos espectaculares dim sum, deliciosas laksas, potentes curries o platos de marisco que tanto gusta a los singapurenses. Me alegra este reconocimiento. Tengo que admitir que estos ‘hawkers’ y su versión más moderna, los ‘food court’, me parecieron lugares especialmente seductores y disfruté mucho comiendo en ellos, eligiendo las especialidades de cada uno de los puestos y compartiéndolas luego en las mesas comunitarias con gentes de todos los orígenes.

Disfruté comiendo, pero también visitando esa ciudad-estado, el país más pequeño del sureste asiático, el segundo con más densidad de población del mundo después de Mónaco, y uno de los principales centros financieros del planeta. La importancia económica se percibe ya cuando, antes de aterrizar, el viajero contempla desde el avión el impresionante skyline que conforman los gigantescos rascacielos, una exhibición de poderío económico del ‘tigre’ asiático.

Ejemplo de fusión

Pero por encima de todo Singapur es un ejemplo maravilloso de fusión culinaria. En sus calles se encuentran magníficos restaurantes con todo tipo de cocinas. Predominan los chinos, pero también indios y malayos están bien representados. Y como contraste a la apabullante opulencia, estos ‘hawkers’ populares reconocidos ahora por la Unesco.

Me gustó especialmente Hom Lim (Chinatown), donde probé una reconstituyente sopa con wanton y unos noodles con gambas reforzados con una salsa bien picante. Interesante también Lau Pa Sat, donde a la buena comida se une el edificio de hierro forjado que lo alberga. En una ciudad de precios disparatados, estos espacios que reúnen autenticidad y sabor permiten sobrevivir perfectamente sin que sufra el bolsillo.