¿Son diferentes los vinos que se elaboran en una isla? Para responder a esta pregunta un grupo de expertos internacionales, incluyendo a sumilleres de algunos de los más importantes restaurantes de España como Disfrutar, Cocina Hermanos Torres o Aponiente, se reunieron la pasada semana en Tenerife para una intensa jornada de debate y de catas. Jornada que es el aperitivo de un gran congreso que se celebrará en esta isla el próximo año impulsado por el Cabildo insular y organizado por Vocento. Hay que poner en valor los vinos insulares, que son muchos y muy buenos. Piensen, por ejemplo, en las islas del Mediterráneo. Prácticamente en todas se elabora alguno. Desde los más reconocidos como los de Sicilia o Mallorca hasta otros que han permanecido más ocultos. Esta jornada tinerfeña nos permitió descubrir, por ejemplo, magníficos vinos singulares de Creta, Santorini, Cerdeña o Samos.
Y luego están las islas atlánticas, las portuguesas de las Azores o Madeira y, sobre todo, nuestras Canarias, cuyos vinos fueron esenciales para las grandes travesías atlánticas, puente entre Europa y América. Como ejemplo de esa historia, en una de las catas de la jornada pudimos probar un Madeira de 1860, el Torre Bella Terrantez, un auténtico espectáculo que permitió comprobar la longevidad de los grandes vinos dulces isleños. Por fortuna, la riqueza varietal de las islas, a las que nunca llegó la filoxera, gran ventaja de la insularidad, permaneció intacta y eso ha permitido el renacer de estos vinos que, muy especialmente en Canarias, están viviendo un momento excepcional gracias al trabajo de pequeñas bodegas y elaboradores comprometidos. En Gran Canaria, La Palma, Lanzarote o El Hierro se recuperan variedades antiguas, se cuidan las elaboraciones y se hacen vinos que sorprenden. Pero donde con más fuerza se vive este fenómeno es en Tenerife, con sus seis denominaciones de origen tan diferentes entre sí. Vinos volcánicos de carácter atlántico unos y de estilo más continental otros, dependiendo de las zonas donde se elaboren, que van desde el nivel del mar hasta los 1.500 metros de los viñedos situados en las faldas del Teide. Siempre salinos, siempre con ese fondo mineral que aportan los suelos volcánicos de la isla. Listán blanco, listán negro, vijariego, baboso, gual, marmajuelo, negramoll, albillo criollo, malvasía… son las variedades más conocidas, pero hay otras muchas minoritarias que aportan la diferencia. Vinos tinerfeños, con identidad propia, que son a la vez historia y futuro.