Como me las maravillaría yo

No sé cómo damos abasto. No sé cómo nos las maravillamos para poder seguir dando de comer tanto a tanta gente hasta el abarrote. Cada año por estas fechas estivales, el intenso peso de esta pregunta se hace insoportable. No le encuentro respuesta pero sí conclusión: esto no debe ni puede seguir así. Es una jodía barbaridad. Y lo digo yo, un enfermo de glotonería selecta y sibaritinga más angustiado por el egoísmo de mi despensa que por la solidaridad o responsabilidad comunal. Pero creo que la ilógica de las cosas está pasando de castaño oscuro.

Como me las maravillaría yo 0

España está de vacaciones y además de ferias y fiestas por doquier, se ingiere de todo a todas horas, sin límites, los prazoles y los profenos favorecen el libertinaje comidista y bebedor y alivian digestión y resaca. Todo el mundo hace su agosto. La incontinencia suma campa por sus fueros reales, ¡esto es jauja!

Proyectemos imaginariamente el efecto multiplicador, así por encima, sin exactitudes matemáticas, de lo que consume el mundo en alimentos cada día, todos los días: insoportable. Este voraz ritmo devorador no hay forma humana ni divina de sostenerlo. Comprendamos así uno de los principales significados de la palabra insostenible. Estamos abocados al desastre. Que suenen las alarmas.

No soy nada ni nadie en esto ni en nada. Vengo siendo además, si no un antisistema, sí un pasota redomado, un incrédulo y un escéptico que deja hacer y deja pasar, no ya sin actuar, sino sin siquiera pensar, reflexionar ni concienciarme de la gravedad del asunto. No puedo prometer ni prometo nada pues conociéndome no me atrevo, pero sí digo que ahora ya, aunque tarde y mal, la cuestión me ocupa y preocupa y que todo camino empieza por un paso pequeño que lleva a otro y otro y otro hasta vaya usted a saber dónde; es urgente y necesario darlo: ¿te animas a rehabilitación? El mundo y su futuro lo necesitan, tú también.