O es vegetal o es carne

Tribuna

Me declaro carnívoro. Lo siento. Lo hago desde el más absoluto respeto por quienes se proclaman veganos o vegetarianos. La evolución del ser humano, el desarrollo de su cerebro, están estrechamente vinculados a la ingesta de carne, como demuestran numerosos estudios. Se puede admitir que el hombre es omnívoro, pero nunca ha sido herbívoro. Dicen los especialistas que nuestro estómago, a diferencia del de otros animales, primates incluidos, está especialmente adaptado para digerir carne. Mi espíritu un poco rebelde me lleva a sentirme más carnívoro cuantas más campañas veo y leo contra el consumo de carne. Insisto en mi máximo respeto por quienes voluntariamente renuncian a comerla, pero me molesta cuando intentan imponernos sus hábitos a los demás. Desde luego no me verán nunca participando en esa campaña mundial de los “lunes sin carne” y mucho menos comiendo esos sucedáneos elaborados a partir de legumbres y otros ingredientes. Sé que no es políticamente correcto decir esto, pero si uno es vegetariano de verdad por qué quiere comer cosas que se parezcan a la carne. Me parece un quiero y no puedo.

 

Productos (muchos ultraprocesados) hechos con garbanzos, soja o tofu y que buscan imitar el sabor y la textura de la carne animal. ¿Imitar por qué? ¿No están en contra de la carne? ¿Para qué quieren simular que la comen? Echen un vistazo a alguna página web de fabricantes de esos productos: burger, escalope, filete, chorizo, salchichas… Estas palabras en letras muy grandes. Y debajo, en pequeño, “de proteína vegetal”. Algo similar ocurre con el pescado. Pescado vegano. Imitando, a partir de guisantes, habas y similares, el sabor, la textura y la apariencia del genuino. Así se anuncian gambas, calamares, salmón, merluza o incluso atún en lata. Hasta hay falsos quesos. No sé si existe, pero seguro que falta poco, el huevo vegano.

 

A propósito de esto, hace pocos días los ministros de Agricultura de Unión Europea han pedido a la Comisión Europea la urgencia de proteger las denominaciones de carne “para garantizar un etiquetado claro que no induzca al consumidor al error sobre la verdadera naturaleza y el valor nutricional de los productos sustitutivos, entre ellos los que imitan a la carne”. En España, las empresas de los sectores cárnico y pesquero lanzaron el pasado año la iniciativa “Cada cosa por su nombre”. Pues eso. Cada uno que coma lo que quiera, pero llamemos a las cosas por su nombre.

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