Rosetta y la lista

Tribuna

Un comedor especialmente ruidoso con mesas pequeñas y sin mantel, servilletas de juguete, personal especialmente despistado, una jardinera que gotea sobre algunas de esas mesas… ¿Estoy en una modesta casa de comidas de cualquier rincón de España? Ya quisiera. Cualquiera de esas casas tiene mejores instalaciones y una atención más cuidada que la de este restaurante en el que me encuentro. Lo sorprendente, o no tanto, es que estoy comiendo en el que la mediática lista The World’s 50 Best Restaurants llegara a ser el segundo mejor restaurante mexicano, noveno de Iberoamérica y el 60 mejor del mundo. Se llama Rosetta y está en la céntrica Colonia Roma de Ciudad de México. Pienso que a lo mejor esa destacadísima posición en la lista responde al extraordinario nivel de su cocina, pero a medida que voy probando platos aprecio que esta no pasa de correcta. Están buenos los papardelle con higaditos de pollo (parece que la pasta es la gran especialidad de la cocinera) pero los he comido mejores, la carne llega muy pasada de punto y el postre, un helado de aguacate con cerezas inundado con aceite de hoja también de aguacate es un disparate grasiento y pesado.

 

Que este restaurante ocupe una posición tan destacada es un dislate más de los muchos que jalonan la historia de la lista. ¿Quién lo ha votado? ¿Qué intereses ocultos hay detrás? ¿Es cierto que determinados   tienen una influencia determinante, especialmente en Iberoamérica? Como ya he escrito en otras ocasiones, no me gusta esa lista por bien que le vaya a los restaurantes españoles. No me gusta cómo está concebida, ni la injusticia de sus resultados, ni el oscurantismo que la rodea. La 50 Best Restaurant es una gran operación mediática. Ahí es donde sus responsables han hecho un gran trabajo. Una lista británica creada para romper el monopolio de Michelin y el liderazgo de la cocina francesa, a la que en cierta forma desprecia (el primer restaurante francés aparece en el puesto 22), convertida en la Biblia de la gastronomía mundial.

 

Quede claro que se trata de una iniciativa privada y que sus responsables son muy dueños de hacer lo que quieran. Lo que no entiendo es el papanatismo de los medios españoles, que le dan una cancha absurda a este paripé. Y ya verán este año porque Valencia ha pagado el pastizal que exige la organización y será sede de la presentación en junio.

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