Pasillo de honor para la gran anfitriona de Casa Leopoldo

Rosa Gil dejó impronta en su Raval con Casa Leopoldo y atendió a los protagonistas de un fulgor cultural ya desaparecido

Belén Parra

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Rosa Gil hizo su entrada a la sala principal del actual Casa Leopoldo tras despedir al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que no podía quedarse a comer. Las mesas hicieron el pasillo de honor a una Rosa abrumada por todas las muestras de cariño de los asistentes a su merecido homenaje. El que acaba de rendir la nueva propiedad del restaurante, otrora reducto imperdible de la Barcelona más canalla, a la que fuera su mejor anfitriona.

Ella siguió con la tradición familiar del negocio, que nació como taberna portuaria en 1929, fundó su padre en 1936 y evolucionó como restaurante de culto hasta 2015. Por una cocina -siempre femenina- repleta de guisos, arroces marineros, casquería, frituras y postres caseros. Pero también por el trato que Rosa dispensaba a todo el que entraba en Casa Leopoldo, que no era precisamente barato.

En sus memorias, escritas por Arturo San Agustín, reconocería: “Heredar un negocio que se hundía me permitió descubrir mis recursos”.

Para los de su generación fue refugio de una Barcelona que Rosa Gil revive con nostalgia. La de escritores con firma, políticos de renombre, folclóricas con carácter, toreros como su padre y bohemios sin causa. Recuerda anécdotas, caras, saraos y borracheras hasta altas horas de la madrugada. Ella fue testigo a la par que cómplice de un fulgor cultural que ya no existe en la ciudad. De una capital taurina cuyas plazas son ahora centros de ocio. De tertulias de sobremesa con rostros populares y personajes, también novelados, que han hecho historia. De una clientela fiel que nunca falló al Casa Leopoldo de Rosa.

Nuevos tiempos

Cuando decide traspasar el restaurante hace 10 años, confía en que el nuevo operador sepa conservar su legado. Lo intentaron como gestores Romain Fornell y Óscar Manresa junto al también cocinero Rafa Peña (Gresca), pero entre el (alto) nivel de su propuesta gastronómica y la irrupción de la pandemia acabaron por renunciar al proyecto.

Luego reabrió como restaurante chino de menú diario que no prosperó lo más mínimo. Hace ahora un año que el grupo Banco de Boquerones, con ocho negocios (entre ellos Pepeta, Casa Rafols y Can Framis) y  liderado por Sofia Matarazzo y Bruno Balbás, decidió recuperarlo para el orgullo herido de un Raval que frecuentaron mitos de la talla de Picasso, Dalí, Ernest Hemingway, Terenci Moix, Juan Marsé, Lola Flores o Carmen Sevilla -“qué guapa era…”, recuerda Rosa. A día de hoy, todos desaparecidos. Como el verdadero espíritu de Casa Leopoldo. Porque le falta su alma. Le falta Rosa.

En el barrio hay quien daba incluso por muerta a la propia Rosa Gil, de 76 años, cuando en realidad vive en una residencia junto a la Sagrada Familia de la que sale días contados. “Dos al mes”, explicita. Uno de ellos fue el del necesario homenaje.

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Carme Ruscalleda, Eduardo Mendoza, Bruno Balbás, Daniel Vázquez Sallés y Carla Falcón rodean a Rosa Gil

Rodeada de amigas de toda la vida y arropada por su hija Carla Falcón -apellido castellanizado del Falcao original; el presidente de la Acadèmia Catalana de Gastronomia i Nutrició, Carles Vilarrubí; la cocinera Carme Ruscalleda, los empresarios Pedro Balañá y Joan Gaspart y una legión intergeneracional de periodistas de la ciudad.

La mesa de Vázquez Montalbán

Como por ejemplo Daniel Vázquez Sallés, hijo del escritor y gastrónomo Manuel Vázquez Montalbán, el único cliente habitual en la historia de Casa Leopoldo que cuenta con una mesa a su nombre. Nacido en el mismo barrio, acudía frecuentemente con toda su familia, no sólo la literaria. Él fue quien popularizó platos como su rabo de toro al vino tinto -hoy a 24,50€- o una capipota que, según Rosa Gil, debería volver “pronto” a la carta del restaurante junto con “el bacalhau à Brás, una buena sopa de pescado y el roscón de la pastelería Lis”.

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Vázquez Montalbán en Casa Leopoldo

Aparte de cocinera, jefa de sala y propietaria, Rosa Gil era el alma del restaurante. Su presencia llenaba cada espacio y era educada hasta con los maleducados. “Los invitaba a todos, pero también a conocer el camino hacia la puerta”. Genio y figura.

Cuando se animaba, también se arrancaba a cantar a capella. Una copla, un fado en recuerdo de su difunto torero portugués o lo que fuera, como hizo de nuevo en Casa Leopoldo con una actitud envidiable. “La vida me ha tratado muy bien”, presume.

De ahí que degustara todo el menú elaborado para la ocasión por el tercer jefe de cocina que tiene el restaurante en un año. Todos hombres, en este caso. No resulta fácil para la actual propiedad mantener este icónico local de Barcelona. El cliente medio habitual es sénior, “octogenario en su mayoría”, por lo que el público joven aún no lo ha descubierto como debería. Tampoco el turista.

Rabo de toro para Pedro Sánchez

Una pena que lamenta incluso el alcalde. Collboni lo redescubrió junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una de sus últimas visitas a la ciudad y ambos dejaron constancia de ello en el libro de firmas del
restaurante. ¿Qué comieron? “¡Rabo de toro, claro!”.

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Rabo de toro al vino tinto con parmentier de patata en Casa Leopoldo

Este guiso se presentó también como el plato fuerte del tributo gastronómico a Rosa Gil, si bien las albóndigas con sepia fue el que de veras gustó al flamante Premio Princesa de Asturias de las Letras, Eduardo Mendoza.
Casa Leopoldo “es una institución” para él, por lo que aprecia mucho el valor de Banco de Boquerones por querer reflotar un clásico entre los clásicos de Barcelona. Aunque sea a su manera.

“Nos hacemos mayores y se intensifica la nostalgia, pero son tantos los momentos felices en el recuerdo…”, apuntó Gil al mostrar su agradecimiento por un tributo que ya no esperaba y al que respondió entusiasta desde el primer momento. La nena del Leopoldo tan sólo pidió a sus organizadores que no faltara su hija Carla, que
ahora trabaja en Pamplona. Deseo concedido, qué menos.

Antes del fin de fiesta sonó el «Hoy puede ser un gran día» de Serrat; también invitado a un evento al que, como apostilla Rosa Gil, el cantautor catalán habría asistido con Joaquín Sabina, que está de gira de despedida. Como hacían siempre en su Casa Leopoldo. Es otro de los recuerdos lúcidos de una Rosa Gil que no se marchita ni siquiera lejos de su Raval natal, en el ha dejado impronta.

Reportaje fotográfico: ©CasaLeopoldo

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