El renacer de la Malvasia de Sitges

Alba Gràcia, al frente de la Fundación del Celler de l’Hospital, encabeza la revolución de la Malvasia de Sitges

Rais Esteve

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29Sitges, 1935. Manuel Llopis i de Cascades dona las últimas parcelas de Malvasia de Sitges al Hospital San Juan Bautista, con la condición de que cada año fueran cosechadas y convertidas en vino y se ofreciera una muestra a sus descendientes. Este es el inicio de una historia magnética, única, en la que el amor por una ciudad y una uva se unen para formar un gran relato. Casi 100 años más tarde, el legado de ese diplomático ha significado la pervivencia de la Malvasia en esta plácida ciudad de la costa catalana, como recuerdo vivo de lo que fue Sitges antes de ser reclamo turístico. 

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Foto histórica de Sitges y sus viñedos. (Fuente: CIM)

La siguiente historia empieza en 2017, cuando Alba Gràcia –sitgetana hasta la cepa, historiadora y gestora cultural- llega a la Fundación Celler de l’Hospital por casualidad -y por baja maternal- con un nuevo enfoque en su propósito de recolectar la historia de Sitges: hacerlo desde la Malvasia. Como en las grandes leyendas, la imparable protagonista llega a su destino justo a tiempo, en el momento en que desde la Fundación buscaban a alguien para llevar la parte teórica de su futuro CIM (Centre d’Interpretació de la Malvasia). Coordinadora del proyecto desde entonces hasta el día de hoy, Alba es la voz y el alma del renacimiento de esta uva, que ha querido explicar desde su interés vocacional y su profundo conocimiento, esquivando lo pasado y pedagógico -lo académico, lo museístico- y proponiendo algo presente y vivo -experiencia, enoturismo-, que lejos de excluir y aburrir, acoge y suma.

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Alba conduciendo una visita por el museo del CIM.

Con esa filosofía, además de un museo y su Malvaseria -tienda gourmet centrada en la Malvasia- ubicados en el centro de Sitges, el legado vive, y vibra, desde sus innovadoras catas historiadas Malvasia Power (2021-2022), donde a través de una cata de unos 6 vinos -del Celler, nacionales e internacionales-, trenzados por una historia que Alba iba revelando de manera natural -en capítulos intercalados con las catas- se descubría la Historia y las historias de una uva que es mediterránea, viajada, ancestral, rústica, compleja, parca, volcánica, griega y también sitgetana.

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Antiguas botas del Celler, en el espacio museístico.

A las Malvasías -monovarietales- de la cata (desde la dulce -más habitual- a la seca, pasando por la ancestral, la salina, la añejada en barrica,…), que luchaban contra la creencia que la Malvasia es limitada, se les unía un relato tejido de hilos historiográficos, intensa documentación y recopilación de fuentes primarias, con el rigor de una académica y el talento de una rapsoda. Desde entonces, el CIM se situó en el mapa del enoturismo, ampliando su oferta a visitas y catas guiadas, eventos dentro y fuera de sus muros (ADN Garraf, Olèrdola: vins i llegendes, Mar de Malvasia,….) y la Malvasia recuperó el trono en el imaginario colectivo de un pueblo y de una costa, siendo un nuevo punto de encuentro para todos los productores que se sentaban en las catas donde también figuraban sus botellas.

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El viñedo urbano del Celler de l’Hospital.

Los vinos de El Celler de l’Hospital, elaborados en el edificio que hoy alberga el museo hasta casi el año 2000, son vinos monovarietales (100% Malvasia) producidos en dos viñedos históricos: Aiguadolç (delante del mar -la única parcela catalana que mantuvo la Malvasia a finales del siglo XX-) y la Viña del Hospital (el único viñedo urbano de Cataluña). Con una producción muy pequeña -menos de 10.000 botellas- y distribución corta -comercios de la ciudad, además de venderlas en la tienda del CIM- sus seis propuestas son una declaración de intenciones que muestra el amplio espectro de posibilidades de la Malvasía, que -en boca de Alba- “en la viña es complicada pero en la bodega maravilla”. 

 

La tesitura de esta uva la muestran en dos vinos dulces –Malvasia dolça (19 euros, 500 ml) i Malvasia Seca (29 euros, 500 ml)- con crianza oxidativa en bota de castaño durante 10 y 6 años respectivamente, notas de caramelo, miel y frutos secos y color dorado; el Blanc Subur joven (15,50 euros, 750 ml o 18 euros si es de guarda)- vino blanco, seco, de nariz tropical y gusto fresco, cítrico y ligeramente salino-; el Llegat Llopis (19 euros, 750 ml) -vino blanco con crianza, más profundo, afrutado y cítrico, mineral y con estructura-; o el Monembasia (22 euros, 750 ml), un espumoso por segunda fermentación -champenoise- complejo, floral, ácido y de burbuja muy fina.

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El patio del Centro de Interpretación de la Malvasia, espacio de catas y encuentros.

Frecuentemente, una copa de vino viene acompañada de un relato, que cuenta el equipo de summillería al llegar a la mesa, buscando un momento mágico y un recuerdo a través del ya omnipresente -y a veces vacío- storytelling. En el caso de Alba, la copa llega bastida de Historia, leyendas e historias, recopiladas desde una vocación profunda para documentar e ilustrar; siendo después ordenadas y digeridas y contadas de manera fácil, interesante y cercana, para mantener vivo el legado de la Malvasia de Sitges. 

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Blanc subur i Malvasia de Mar, con envejecimiento submarino en el puerto de Sitges durante 10 meses.

Si el Mediterráneo nos regala la uva, el clima, el paisaje, la cultura y la historia; personas como Alba -formadas, talentosas, apasionadas y con la voluntad de mantener legados- son el regalo que le devolvemos al Mar. A través del conocimiento, la colaboración y la recuperación de un patrimonio vivo, el Centro de Interpretación de la Malvasia es un eco de memoria y conocimiento que custodia no solo una cepa, sino un paisaje, una cultura, una identidad y un territorio.

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