Pistas para comer en Fuerteventura

Una tierra agradecida sirve de ecosistema de la cabra majorera, protagonista de singulares quesos y platos tradicionales y reinventados

Raquel Castillo

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Fuerteventura es un destino no demasiado conocido, de una belleza con un punto inhóspito y salvaje, pero amable y cálida a la vez, con 150 kilómetros de playas, aguas color turquesa y un clima envidiable.

 

Con todo no resulta un territorio fácil, una isla semidesértica donde apenas llueve y vivir de la agricultura y la ganadería es complejo. A pesar de ello la gastronomía es uno de sus alicientes, sobre todo por lo que tiene de diferente con respecto a otras islas, aunque no esté tan desarrollada como en Tenerife, Lanzarote o Gran Canaria.

 

Comparte con ellas su gusto por el gofio, esa harina de cereales tostados (normalmente trigo o maíz) que comen en platos dulces y salados desde la época de los aborígenes. O por los pescados frescos como la vieja, el cherne, la sama, el bocinegro o el atún; también por el pulpo que se pesca en el banco saharaui, las lapas (cuya cocina comparten con los lanzaroteños) o el camarón soldado, existente en los fondos canarios. Por supuesto no falta el cochino negro ni las papas con mojo.

 

Carne de cabra y queso majorero

 

La cabra autóctona, la llamada majorera, no es sólo recurso alimenticio, sino emblema isleño. Con su leche, cruda o pasteurizada, se producen los famosos quesos majoreros, de los más singulares del archipiélago. Cuenta con la primera denominación de origen concedida a un queso de cabra (1996), y es una de las tres queseras que existen en las Canarias. Y tiene incluso su propio museo en Antigua, en el centro de la isla.

Queso fresco majorero
Queso fresco majorero

Como majorero se comercializan quesos con diferentes curaciones, que, en las elaboraciones más artesanales, se afinan abriendo y cerrando ventanas, como se hace con los jamones ibéricos. De masa compacta y sabor más bien ácido, incluso picante en los más viejos, los hay frescos, con tres o seis meses de maduración, cubiertos con pimentón, con gofio o con aceite de oliva virgen extra.

 

Porque sí, en Fuerteventura también se produce aceite a partir de cuatro variedades que se empiezan a recoger en julio (verdial, arbequina, picual y hojiblanca) envasadas por 13 productores y de consumo exclusivamente local.

 

Junto al queso, la carne de cabra y cabrito son habituales en muchas recetas, desde un sencillo asado a un guiso, y también tienen huertas regadas con agua desalinizada que producen lechugas, tomates, verduras y hortalizas que festonean de verde un paisaje árido pero de tierra fértil y agradecida.

 

Dónde comer: de lo tradicional a lo contemporáneo

 

Una isla que vive del turismo se vuelca cada vez más en la gastronomía. Y lo cierto es que conviven diferentes tipos de cocina, fruto de la propia cultura y de los miles de visitantes que cada año pasan por allí. Por eso las opciones a la hora de elegir son variadas en cuanto a cocinas y estilos. Lo que sí es común a casi todos ellos es la utilización del producto local, no sólo ceñido a lo canario o lo majorero, sino incluso centrado en los productores del entorno, el llamado kilómetro cero.

 

En la restauración isleña hay restaurantes meramente tradicionales, que siguen a pies juntillas las recetas de siempre. Como sucede en El Horno, en Villaverde, en una típica casa canaria donde desde hace 19 años sirven el gofio escaldado, una estupenda garbanzada, las carajas preparadas a partir de vísceras de cabrito (hígado, corazón y pulpón) o el cabrito al horno con papas, además de otras carnes a la parrilla, típicas de la casa.

Garbanzada de El Horno, Fuerteventura (Foto: Paladea) by Paladea
Garbanzada de El Horno (Foto: Paladea)

Partiendo de la tradición, Marcos Gutiérrez, cocinero y propietario de Casa Marcos (La Oliva) ha ido pergeñando platos con un toque más personal que rezuman canariedad. Y los sirve en su precioso restaurante con huerta incluida y un hotelito anexo de cinco habitaciones. Muestra de esta evolución es su urimaki de gofio (basado en un sanchocho, un cocido de pescado en salazón) y cherne con mojo rojo; el ceviche de atún con miel de palma, el paté de hígado de cabrito, el rollito de cochino negro con queso majorero o la carne de cabra compuesta, un jugoso estofado de larga cocción que reconcilia con la mejor tradición isleña.

 

En El Roque de los Pescadores, en El Cotillo, el jefe de cocina es Mbarek Kakdar, un marroquí que lleva muchos años afincado en Fuerteventura. Celoso del producto, su carta es un compendio de platos actuales con materia prima local, sobre todo del mar, desde el apetecible tartar de vieja sobre brioche de maíz y mantequilla de leche de cabra, al carpaccio de gamba de La Santa, el tartar de atún rojo, el pulpo canario con parmentier de papa, las lapas o el gofio servido sobre cascos de cebolla roja.

Lapas de El Roque de los Pescadores, en Fuerteventura
Lapas de El Roque de los Pescadores

El Atlántico también protagoniza la propuesta del sencillo Jamonería Caracandado, en Corralejo. Aunque el nombre despiste, sirven buenos pescados del día, queso frito y un estupendo pulpo con papa arrugadas.

 

La Platanera, en Corralejo, es un moderno complejo hostelero abierto en 2019 que cuenta con un restaurante –y terraza en la azotea- con cocina internacional, producto de cercanía y un toque personal del chef. Ceviche de sama roquera con apionabo, pulpo con papas con mojo y ajo negro, un plato conseguido, el cordero en demi-glace con pimiento o la espuma de limón con crema de plátano y gofio muestran una cocina solvente.

 

Si apetece probar carne que no sea de cabra, un buen vacuno, una dirección que hay que conocer: La Mamma, en Corralejo, el restaurante de un simpático argentino-majorero, que hace más de 40 años que se vino aquí. Gustavo Astrada se trae las carnes directamente de la Pampa, piezas de solomillo y lomo alto de novillo de argentino angus (también importa de USA e Irlanda), cortes jugosos y con mucho sabor que prepara a la parrilla y llegan a la mesa con el punto perfecto. Tampoco es mala idea probar sus empanadas argentinas o cualquiera de sus pizzas, recién salidas del horno.

 

 

 

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