Ferran Adrià, embajador del turismo - Redacción

Redacción

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Reproducimos el artículo publicado hoy por Pau Arenós en El Periódico de Catalunya.

En el mundo de la gastronomía, el lunes pasado fue de ceniza. Carnaval, sardina, humo. Ardió la cocina del restaurante Mugaritz, uno de los símbolos de la revolución permanente que vive la cocina vasca, catalana y española.

Es razonable que a algún ciudadano le estomague que se encumbre a los aristochefs, que se publiquen sus hazañas o menudencias, pero también deberían observar que los cocineros de etiqueta colaboran para edificar un país moderno, exportable y avanzado. Vendemos aceite, vinos y creatividad.

La vanguardia tecnoemocional atrae a los visitantes, da buen nombre al territorio, tira de la cocina tradicional, proyecta -si le dejan los envidiosos- el buen rollo, promociona los productos… Y la carbonización de Mugaritz, qué paradoja, fuego en un santuario del fuego, es una pésima noticia. Pero Andoni Luis Aduriz, su titular, tal vez el más delicado de los chefs, es un duro bajo una capa de caolín: en lugar de dejarse llevar por las lágrimas negras está decidiendo cuál será el Mugaritz del futuro, aún con los peritos en la vaporosa escoria. Grande en la adversidad. Fuera los lamentos. Aprendieron de Ferran Adrià y su última lección: morir para resucitar con vigor. Mugaritz ha desaparecido, aunque regresará entre llamas.

El 4 de marzo la Administración oficializará un cargo oficioso: Adrià será nombrado embajador del turismo español. Lleva muchos años cumpliendo esa misión diplomática de manera entregada y voluntaria, al igual que el resto de colegas plenipotenciarios, Aduriz, Arzak, Ruscalleda o Roca. No hay conflicto que resista una sobremesa con licores. En la carrera diplomática tendría que ser asignatura obligatoria la alta cocina, que es alta estrategia. No podía negarse Adrià a la propuesta, como no se niega nunca a explotar su imagen en beneficio del colectivo. De nuevo escucharemos a los airados quejarse de esto o de aquello, de que si otra vez Adrià, de que vaya mamarrachada. Pero a esos hay que recordarles que el turismo continúa siendo la principal industria de un país arruinado en el que un expresidente vanidoso muestra un dedo ramplón, ocioso y ofensivo.