Reproducimos el artículo publicado hoy por Óscar Caballero en “La Vanguardia”.
“La gastronomía, entendida como el arte de bien comer y beber bien, es un elemento esencial de la cultura de los franceses”. Con este argumento, la Unesco inscribió en el patrimonio inmaterial de la humanidad el banquete familiar de los franceses. Jaume Tàpies, presidente de Relais & Châteaux -500 hoteles y restauarantes en 60 países-, lo recordó por todo lo alto, en el castillo de Versalles, con 60 estrellas de los fogones.
Los secundaba 72 maîtres y 22 sumillers, ocupados en llenar 5.300 copas con más de 200 botellas de Dom Pérignon y 310 de grandes burdeos, sin olvidar al mítico Château d’Yquem.
Normal: cada uno de los más de 600 comensales, sentados en 60 mesas montadas a lo largo de la apabullante Galería de las Batallas, desembolsó 890 euros para una futura Cité de la Gastronomie, presidida por el ex decano de la Sorbona, el geógrafo Jean Robert Pitte, quien ya condujo el lobby ante la Unesco, apoyado por el presidente Sarkozy, patrono a su vez de la cena de gala.
En la convocatoria inicial figuraba, entre los 60 chefs, Santi Santamaria, miembro de la cadena de hoteles. “Hablé con él dos días antes de su muerte”, recordó Tàpies, “y me confirmó su participación”. Por eso, Tàpies convirtió la reunión de Versalles en homenaje a su memoria.
La cena en sí tuvo un original montaje: los comensales de tres mesas se ponían en manos de otros tantos chefs, obligados a crear un menú basado en sólo tres productos emblemáticos.
En la cesta figuraban bogavantes bretones, lubina de anzuelo del Atlántico, caviar de la Gironda, roquefort artesano, patos de Challans… Y cada trío de chefs resucitaba postres estilo magdalena de Proust, inscritos en su memoria: Tatin, Paris-Brest… O sea que hubo más de veinte menús diferentes, lo que convirtió la sobremesa en un diálogo cruzado de mesa a mesa sobre lo comido en cada una.
La entidad presidida por Pitte, y reforzada por un lobby, Club de la Table Française, que ha conseguido convencer a la tercera parte de los diputados, bajo la divisa “la gastronomía francesa no es la mejor del mundo, pero es única y singular”, escogió como divisa una frase de Claude Lévi-Strauss: “Además de bueno comer, un alimento debe ser bueno para pensar”.
Por eso, la Cité de la Gastronomie deberá ser “un espacio de cultura, con exposiciones, degustaciones, un centro de creación y de innovación culinaria, residencia de jóvenes chefs encargados de crear una obra maestra, como en los antiguos gremios”, además de “un instituto de memoria del arte culinario y de descubrimiento de las cocinas del mundo”.