La gran cena del ‘Català de l’Any’ tuvo sabor asiático – Redacción

Redacción

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Ayer tuvo lugar en el Palacio de Congresos de Catalunya la décima edición del Premio ‘Català de l’Any’. Desde hace cuatro años también se celebra a continuación el llamado ‘Sopar del Any’, donde importantes cocineros -en esta edición han sido 22, capitaneados por Jordi Parra y Nandu Jubany, y todos los platos han girado entorno a la cocina asiática- ofrecen un espectacular menú al estilo cóctel para unos 400 invitados. Para contar todo lo sucedido, reproducimos el artículo publicado hoy por Pau Arenós en El Periódico de Catalunya (medio que organiza el acto).

Cocineros, camareros... Todo el equipo que hizo posible la cena del "Català de l'Any" / Joan Masats
Cocineros, camareros... Todo el equipo que hizo posible la cena del "Català de l'Any" / Joan Masats

Este año, el Sopar de l’Any, el complemento necesario del Català, viaja por Asia sin salir de Barcelona. He ahí una de las oportunidades más placenteras y ventajosas del turismo: dar la vuelta al mundo permaneciendo en la propia ciudad, prescindiendo del fárrago del equipaje, los sudores ecuatoriales, los vergonzosos calcetines blancos y la gimnasia en los arcos detectores del aeropuerto. Subsisten los viajeros de sillón y libro (tal vez electrónico), aunque se trata de una experiencia menor, en la que la sugestión es a palo seco, sin otra sustancia auxiliar que el polvillo hipnótico del papel.

La gastronomía permite la ficción-de-estar-allí de una manera plena, aportando al juego perfumes, sabores, malentendidos, risas, impericia con los palillos y un personal nativo que te proyecta hacia el escenario original. ¿Avatar? ¡Anda ya con el jueguecito pueril de las tres dimensiones!

Una ciudad son sus ciudadanos, así que Barcelona es una humanidad de japoneses, chinos, vietnamitas, libaneses y chefs catalanes enganchados a las cocinas lejanas -a veces imaginadas-, fresca alternativa al recetario habitual, renovación de nuestro espíritu impregnado de fricandós. Un desentumecimiento por la vía estremecida del wasabi. Cautiva lo asiático a domicilio porque ofrece el viaje-sin-moverse, abre la mente al yuzu y a la citronelle, al coco y al wagyu, a las algas y a la lima kefir, facilita la ensoñación y evita que te atropelle un ciclista en Pekín -el bicing a lo bestia- o que pierdas la peluca en el tren bala de Kyoto.

El equipo del Sopar de l’Any vuelve a ser superior, difícilmente igualable, recompensado por las guías internacionales, nacionales, provinciales y de barrio. Al morder un nigiri, un dim sum, una gambita con aceite de té, un anko de ganxet o un brioche al vapor con trufa, el invitado sabe que asiste a un acto singular, que participa en el acontecimiento gastronómico-barcelonés del año. Claro, el Sopar de l’Any.

Los cocineros de los 22 restaurantes que participaron / Joan Masats
Los cocineros de los 22 restaurantes que participaron / Joan Masats

Para los aficionados a las condecoraciones y al generalato: tres triestellados (Ferran Adrià, Carme Ruscalleda y Joan Roca, toma trío es-pec-ta-cu-lar, ¡nueve estrellas en la pista!), un biestrellado (Antonio Sáez-Martín Berasategui) y cuatro uniestrellados (Nandu Jubany, Carles Gaig, Mey Hofmann y Felip Llufriu). Para los adictos al movimiento barcelonés de la bistronomía, de la mesa joven y espabilada: Embat y Caldeni. Para los fans de la espiritualidad japonesa y los cuchillos certeros: Koy Shunka, Icho, Matsu y la pastelería Ochiai. Para los que flotan con la cocina de altura: Dos Cielos. Para los que se entusiastas en las barras cultas y trotamundos: Dos Palillos.

Para los intrigados por las cajas chinas: Shanghai (qué pato laqueado de Josep Maria y Lluís Kao) y La Xina. Para los amantes de lo asiático-mediterráneo: Abaou-Khalil (el libanés más antiguo de Barcelona). Para los aventureros del agripicante y la selva: Indochine de Ly Leap (Vietnam, Tailandia y Camboya). Para los que confían en la tradición revisada: La Mar Salada y L’Indret de Semon. Para los que disfrutan con la pastelería explosiva: Escribà.

¿Cuál es el espíritu del banquete? El intercambio, la cooperación, mezclar artistas locales con extranjeros cultivados. Se trata de integrar, buscar la fusión verdadera, que los productos y las personas compartan. Qué tristes esas combinaciones en la que lo foráneo y lo cercano bailan sin tocarse.

Los chefs del Sopar de l’Any también son protagonistas de las gastronoticias del 2009-2010: Adrià, la (re)fundación de El Bulli y su nuevo empleo como embajador, Ruscalleda y la apertura de Moments (con Raül Balam), Roca y la trisestrella, Sáez y la biestrella, Gaig y el Porta Gaig del aeropuerto, los 15 años de Can Jubany (en noviembre; antes pasará por unas obras de mejora), la inauguración de un Dos Palillos en Berlín (con Albert Raurich y Tamae Imachi), el huerto del Moo en el Hotel Omm, la nueva barra del Icho (con Tan y la emprendedora Ana Saura), el premio al Dos Cielos de los gemelos Torres (restaurante del año para la Acadèmia Catalana de Gastronomia), los elogios de The New York Times para el Koy Shunka (bravo por Hideki y Sam), la recuperación de Marc Singla para la gran cocina (que comparte talento con Albert Enrich en La Mar Salada)…

La puesta en escena del festín, coordinado por el Grup GSR-Producions de Gastronomia, es liosa y refinada. Nada de cátering, cocina en vivo; barras-escenario, con los mismísimos maestros sirviendo a los comensales, ¡un privilegio!; copas Riedel, la cristalería de las grandes casas, vinos de Vila Viniteca, panes de Tliticum (en realidad, Triticum, que ha realizado un pan exclusivo de algas y muda de nombre por una noche), el ejército de camareros comandados por la escuela de hostelería CETT, la logística de Husa…

Claro, el Sopar de l’Any.