Maximilian Riedel: “no hay semana que no me pregunten desde España si vamos a diseñar un porrón”

El CEO de la mítica cristalería austriaca Riedel pasó por Barcelona para demostrar que el recipiente importa, y mucho. Con más de 1500 referencias en catálogo, defendió ante profesionales y aficionados por qué cada variedad necesita su copa

No son una bodega, ni tienen viñedos, pero pocas sagas familiares más ligadas al mundo del vino que los Riedel. Esta mítica cristalería austriaca lleva en marcha más de 250 años y sus copas son sinónimo de excelencia en la sala de los restaurantes o en casa de los apasionados por el vino. Con un catálogo de más de 1500 referencias, sus copas específicas para cada variedad de uva son algo único en el mercado y Maximilian Riedel, actual CEO de la compañía, ha pasado por Barcelona para explicar cómo y por qué una copa puede cambiar totalmente la percepción de un vino. Para bien o para mal.

 

Subido a un pequeño escenario y ante 200 personas en dos sesiones organizadas en el hotel Majestic de Barcelona, Riedel no tarda en ganarse al público. Domina bien los tiempos, el mensaje y, como un elegante vendedor, no tarda en convencer a quienes se sientan allí. Y eso que seguramente hay muchos escépticos con su idea de que, por ejemplo, una copa para riesling es terrible para un buen chardonnay, mientras una específica para esta variedad hará que brille especialmente. Pese a las lógicas dudas iniciales, la mayoría salen -salimos- convertidos en creyentes.

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Algunas de las copas de la serie Veloce de Riedel, diseñadas para diferentes variedades de uva

¿Cómo funciona? “La única forma de explicarlo es probarlo”, nos cuenta unos minutos antes de empezar el seminario. “Para comprobarlo, los vinos pueden ser de cualquier lugar, pero tienen que ser monovarietales”, detalla.

Escépticos y creyentes

“Vais a oler un vino en tres o cuatro copas diferentes y os va a sorprender la diferencia. Y también el sabor. Es así como uno se hace creyente. Puedo cambiar la percepción de un vino. No cambiamos el líquido, es el mismo vino y la misma temperatura, es sólo la copa”, explica con pasión. Y eso es justo lo que hace ya en el escenario, con una convicción que despeja cualquier duda.

Una cata guiada siempre está algo condicionada por quien marca la pauta y detecta aroma de frutas de verano o de heno o de lo que sea. Pero lo cierto es que los vinos que se sirven – “todos franceses, para no enfadar a ningún productor español por haberse quedado fuera”, matiza- cambian según la copa utilizada. Son vinos excelentes, botellas de entre 50 y 100 euros en tienda, pero algunas copas los apagan, mientras que otras los hacen espléndidos.

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Un momento del seminario ofrecido por Maximilian Riedel hace unos días en Barcelona.

Es una cuestión de altura de la copa, de apertura superior, de forma… El proceso de desarrollo de estas copas varietales comienza comprobando si alguno de los diseños ya existentes funciona con otra uva. Si es así, no hace falta un nuevo desarrollo, sino, hay que crear una nueva. “Y esa es una gran noticia”, bromea, como el gran vendedor que es.

 

¿Un buen vino es peor en una mala copa? “Es mucho más grave, una copa puede destruir un vino”, alerta. “Te puedo servir un Pingus en una cata a ciegas en una mala copa y me dirías que no es bueno. Cuando un vino no gusta se culpa al propio vino, a la añada, la conservación, la temperatura de servicio… pero nunca se señala a las copas, cuando pueden ser la causa”.

En busca de la copa perfecta

Más allá de la lógica curiosidad que despierta esta cata de copas, Maximilian Riedel sabe que gran parte de su público son profesionales de la hostelería. Y que de lo que se trata es también de vender más vino, algo en lo que insiste a la hora de demostrar las virtudes de su cristalería y recordar que invitan a pedir otra copa.

 

O también otra botella, asegura mientras muestra uno de sus decantadores y anima a los sumilleres a probar la “shock decantation”, un sistema que oxigena mucho el vino y que, en su opinión, puede ayudar a los vinos tintos jóvenes que suelen consumirse en España.

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Una copa incorrecta puede hacer que un vino parezca peor, asegura Maximilian Riedel, que trató de demostrarlo durante su presentación.

Pero, pensando en el consumidor doméstico, ¿hay una copa que sirva para cualquier vino que descorchemos? Nos salva haber hecho la pregunta antes del seminario, después sería imperdonable. Pero, por si quedaba alguna duda, la respuesta es un contundente no. Ante la evidencia de que la mayoría de mortales no podrán permitirse varios juegos Riedel en casa para adaptarse a cada variedad, una idea: elegir las copas del tipo de uva que más nos guste. No hay una específica de tempranillo, la variedad más clásica entre los grandes tintos del país, pero las shiraz sirven, explica.

 

Pero se resiste a esa idea de una única copa. “¿Cuántas zapatillas tienes? ¿Verdad que son todas diferentes? Dejemos de intentar simplificar el vino, porque es complejo. Por eso estamos perdiendo a los jóvenes, porque es complicado. Pero a quienes les gusta el vino, les gusta esa complicación”.

El porrón Riedel

Aunque las copas de vino son la estrella de la casa, en realidad Riedel también produce vasos para whisky, para cócteles -aquí la clave es el hielo, explica- para cerveza e incluso desarrollo unas copas para café en colaboración con Nespresso. Y vasos para vino, algo que suele sorprender. “Funcionan exactamente igual que una copa, el tallo y el píe no afectan a la experiencia”, apunta.

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Maximilian Riedel posa con su decantador modelo Cisne, por lo visto lo más parecido a un porrón que la marca va a tener.

Si se puede beber vino en vaso, ¿también en porrón? Sonríe al escuchar lo de porrón. “Cada semana tengo varios mails desde España preguntándome si vamos a desarrollar uno en Riedel”, asegura. La respuesta corta es que no. La larga: “El porrón no hace justicia a los vinos caros y complejos. Yo me tomo el vino muy en serio, es mi negocio, es mi vida. La función que hace ahora el porrón ya sirve, no puedo hacerlo mejor”.

 

Así que no parece que el porrón Riedel esté en los planes de la marca. A cambio, eso sí, nos muestra un espectacular decantador bautizado como Cisne y que podría recordar vagamente al porrón, aunque no parece fácil beber de él. Igual es cuestión de práctica. Cuesta unos 400 euros, por si alguien se anima a probarlo.

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