La historia de la ciudad parece ligada a la de la del gremio de pasteleros. Con una -o más de una- pastelería tradicional al lado de cada iglesia, Barcelona es rica en pastelerías históricas, todas ellas con unas vitrinas exquisitas, tipografías de las que se hicieron a mano y una arquitectura identitaria. Como ejemplos, la Estrella -la pastelería más antigua de Barcelona, con casi 200 años a sus espaldas, una decoración clásica de madera y mármol y una historia de rescate que bien merece ser conocida-, la Fargas (la chocolatería con su madera y molino originales, de 1829, en Carrer del Pi, 27), La Colmena -la más turística, más frecuentada por los locales en época de turrones en Plaça de l’Àngel, 12-, la Montserrat (de las pocas que quedan en Gràcia de toda la vida, en Torrent de l’Olla, 81); la Casa Vives, abierta desde 1895 en la Carrer de Sants, 74; la Pastisseria La Palma, en Carrer del Clot 72 desde 1922 y todavía un baluarte del barrio y la Mauri; un museo de emparedados y pastas de té abierto en 1929 en el número 241 de la calle Provença.
Todas esas parroquias, originadas en los tortells y las lionesas de los domingos después de misa o en las meriendas de clase, siguen, a día de hoy, con sus propuestas de siempre y al pie del cañón, y conforman un tour pastelero-arquitectónico de obligación.

En otros casos, estas pastelerías tradicionales han mutado con la época, renovando su oferta y adaptándola a los nuevos tiempos. El ejemplo más notable, el relevo del primer artista chocolatero de referencia –Antoni Escribà, al que la pastelería debe la mona de chocolate- al genio creativo de su hijo –Christian Escribà, que suma talentos con la inigualable Patricia Schmidt-, con sede en el número 546 de la Gran Via de les Corts Catalanes y con emplazamiento en La Rambla.
Otros ejemplos mayúsculos son la Foix -Major de Sarrià, 57, casa natal del poeta, abierta desde 1886 y dotada del talento de Joe Moretones en las campañas de Pascua y Navidad, y ganador de la mejor mona de 2025-; o la Brunells -carrer Princesa, 22, otra de las pastelerías más antiguas de la ciudad, de 1852, un precioso local de mármol y madera que revivió en 2020 tras dos años de cierre gracias al croissant de Andreu Sayó, premiado en 2020, 2021 y 2024. Para amantes de esta pieza, la recomendación es ir por la mañana, antes de que sus vitrinas con más de 10 propuestas de croissant empiecen a mermar.

En el olimpo de los grandes maestros, el podio lo ocupan nombres ideludibles como Oriol Balaguer, distinguido como Mejor Maestro Pastelero Español a sus 21 años y ganador de 10 premios más -a sus croissants, panettones, libros y tiendas, etc.-; con tiendas en Travessera de les Corts, 340 (donde tiene el obrador) y Plaça Sant Gregori Taumaturg (una pastelería con apariencia de joyería); Takashi Ochiai, la primera pastelería japonesa de Barcelona (1985) en Urgell, 110, donde además de dorayakis, mochis y especialidades japonesas, se exhiben sus croissants y pannetones premiados; Josep Maria Rodríguez, que abrió La Pastisseria en Carrer Aragó 228 tras ganar la Copa del Mundo de Pastelería en 2011 y donde aún hoy se puede probar La Rosa dels Vents; y Eric Ortuño, que junto a Ximena Pastor abrió en 2019 l’Atelier en Viladomat 140 -donde conviven la escuela de pastelería, el obrador y la tienda-, miembro de Relais Desserts desde 2021 y ganador de múltiples premios con sus productos pasta de té, panettone, roscón-.
Del pasado de Eric Ortuño (ex-profesor de la escuela Hofmann), surge otra parada ineludible en nuestro camino, una pastelería que tenía el podio de la bollería barcelonesa y que reformuló su oferta pastelera con el impulso creativo de otro joven maestro: Miquel Guarro, responsable de El Pistacho, del +18 o del Volcànic.

La larga lista de clásicos sigue con pastelerías como la Canal (Muntaner 566 o Calvet 15), que sobre el 1970 modernizó la pastelería con una nueva filosofía de sabor (más ligera, menos azucarada, más pura) y que sigue más viva que nunca y con reconocimiento público (3 veces mejor croissant y mejor panettone 2024); la Baixas, que ocupa el número 331 de la calle Muntaner desde 1959 y sigue ofreciendo las elaboraciones más clásicas (Sara, Massini, búlgaros, Ópera…) junto a sus nuevas creaciones (Rosa del Desierto, Hernán Cortés,…): la Faixat (en Muntaner 159 desde 1929), gestionada por Enric, la tercera generación de Faixat de la pastelería, donde lo clásico se combina con lo técnico y lo moderno para ofrecer desde pastas de té a flan parisien,con mención especial a su colomba en pascua y los panellets en octubre; la pastelería Oriol Carrió (Bailèn 216 y Provença 130), otro buen relevo generacional, donde tras un rebranding y una buena reforma, los hermanos Anna y Oriol reivindican la pastelería de nivel en sus dos tiendas.
Individuales, bombones, panellets, galletas, pasteles y la mejor bollería conviven en sus vitrinas, en las que figuran también unos tantos premios (coca de San Juan, roscón de reyes, panellets); o Bubó (Carrer de les Caputxes, 10), la pastelería con estilo de boutique que cambió el paradigma en Barcelona de las manos de Carles Mampel y a la que aún hoy se cita sin duda cuando se habla de los dulces de la ciudad.

El verdadero éxito de la pastelería barcelonesa es que mantenga la vida: nuevos nombres, propuestas inéditas, marcas divertidas y cambio de aires es otra de las grandes señales de renovación de esta ciudad. Desde la llegada del MOF boulanger Matthieu Atzenhoffer que junto a Alba Ruiz Ceamanos creó Morreig -un nuevo templo del hojaldrado y del brioche en Verdi, 25 desde mayo de 2023; hasta el vecino Pasté, en Plaça del Diamant número 4, una parada obligada para amantes del cheesecake, -es una pastelería monoproducto, donde es casi obligada la fundente tarta de chocolate y AOVE con sal-.

Otros soplos de aire fresco vienen de grandes panaderías y sus piezas dulces: el Forno Bomba (Vallespir 24), donde además de focaccia y pan hay exquisitos buns de azafrán, canela o cardamomo y producto de temporada y proximidad; la Flor de Gràcia (Bruniquer, 9) o el vecino Origo (Milà i Fontanals, 9), ambos con excelentes piezas de bollería; Suca’l (Rosselló 112), proclamado mejor panettone del mundo en 2024; Oz Bakery (con tres locales ubicados en Amigó y la Plaça de la Vila de Gràcia, y una bollería que completa su amplia oferta salada); y no sería una ruta por Barcelona completa sin la parada a merendar en Forn Mistral (Ronda Sant Antoni, 96) con su chocolate a la taza, sus ensaimadas y sus croissants de chocolate en miniatura.

Una excursión a la Barcelona de los pasteleros no estaría ya completa sin la visita al templo de la bollería plant based –Magma Bakery (Carrer Pere IV, 248)- donde la incredulidad domina a cualquiera ante un hojaldrado y unos bollos de máximo nivel sin ningún producto animal; la parada en Ayame – Consell de Cent, 420- a descubrir la pastelería japonesa de Hide Oda -ex Koy Shunka y Bubó-; 22:22 (París, 165), donde Maite Otegui propone una innovadora matriz donde conviven pastelería clásica, mexicana, de temporada y creativa, bollería, galletas, postres al plato y brunch de chilaquiles los domingos; la pastelería árabe Príncipe, con una historia de décadas de baklawas y otras delicias en Gràcia (Guilleries, 10); y dos representates de la Galia como la Maxime Petit (que merece una parada en Sant Antoni Maria Claret, 244 por lo que podría ser el mejor Paris Brest de la ciudad) o Madeleine by Ferrières en Carrer Llull, 145 (mejor Panettone de España, además de impecable bollería y una impresionante estantería de pan).
