Descubriendo los vinos de la Pampa

Ocho bodegas producen vinos en la Pampa, una provincia en el centro de Argentina que reúne condiciones geográficas y sociales que la hacen única. Allí nacen vinos intensos, de alta calidad, honestos, auténticos e intrigantes. Alrededor suyo está naciendo un floreciente turismo enológico.

Leandro Vesco

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La Pampa es una provincia en el centro de Argentina que reúne condiciones geográficas y sociales que la hacen única. Es la segunda menos poblada del país y en su territorio se funden el horizonte de la pampa húmeda, el desierto, las salinas, los bosques de caldén (Prosopis caldenia, endémico de esta tierra) y mirando hacia el sudoeste, la Patagonia con toda su belleza y su misterio. Hace menos de veinticinco años que en esta tierra comenzó a asomar la idea de hacer vinos. Ocho bodegas los producen en la actualidad, en suelos que reúnen características singulares, diferentes a lo conocido en el país. En esta otra Patagonia se concreta el secreto mejor guardado de la vitivinicultura argentina.

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La pampa ofrece paisajes infinitos. Foto: Secretaría de Turismo de La Pampa.

“La prioridad siempre fue la calidad”, asegura Sebastián Cavagnaro, enólogo de Bodegas del Desierto, pionera en la carrera de los vinos locales. Comenzaron en 2001 y sus vinos son los que mejor han logrado resumir el alma de la vid pampeana. Su caso concentra la historia de esta naciente producción que tiene mucho de artesanal. Explotan 140 hectáreas en 25 de mayo, localidad del sudoeste de la provincia, plantadas sobre un terreno de suelos arenosos, contenido variable de piedras y escasa materia orgánica. Días de mucho calor y noches frías; la oscilación térmica se sitúa en 18°C. El viento patagónico garantiza poca humedad y casi nula presencia de hongos, lo que facilita el cultivo sin agroquímicos. “Trabajamos los viñedos de manera casi orgánica”, explica Cavagnaro. “Nuestra premisa es respetar el terruño; hacemos vinos con mucha pasión”, agrega.

 

Las vides se ubican en una región fértil, a orillas del Río Colorado, y las plantaciones se riegan por goteo. El suelo, clima, equipo agronómico y enológico “dan vinos elegantes que exaltan el terruño, manteniendo la tipicidad de los varietales”. Cultivan y cosechan cabernet franc, merlot, syrah, pinor noir, cabernet sauvignon, malbec, sauvigon blanc, chardonnay y viognier. Producen 300.000 botellas al año y el objetivo es alcanzar el millón.

 

Sus etiquetas expresan la original manera de trabajar un producto que comienza a trascender las fronteras pampeanas. Los nombres son una muestra: Pampa Mía (un espumante y un rosado), Desierto 25 (tintos y blancos) y Desierto Pampa (tintos, blancos y un cosecha tardía). “Los vinos pampeanos son elegantes y auténticos”, apunta Cavagnaro. La gama se completa con Desierto Astral, una línea inspirada en “nuestro cielo pampeano”, con las características propias de cada signo del zodíaco.

 

Un gran territorio poco habitado

 

La Pampa, dentro del territorio patagónico, tiene regiones diferenciadas, siendo el sur más fértil con respecto al centro y norte, aunque es una geografía unida por la llanura, salitrales y escasa humedad. Las ocho bodegas están dispersas por el mapa y esto agrega matices a un vino de por sí complejo y con características propias. Desértica en casi toda su extensión, con apenas 400.000 habitantes (una de las provincias menos habitadas de Argentina), la concentración demográfica se centra en el este para disminuir hacia el oeste donde se sugiere la precordillera andina.

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La uva crece sana en esta tierra, corta de humedad y bien aireada.

La ganadería es una de las actividades importantes. La carne pampeana es considerada de las mejores de argentina por la posibilidad de los vacunos de poder alimentarse de pastura en espacios dilatados. En un país en donde gran parte de la carne es producida en feedlots (corrales de engorde), en la provincia se apuesta por una producción más natural, que se acerca al modo histórico en el que el vacuno se alimentaba con pastura en el pastizal pampeano. A pesar de que estos emprendimientos son minoría, es posible hallar carne de estas vacas en un territorio aún inexplorado para el propio argentino, que lo considera de paso. Por su mapa cruzan las principales carreteras hacia la zona cordillerana y la Patagonia profunda. De a poco, los visitantes están desviándose de su bitácora para permanecer más tiempo dentro de la provincia.

 

 “Para nosotros fue cumplir un sueño que tuvimos de niños”, confiesa Horacio Marín, uno de los responsables de la Bodega Estilo 152, en General Acha. La historia de esta bodega es pintoresca y refleja el carácter del vino pampeano. Se unieron cinco amigos pensando en producir su propio vino de garaje y el proyecto creció hasta transformarse en una de las bodegas con mayor aceptación en la provincia. Está abierta al público y trabajan de un modo artesanal. Producen 12.000 litros por año.

Comenzaron su experiencia en 2012, con 1000 botellas. “Somos pioneros en hacer vino artesanal”, sostiene Marín. Nació en Mendoza, pero gran parte de su vida la pasó en Acha: “corre sangre viñatera por mis venas”. Creció en las vides y de niño soñó con hacer su propio vino. Él y su primo Raúl García, bioquímico, compartieron el mismo camino vital. “Desarrollamos nuestras vidas profesionales y entendimos que era tiempo de emprender nuestro sueño”, y se unieron a otros tres amigos para este proyecto.

 

Vinos artesanos

Los cinco amigos tienen diferentes orígenes y profesiones. “Toda esa diversidad se expresa en nuestro vino”, asegura. Embotellan ellos mismos y el control se hace por botella, el trabajo manual caracteriza a la bodega. “Son vinos muy frutados, ricos, de muy buen color, muy aromáticos”, señala. Pone el foco en el suelo: arenoso, con piedras y pobres en su materia orgánica. “Ideales para el crecimiento de la vid”. Suma beneficios al terroir: no hay granizo, ni heladas. “Estamos cumpliendo nuestro sueño pero ayudamos a crecer la matriz productiva de La Pampa”, confiesa. “No hay vinos buenos o malos, sino distintos”, afirma Marín a la hora de explicar las distintas posibilidades vitivinícolas que se dan en La Pampa.

 

Quietud se ha impuesto desde Santa Rosa, la capital provincial. La bodega se fundó en 2009. Producen 13.000 litros que dividen en etiquetas de gama media, alta y premium.  Sus vinos han llegado a Brasil y a España. También con una fuerte matriz artesanal, sus marcas más reconocidas son Acechados y La Gran Siete. Conviven con un producto especial, Don Pedro, un chardonnay de cocina embotellado con romero, apio, tomillo, pimienta negra, laural y sal. Se utiliza para condimentar carnes y salsas.

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En menos de veinticinco años han surgido ocho bodegas,

El Estado provincial no está ausente y gran parte del éxito que han tenido las bodegas tiene su fundamento en la existencia del Ente Provincial del Río Colorado. Este organismo tiene plantaciones de vides de diez varietales en Casa de Piedra, al sur de la provincia. En el año 2022 produjeron 120.000 kilos de uva que distribuyeron a las Bodegas Lejanía, Quietud, Estilo 152, La Rebelde, Pichi Huinca y las mendocinas Rutini y Peñaflor. El Ente entrega las uvas a un precio por debajo del que tiene en el mercado nacional y sin costo de flete.

 

El Ente tiene una chacra experimental en una tierra fértil a orillas del Rio Colorado. “El terruño de los valles de estas costas es único dentro de la vitivinicultura argentina”, cuenta Enrique Schmidt, presidente del Ente. No solamente es la tierra, dice, el terruño es un círculo de vida y el vino manifiesta todas las características de ese suelo, pero también de los hombres que la trabajan. “Es una uva de muy buena calidad que se cosecha a mano”, cuenta Romero. Una vez cosechada se la lleva al bodeguero, sin mediar obstáculos.

Los vinos pampeanos son muy frutados,

destacan los frutos rojos y los taninos

son más completos y resistentes.

“Nuestros uvas tienen una estructura muy marcada, color y son muy aromáticas, son de alto potencial de guarda, especialmente para su añejamiento”, refiere Schmidt. A diferencia de otras regiones de Argentina, donde los vinos tienen notas de canela y pimienta, los pampeanos son muy frutados y se destacan los frutos rojos. Los taninos son más completos y resistentes. ¿Cómo se describe el vino pampeano? “Tiene notas intensas, de alta calidad, es honesto, auténtico e intrigante”, resume Schmidt.

 

A las bodegas citadas hay que añadir Arumcó (tiene una cava subacuática en el río Colorado), viñedos de Catena Zapata y familia Cassone, y dos más, en la localidad Pichu Huinca y Telen, ambas al norte de la provincia.

 

Turismo enológico

La Pampa es una tierra que produce encanto, y el nuevo perfil de turistas que recorren los caminos con espíritu exploratorio elige estas rutas desérticas, poco transitadas, en las que la aventura está asegurada. Turistas que además buscan ampliar sus horizontes gastronómicos y sibaritas. El vino pampeano es una ruta que gana adeptos. “Estamos desarrollando la Ruta de la Carne Pampeana”, cuenta Adriana Romero, secretaria de turismo de La Pampa. “Nuestros vinos maridan estupendos con carnes”, agrega. Asado, ojo de bife, osobuco braseado, lomos. El menú pampeano es diverso, a las carnes suma los chacinados, quesos  y la panificación, típica de campo, con panaderías que aún utilizan horno a leña. También tienen su lugar las carnes salvajes, como el ciervo, el antílope y el búfalo, tres especies introducidas.

 

“Practicamos un turismo responsable y no masivo”, sugiere Romero. Descubrir los vinos pampeanos es un viaje hacia el corazón de una tierra donde está todo por explorarse y donde todavía los productores trabajan con métodos manuales, protegiendo el producto y los tiempos naturales.

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